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miércoles, 17 de octubre de 2007

PARMÍNEDES Y EREA

Puede que al narraros esta historia queden vacíos, veladuras propias del devenir de los años, lagunas diáfanas que a pesar de todo, atraen hacia mí como ocurrió todo en aquellos ahora añorados y lejanos tiempos de mi juventud en Creta.
Eran mis años de plenitud, alegría y vitalidad. Mi vida a los dieciocho transcurría plácida admirando las bellas calas y hermosos molinos de viento inmaculadamente blancos que coronaban las ahora terrazas agrícolas de antiquísimas montañas volcánicas; hoy aprovechadas también para extraer mármol, pero especialmente el negro y duro basalto.
Mi trabajo principal consistía en apacentar las ovejas y cabras de mi madre. Eran parte de la familia y nacían y morían con nosotros. Mamá llevaba en su rostro el calor vital de las entrañas de la tierra, ¿mi padre...preguntáis?...¡murió!, por un desprendimiento de rocas en el subsuelo marino a casi treinta metros de profundidad..., y allí fue encontrado por sus viejos camaradas, como él solía llamarles. Dicen que estaba con los brazos extendidos, en cruz. En una mano llevaba esponjas y madréporas, y en la otra, su puñal de buceador que en aquella ocasión le sirvió de poco. No pudo romper la roca caliza coralina que le dio su mortal abrazo, pero ni la muerte le hizo soltar el fruto de su trabajo en aquél fatídico día.
Fui educado especialmente por mi anciana abuela, se llamaba Electra como la diosa del Olimpo. Mamá trabajaba demasiado en una pequeña empresa local,- como para atenderme-. Todo el día tejiendo hermosos lienzos con motivos marinos y cretenses. La abuela y mi madre me dieron todo lo que fui y soy, especialmente un soñador en pos del amor verdadero y eterno. Lo tuve... por cierto que lo tuve..., se llamaba Erea, parecido al de mi madre que se llamaba Nerea. Creo que fue una broma del destino, si es que vosotros pensáis que detrás de todo este escenario hay algo más y no tan sólo los acontecimientos del cotidiano vivir, como: comer, trabajar... Yo creo que solamente a pocos mortales les es permitido en contadas ocasiones el ver las secretas páginas del libro de la vida, prohibidas para el resto de sus congéneres. Mi piel en aquel tiempo era tersa y bella, propia de mi edad; tostada por el benigno sol y el clima meridional. Muy atrás en los siglos quedaron las invasiones turcas y la pequeña isla rezumaba armonía, confort y una alegría propia de los pueblos felices. Ella, Erea, llegó en barco, por las aguas, como las diosas del mar, surgiendo de las olas, así la vi por vez primera. Tenía el pelo dorado con vetas rojizas, de largas trenzas y mechas como destellos de oro y fuego. Jamás había visto nada tan bello, nunca pensé que la humana belleza pudiese expresar tanta perfección más propia de dioses que de humanos. Su frente brillante y sedosa expresaba profundidad, inteligencia y elevación espiritual. Sus labios rectos sonrosados y carnosos, pero delicados, expresaban una total femineidad, dulzura y calidez de corazón y de alma..., su nariz perfecta, proporcionada y rectilínea indicaba el fuego poderoso de la interna voluntad, carácter firme, ideas elevadas y sabiduría. Y el resto de su cuerpo era el arquetipo de la belleza helena del pasado. ¿La vi o la soñé?, -no sé-.
¡Joven ven aquí!..., -gritó con entusiasmo al acercarse el bote que la transportaba a la playa-.
Yo me miré a mi mismo estupefacto. Me señalé con el índice y respondiendo a su pregunta, grité con cierta nerviosa actitud: ¿es a mí?.
Sí, sí, a ti... ¿a quién si no?, - y se rió abiertamente -. Evidentemente mi pregunta fue estúpida, no había nadie más en la playa, salvo mis cabras y ovejas.
Dejé a mi rebaño que pastara tranquilo junto a esta playa rocosa y terrosa y sin dudarlo me sumergí en el mar llegándome el agua más arriba de las rodillas.
¿Cómo te llamas joven? – inquirió esta vez con simpática resolución -.
Me llamo... me llamo..., -titubeé...- Parmínides.
Bien Parmínides, saca primero mi baúl de la barca, y después si no es demasiada molestia, ¿me podrías llevar en brazos hasta tierra firme?
