domingo, 30 de agosto de 2009
EL CABALLERO DEL CISNE
Entre las óperas de Wagner no hay quizás ninguna tan universalmente apreciada por
la gran mayoría de Lohengrin. Esto será probablemente así porque a primera vista, muy
sencillo y bello a la vez. La música es de un carácter excepcionalmente exquisito y apela a todos de un modo las demás obras de Wágner, que estas basadas en mitos como Parsifal, el Nibelungos, y aun Tannhauser.
Aunque estas ultimas producciones afecten a las escuchan poderosamente que la
escuchen (tanto si se dan cuenta de ello, como sí no), es, sin embargo, un hecho positivo que no son del gusto de la mayoría, particularmente en América, donde el espíritu de misticismo no es tan fuerte como en Europa.
Con Lohengrin es distinto. Aquí tenemos un asunto del tiempo de la caballería
andante, y aunque haya algo de belleza mágica en el advenimiento de Lohengrin y del cisne como respuesta a la oración de Elsa, esto no es más que un hermoso capricho poético sin ningún otro sentido más profundo. En este mito es revelado uno de los requerimientos supremos de la Iniciación: Fe.
El que no tenga esta virtud, nunca logrará su propósito, y su posesión anula una
multitud de defectos en otras direcciones.
El desarrollo del asunto es éste: El heredero del ducado de Brabante ha
desaparecido. Es un niño, y hermano de Elsa, la heroína de la obra, quien es acusada en la primera escena por Ortrud y Telramund, sus enemigos, de haber hecho desaparecer a su pequeño hermano para poder entrar en posesión del ducado. En consecuencia de esta acusación, ella ha sido citada ante la corte del rey para defenderse contra sus acusadores, pero en la primera escena ningún caballero se ha presentado aún para defender su causa y aniquilar a sus difamadores. Entonces aparece en el río un cisne, sobre el cual está en pie un caballero que llega basta el sitio donde está la corte. Salta a tierra y se ofrece para defender
a Elsa con la condición de que se case con él. Ella acepta sin vacilar, porque él no es ninguna persona extraña, pues le ha visto muchas veces en sus sueños y ha empezado a amarle. En el duelo entre el caballero desconocido y Telramund, éste queda vencido, pero su vida le es generosamente perdonada por el vencedor, el cual entonces requiere a Elsa como su prometida. Antes, sin embargo, habla puesto otra condición, la cual consiste en que ella nunca debe preguntarle quién es ni de dónde ha venido. Como él parece tan bueno y tan noble, y como ha venido en contestación a su ferviente demanda. Elsa tampoco se opone a esta condición, y entonces la pareja se retira a la cámara nupcial.
Aunque momentáneamente derrotados, Ortrud y Telramund no cesan de ningún modo en su conspiración contra Elsa: y su inmediato proyecto consiste en envenenar su mente contra su noble protector, para que llegue a despedirle con objeto de que este otra vez a la merced de los dos conspiradores, porque éstos esperan con toda seguridad poder apoderarse de aquel ducado, del cual Elsa y su hermano son los herederos legales. Con este fin los dos se presentan a la puerta de Elsa y logran ser escuchados por ella. Declaran que ¡están profundamente arrepentidos de lo que han hecho; mostrándose muy interesados en el bienestar de Elsa. Les duele mucho, dicen, que se haya desposado con uno cuyo nombre no conoce siquiera, con uno que teme tanto que su identidad sea conocida, que hasta la ha prohibido de preguntarle quién es, so pena de abandonarla.
Debe haber algo en su vida de lo cual él está vergonzoso, arguyen ellos, y que no
puede saberse a la luz del día, puesto que de otro modo, ¿por qué se negaría a informar de su identidad y antecedentes a quien va a ser la compañera de su vida?.