Saqué primero el baúl como ella dijo de aquella barca hermosamente pintada en bellas tonalidades azul celeste y blanco. Lo cargué sobre mi espalda y lo dejé en tierra firme. Regresé al bote que la había traído mientras en mi interior el corazón latía con mucha fuerza, parecía quererse salir del pecho. Extendí mis brazos y ella se dejó aferrar a ellos como lo más natural del mundo, sin ningún tipo de falso pudor. Se acomodó con total naturalidad y volteó su cabeza mirando hacia atrás saludando a los dos marineros del bote que la habían traído a la playa, posteriormente con el brazo en posición más extendida, saludó al pasaje y marinos de la goleta de blancas velas que estaba fondeada mar adentro en aquella rada rocosa de peligrosos arrecifes coralinos, a un cuarto más o menos de milla náutica. Cuando por fin dejó de saludar, rodeó su brazo en torno a mi cuello y fue como si una corriente de nueva vida, calor y humanidad inundase todo mi ser. Erea por entonces tenía veintidós años según supe después, pero la edad en ella era como una entelequia, parecía como si el mismísimo tiempo fuera una total abstracción en su vida y no la afectara en lo más mínimo.
Me enamoré, se enamoró o...¿nos enamoramos?..., tampoco lo sé..., Lo cierto es que una vez se instaló como maestra en mi pequeña aldea yo hacía lo imposible para que mi rebaño pastase en el esquilmado terreno rocoso cercano al patio de recreo de la escuela local, por donde salían los niños siempre protegidos por su radiante presencia. Mis cabras y ovejas se quejaban y querían marcharse de allí ya que no había suficiente pasto fresco para alimentarlas. Yo debí hacer el pequeño truco cada noche de ir a dicho lugar cargado con montones de heno, hierba fresca y granos de trigo y cebada que esparcía por el mismo, para que al día siguiente el rebaño estuviese tranquilo y no se quejara. Así aprovechaba para verla. Esto me permitió entablar amistad con ella y de ésta brotó un intenso amor correspondido, sin saber especialmente porqué yo la había cautivado. Ambos tuvimos que superar los prejuicios locales, pocos, pero que veían mal que la mujer le llevase varios años al hombre.
Me tenía encandilado. Me hablaba de la historia, de la cultura griega, de los héroes remotos helenos: de Paris, Agamenón, Leónidas, Hércules, Perseo..., de las construcciones sagradas que eran réplicas exactas matemáticas del cosmos, extrapolado al microcosmos del hombre y su cultura. De viejas gestas, de luchas épicas y de guerras como la de Troya. Yo..., por el contrario le enseñaba a amar la tierra, cada roca, cada recodo, árbol o arroyo de la montaña. Mi amado sol mediterráneo, los rincones floridos de mirtos y arrayanes así como los verdes y recónditos pastos. Caminábamos largas horas en total silencio extasiándonos en la contemplación de la belleza que nos rodeaba por doquier. Ella llevaba su cuaderno de notas y sus lápices de colores tomando apuntes escritos de cuanto veía, así como haciendo también bellos apuntes pictóricos. Yo sólo tenía una vieja brújula regalada por un viajero inglés que llegó años atrás. Llevaba mi cayado de pastor, el zurrón, y siempre cuidando el rebaño iba también mi fiel perrita Casiopea. Le hablaba a Erea de los viejos olivos milenarios y de las leyendas de gnomos y hadas que se les atribuían. Cuando llovía nos escondíamos y refugiábamos en viejos ermitorios abandonados donde antaño estuvieran recluidos monjes eremitas.
¿La primera cita de amor?... o Dios..., cómo hablar de lo que no puede ser narrado. Cómo expresar con palabras lo que es sentir la brisa del viento en el rostro, el olor salobre del mar, o los aromas sutiles a menta, lavanda, tomillo y orégano. Cómo haceros partícipes del color de nuestros besos, de la entrega total y limpia a la vida. Cómo expresar las exquisiteces y músicas de nuestros silenciosos abrazos de entrega. Sus ojos me transportaban al remoto pasado. Eran las ventanas de un sintiempo eterno y sus moduladas palabras era pura sinfonía para mis embelesados sentidos que no me cabían dentro del cuerpo.
Así pasamos tres maravillosos años. Aprendió tanto de mí, como yo de ella, y ambos perfeccionamos nuestros espíritus y nuestras almas. Le enseñé a bucear entre el banco coralino cercano al lugar donde falleció mi padre; y Erea por su parte me hizo ver que en cada vieja piedra tallada, había la mano de un artesano del pasado, un corazón latente con sus esperanzas y sueños de otro tiempo. Me enseñó a amar a mi tierra y a mi historia. Pero llegó el día fatídico, el día escrito por los dioses para su tránsito. Para que mi auténtico amor se marchase de mi vida tal como vino: con una sonrisa, con luz y admiración.
Estábamos caminando entre las ruinas de un palacio abandonado cuando me dijo:
Cariño, toma mis manos... tengo frío... Tomé sus manos y noté que las tenía muy frías y que su cuerpo temblaba extrañamente.
¿Qué te ocurre Erea?, ¿quieres que vayamos a mi casa para que te preparen algún remedio de hierbas?. Le pregunté con cierto temor.
No sé amor mío... –balbuceó con inseguridad-. Tal vez sea que anoche cogiera frío durante la fiesta de primavera. Ya sabes que cuando me entrego a la danza dejo de ser yo misma. Soy incapaz de pensar con sentido común. Algo superior a mí me transporta a la pura música y ritmo vital, y en esos momentos soy incapaz de sentir frío o calor..., ya sabes que ésta es mi pasión... –matizó como reprochándose a sí misma por no haber tenido en cuenta la fresca brisa de la noche, demasiado fría para la estación en que estábamos -.
Bien, no temas cariño – le respondí -. Vayamos entonces a hablar con mi abuela que seguramente vendrá de camino de la capilla para que cuando vayamos a casa te prepare cuanto antes un cocimiento de marrubio, tomillo, salvia y miel..., todo muy, muy caliente. Y que te dé fricciones en el pecho con esa pomada que ella misma prepara. Te acuestas en mi casa y dentro de un par de días estarás como nueva.
Erea me miró. Asintió con la cabeza y se dejó llevar.
Pasó varios días en mi casa al cuidado de mi madre y abuela. Se recuperó y le regresó su color natural y aquella belleza de diosa que le caracterizaba. Volviendo a su ritmo de vida cotidiano en la escuela local. Y también volvía a ser ella misma siempre radiante, feliz, simpática con todos los seres humanos o no humanos. Adoraba a los gatos, pájaros, perros y cómo no, a mis ovejas y cabras. Parecía de nuevo una rosa brillante. Pero en ocasiones, muy pocas, fruncía sus labios como si un oculto eco de dolor lejano le advirtiese. Afloraba esporádicamente y por poco tiempo, el suficiente como para señalar a la conciencia externa los llamados secretos del alma.
Hoy nadaremos junto a la gruta de los piratas...
Era un amanecer de domingo luminoso brillante y transparente de primavera. El día acompañaba y el agua estaba... ¡espléndida! ... grité, cuando me zambullí sin miedo en las frescas aguas cristalinas.
Desde la roca junto a la gruta señaló con vigor: ¡ te esperaré aquí sentada mirando tu boya de seguridad... así estaré tranquila... hoy no me apetece bañarme..!
¡ De acuerdo ¡ - respondí y tomé varias bocanadas de aire para acto seguido sumergirme llevando atada a mi muñeca la cuerda de cáñamo trenzado en cuyo extremo estaban unos corchos –
En el exterior los rayos primeros del sol de la mañana pintaban las diminutas ondulaciones del tranquilo mar, dando al lugar el aspecto de un campo de trigo dorado mecido por el viento. Las golondrinas de mar con sus agudos cantos volaban alegres y rozaban con sus picos en un perfecto vuelo rasante, la espuma de las diminutas olas, en búsqueda de su desayuno. Ese cuadro perfecto de vida y color preparaba el retorno de la diosa a su reino.
Cuando en una de emersiones salí mostrando la concha vacía de un caracol marino, escuché sus últimas palabras: Parmínides, acércate hasta el templo hundido y cógeme unas rosas marinas vivas para que las acaricie y después como siempre hacemos, las retornas a su lugar.... – Así llamaba ella a las anémonas de mar -. Lo curioso es que no sentía escozor ni irritación alguna por tocarlas. Yo debía coger la piedra en la cual estuviesen adheridas con muchísima precaución. Volví a tomar mucho aire y justo antes de sumergirme pude ver que parecía algo cansada y que se estaba apoyando en una columna pétrea de la gruta del pirata. En realidad tal columna no era sino la fusión de una estalagmita con una estalactita. Parecía que allí deseaba descansar su espalda. Su mano cogía un bastón de peregrino con una diminuta calabaza en su extremo, que le había regalado meses atrás un monje caminante, y con la otra mano parecía que dibujaba abstraída figuras en la poca arena negra depositada en esta gruta. Creo que la vi por último mirar al horizonte infinito.