Por medio de estos argumentos suscitan la duda en el alma de Elsa y después de
haber conversado un rato, ella vuelve hacia Lohengrin, pero cambiada. El nota la diferencia en ella y la pregunta por la causa. Finalmente, ella confiesa que está dudosa respecto de él y que la gustaría saber su nombre, De este modo ella quebranta su promesa y Lohengrin la dice que ahora como quiera que haya expresado una duda respecto de su persona, le es imposible permanecer más tiempo allí. Ni lágrimas ni protestas pueden cambiar esta resolución, y por último se van juntos al río donde Lohengrin llama a su fiel cisne y cuando éste aparece, él revela su identidad diciendo: “Soy Lohengrin, el hijo de Parsifal”. El cisne
que viene entonces sufre una transformación y se revela a todos como el hermano de Elsa, de la cual se hace protector en lugar de Lohengrin que se marcha.
Como queda dicho, la leyenda de Lohengrin contiene una de las más importantes
lecciones que se deben aprender en el sendero de la iniciación. Nadie llegará jamás a ella hasta que haya aprendido esta lección. Para poder comprender bien esto, vamos a examinar primero el símbolo del cisne y ver lo que hay detrás de él, y para qué sirve. Los que han visto la ópera Parsifal o que hayan leído atentamente la literatura sobre el Grial, saben que el cisne era el emblema que llevaban todos los Caballeros del Grial.
En la ópera misma de Parsifal se mencionan dos cisnes que preparaban el baño de
curación para el rey enfermo, Amfortas. Parsifal se nos aparece después de matar a uno de estos cisnes, por lo cual los caballeros del Grial sufren un profundo dolor.
El cisne puede moverse en varios elementos. Puede volar en el aire con gran
velocidad; puede pasearse majestuosamente sobre el agua y por medio de su largo cuello puede explorar las profundidades e investigar lo que haya en el fondo de un lago no demasiado profundo. Es por consiguiente, un símbolo muy apropiado del Iniciado, quien, por el poder desarrollado dentro de sí mismo, es capaz de elevarse a regiones superiores y moverse en diferentes mundos. Al igual que el cisne vuela por espacio, el que haya desarrollado los poderes de su cuerpo del alma puede viajar en él por encima de montañas y lagos. Como el cisne se sumerge debajo de la superficie del agua, así también el Iniciado puede ir por debajo de la superficie de los abismos en su cuerpo del alma, al cual no pueden inferirle daño ni el fuego, ni la tierra, ni el aire, ni el agua. En efecto, esta es una de las primeras cosas que se debe enseñar a los Auxiliares Invisibles: que están inmunes de todo peligro que podría hacer daño a su cuerpo físico, cuando estén provistos de aquel traje de bodas áureo del que hemos hablado tanto, y que por lo tanto pueden entrar impunemente en una casa que esté ardiendo; asistir allí a los que están en peligro, algunas veces de un modo verdaderamente milagroso; o pueden estar a bordo de un buque que se hunde, inspirando valor a los que están a punto de hacer frente al gran cambio.
La antigua mitología del Norte nos cuenta que los nobles guerreros de aquellos
tiempos, cuando hablan combatido y habían quedado vencidos o mortalmente heridos,
cantaban un canto al cisne. Pero no debe suponerse, ni por un momento, que era solamente el combate brutal librado en el campo de batalla con espada y lanza de lo que se quiere hablar aquí; es más bien el combate interior, la significación oculta, cuando una noble alma que había librado bien la batalla dé la vida y que por último llegaba a la meta que era posible alcanzar en aquellos días, cantaba su canto del cisne: esto es, que se presta el juramento de Iniciación haciéndose capaz de entrar en otras regiones para ayudar allí a los demás, lo mismo que en este mundo físico la había hecho hasta entonces, pues siempre ha sido el sagrado deber de un noble caballero el ayudar y socorrer a los débiles y a los cargados de pesares.
Elsa es hija de un rey, pertenece, pues, a la más noble estirpe. Nadie que no sea
“bien nacido”, puede pretender ser servido por un caballero como Lohengrin; esto no
quiere decir, que en la humanidad haya superiores o inferiores, pues lo que aparece así es debido solamente a nuestro grado de evolución. Cuando un alma ha estado mucho tiempo en el escenario de la vida y ha pasado por la escuela de muchas existencias, entonces, gradualmente, adquiere aquella nobleza que es el resultado de haber aprendido las lecciones y obrado según las líneas de conducta trazadas por los maestros de la escuela, nuestros Hermanos Mayores, que ahora están enseñándonos las lecciones de la vida. La nobleza ganada por el afán de ejercer misericordia hacia nuestros hermanos menos adelantados, es la llave para obtener su favor y por esta razón, cuando Elsa estuvo en un serio apuro, un alma noble es enviada para guiarla.