Con aquellos pensamiento me sumergí. Fui hasta el templo y cogí una piedra con una anémona adherida y nadé hacia la superficie. Después me acerqué hasta la orilla rocosa, escalé las pocas piedras y me acerqué a Erea. Parecía dormida, pero con los ojos entreabiertos, como en un duermevela, muy luminosos, enfocados hacia el joven sol de la mañana. Algo se había roto internamente dijeron horas después los doctos académicos. Afirmaron que la coronaria..., pero yo opino que eso son sólo datos técnicos nada más... Cuando en aquel trágico momento me percaté al fin que se había ido de este mundo, la besé en la frente y llorando a su lado como un niño la dejé mirando al mar. Quedé acurrucado a su lado un tiempo que me pareció eterno, sin atreverme siquiera volver a tocarla. Hasta que viendo la escena desde lejos unos pescadores que por allí faenaban se acercaron curiosos con la barca a este simbólico escenario. Uno de ello caritativamente, se quedó a mi lado consolándome, el otro marchó a buscar a la autoridad y por fin se la llevaron al dispensario local, donde los médicos dieron su diagnóstico.
Días después de este amargo suceso, por suscripción de todos los vecinos, se le construyó su último aposento: un sarcófago del más puro y brillante basalto. Se hizo una ceremonia especial y desde una barcaza se hundió su última morada justo en el patio del templo sumergido, el cual cuando estuvo al exterior tal construcción humana, hubo pertenecido a la diosa Palas Atenea. Una vez el sarcófago en el fondo marino, se sellaron las cámaras de su postrera morada, rodeada de la singular belleza de la vida submarina tan radiante de mi isla.
Si alguna vez vais a Creta, acercaos a mi aldea y pedid que os acompañen a la gruta secreta del pirata frente al mar. Allí un gran escultor realizó una copia fidedigna en mármol rosado de aquella diosa del mar. Dicen en el lugar que una vez al año durante la Luna Llena de Tauro, tal como hacen los dioses, regresa el espíritu de aquel ser excelso y que tomando posesión de la escultura, la estructura pétrea se transforma y se transmuta en carne viva y permanece de nuevo allí durante horas, hasta que los primeros rayos del sol de la mañana se adivinan por el este. Sin apenas cambiar de postura, jugueteando como hizo en su último día, dibujando en la arena y tirando pequeños guijarros al mar.
¿Creéis que es mentira?...bien..., pues creedlo. Yo he tenido la fortuna de estar muchas veces de nuevo a su lado en esa fecha cósmica señalada. E incluso hablando con ella. Y esa ha sido la fuerza que me ha hecho regresar una y otra vez a mi isla. Esa fuerza de vida que ella trae consigo cada año ha sido la que me ha permitido mantenerme en este estado juvenil y radiante de mis treinta años, durante más de un siglo... podéis estar seguros. De todas formas si os indican el lugar, consideradlo como sagrado y contentaos solamente en ver su estatua que parece seguir durmiendo como cuando dejó su cuerpo humano. Y respetad a mi verdadero amor, Erea, y la estatua que la inmortaliza como legado del poder del amor ante la muerte y como testimonio perpetuo de dicha verdad para las generaciones futuras.
J.V & S.

jueves, 11 de octubre de 2007

CONVERSACIONES DE UN MAESTRO CON SU DISCÍPULO

COMIENZO DEL CAMINO (1ª PARTE)
Existe una conocida frase oriental que dice así: “si comienzas un largo camino, lo más difícil es dar el primer paso”...

He querido recordar esta sencilla oración para señalar que hay encerrada en ella una profunda sabiduría en tan limitadas palabras. Pero ello es totalmente cierto.
Tal como narré en otros escritos, tuve la gran fortuna en mi vida de conocer a Bernardino (Dino), y él fue un primer paso hacia el cambio de mi propia existencia, embargada por aquel entonces en temas más mundanos. Antes de aquel encuentro, no me paraba a pensar el por qué de muchas cuestiones. El mundo era para mí más sencillo, algo así como un gran y bello escenario, una gran despensa inagotable, donde al ser humano le estaba todo permitido en función de esa tan ahora cuestionada “racionalidad pensante”. La vida y las experiencias, y la posterior transformación de Dino, me llevó sin desearlo, y por fases, a adentrarme en el estudio de la naturaleza y por ello siguió mi amor y respeto hacia ella. Más tarde a la búsqueda de nuevos valores y de filosofías que enmarcasen esos pensamientos y sentimientos que en mí nacían, y como una correlación de hechos encadenados, me hizo contactar con otra gran persona que si lugar a dudas fue el siguiente y más concluyente paso en mi nuevo camino interno. Pude entonces constatar que lo que me estaba ocurriendo pudiera ser aquello de que... “cuando el discípulo está preparado encuentra a su Maestro. Siendo el Maestro el que elige y no el discípulo”..., tales vivencias fueron de tipo espiritual como después comprendí.