En el libro de la Revelación, leemos algo sobre las nupcias místicas de la Novia y el Cordero. Estas nupcias existen en la experiencia de cada alma humana y siempre bajo circunstancias similares. Uno de los primeros requisitos es que el alma debe haber sido abandonada por todo el mundo: tiene que estar completamente sola, sin ningún amigo en el mundo. Cuando este punto ha sido alcanzado; cuando el alma no ve ayuda en ningún ser de la tierra; cuando con todo su corazón se vuelve hacia el cielo pidiendo la liberación, entonces viene el libertador y también el ofrecimiento del matrimonio. En otras palabras, el verdadero instructor siempre se presenta como contestación a las serias súplicas del aspirante, pero no hasta que éste haya dejado al mundo y que el mundo le haya abandonado. El ofrece entonces encargarse de la persona que está buscando ansiosamente el ser guiado y, desde aquel momento, conquista la mentira con la espada de la verdad; pero después de haber dado esta prueba, requiere entonces una fe inquebrantable y absoluta.
“Recuérdese esto” — debe imprimir en su mente y esculpirlo con letras de fuego en su propio ser, que, habiendo venido en Contestación a la súplica (lo que no significa solamente meras palabras sino toda una vida de aspiración), ha dado la prueba indubitable del poder y de la habilidad que el instructor tiene para enseñar, guiar y ayudar y entonces se hace necesario, indispensable, que de allí en adelante debe tenerse absoluta fe en él, porque de otro modo le seria imposible trabajar con el aspirante.
Esta es la gran lección enseñada por Lohengrin y es de una importancia suprema, porque hay muchos miles y miles de personas que andan por las calles de nuestras ciudades de un lado para otro, buscando a un instructor. Algunos pretenden haberle encontrado, o se engañan creyéndolo: pero el requerimiento enunciado en Lohengrin es un requerimiento real. El instructor debe, puede y hace probar su aptitud. Se le conoce por sus frutos; entonces él en cambio pide lealtad y si esta fe, esta lealtad, esta prontitud para servir, esta voluntariosa disposición para hacer todo lo que se le pide no se manifiesta libremente en el aspirante, la relación se terminará. No importa cuán amarga sean las lágrimas del arrepentimiento por parte del aspirante que hubiese faltado en su lealtad al instructor, ni tampoco cuán sincera sea su contrición, la próxima oportunidad no se presentará ya en la vida presente.
Es por consiguiente de la mayor importancia que aquellos que buscan la iniciación se compenetren de que algo les es debido por parte del instructor, antes de que le acepten.
El tiene que enseñar los frutos de su obra, porque Cristo dijo: “Por sus frutos les conoceréis”. El instructor auténtico siempre lo hace sin ser solicitado para ello, y sin que parezca que lo hace o sin querer dar la más mínima señal. El siempre facilita alguna evidencia a la cual la mente del aspirante se puede acoger, como prueba indudable de su saber y poder superior o habilidad. Cuando esto quede demostrado, es absolutamente esencial que se establezca en seguida la lealtad hacia el instructor. Desde entonces no importa quien diga esto, aquello o lo de más allá, el aspirante no debe conmoverse, sino atenerse firmemente al hecho probado, cerrarse ciegamente a lo que él cree ser verdad y fiel, sosteniendo a aquel a quien se ha entregado para ser instruido, porque sí no existe esta fe entre los dos es inútil continuar las relaciones.
Es, sin embargo, muy significativo que el hermano de Elsa fuera, como se indica en
la última escena, el cisne que había traído a Lohengrin a su hermana y que fue transmutado otra vez a su figura natural cuando Lohengrin partió. El había pasado por la Iniciación.
Debía, sin duda, saber la situación apurada de su hermana, como un alma adelantada
conoce las luchas de otra alma, pero aunque él viese la condición de tan noble aspirante, o alma hermana, no temía nada; puesto que, ¿no era él quien debía llevarla el socorro que hubiera podido tener permanentemente a su lado si Elsa hubiese sido tan fiel como él?.
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