Todo comenzó al final de un largo y caluroso verano. En aquel tiempo y como siempre hago, estuve viajando por: La Rioja, Castilla-León, Cantabria, Aragón..., finalizaba el tiempo cálido y ya se alboreaba un nuevo otoño. Las mañanas de las últimas semanas de septiembre ya habían tomado el cariz húmedo que las caracteriza. El bosque castellano antes seco emitía olores saludables a moho, líquenes y a los más sutiles y exquisitos de los champiñones y hongos silvestres. Estas tierras interiores de la Península Ibérica y más frías que las litorales, se suelen adelantar unos meses en su producción de toda una rica y variada gama de setas, con respecto a otras comunidades peninsulares, como la Comunidad Valenciana en la cual resido. Tenía libre el lunes por la mañana y como estaba hospedado en Burgos decidí acercarme a la preciosa Cartuja de Miraflores, a pocos kilómetros de la capital. Conduje unos minutos paralelo al río Arlanzón y a un frondoso parque de grandes árboles que están plantados en esta parte de la ribera. Mi objetivo ese día era subir a La Cartuja y ver si la tierra estaba lo suficientemente húmeda como para ir a otro lugar más alejado que yo conocía, de anteriores incursiones recolectoras. Ascendí por la estrecha carretera asfaltada que conduce al monasterio. Llegué allí y aparqué junto a la tapia que protege la huerta de esta orden monacal. Observé que el lugar estaba muy tranquilo a esas horas, sobre las once de la mañana, creo recordar. Apenas tres o cuatro personas caminaban adentradas bajo la sombra de los árboles. Otra persona venía relajadamente hacia mí por el camino de tierra soleado, paralelo al muro del jardín, por el cual ambos paseábamos distendidamente. Cuando este caballero estuvo frente a mí, a pocos pasos, muy cortésmente me saludó:
- ¡Buenos días!-
Le miré y le respondí:
- ¡Hola, buenos días!...¡hace un sol magnífico!
- ¡Sí, en verdad que es una mañana brillante!... ¿viene usted de visita a La Cartuja o tan sólo a pasear por este hermoso lugar?..
- Bien... bueno..., ni una cosa ni otra. He venido especialmente para comprobar la humedad del suelo del bosque. Me encanta buscar rovellones, corrijo: níscalos, como aquí les llaman. Trabajo como representante, tengo la mañana libre y si veo que el suelo tiene el nivel adecuado de humedad, me acercaré mañana o pasado mañana a un bosque cercano a pocos kilómetros de aquí; el cual está justo al lado de una finca rural, una explotación agropecuaria, donde voy a hacer una demostración de mis equipos de desinfección ecológica del agua y limpieza de los edificios que componen dicha explotación.
- ¡Muy interesante eso de la desinfección ecológica!...¿es usted de Burgos?
- ¡No!. Soy de la Comunidad Valenciana, como habrá podido observar por mi acento al hablar el castellano.
- ¡Sí, lo he notado!. Pero por educación debía hacerle la pregunta. Me presentaré me llamó M.A., vivo en Santander, aunque provengo de Madrid. He venido a pasar unos días de merecido descanso a un pueblo de esta provincia, concretamente estoy en Quintanar de la Sierra. Fui allí a oxigenarme un poco, pero especialmente para descansar. Soy profesor de matemáticas. Un amigo venía a hacer unas gestiones a la capital y me pidió que le acompañase. Le dije que sí, pero con la condición que me dejase en La Cartuja, y que cuando terminase su trabajo que me recogiera, para volver ambos a Quintanar...¡a propósito, allí hay grandes bosques y puede que encuentre setas!...
- Sí, lo sé, gracias. Pero me pilla un poco lejos. Voy en dirección contraria, hacia Santander.
- ¡Lástima!
- Sí.. bueno..., no tiene importancia. Olvidé presentarme, me llamó J.V...., ¡encantado de conocerle!..., pero por favor no me hable de usted, soy algo más joven y eso me produce incomodidad.
- Entonces...¡encantado de conocerte J.V.!
La presentación se formalizó con un apretón de manos.
- ¿Qué te parece este paraje..., lo conocías con anterioridad?. Imagino que en Valencia tendréis otro tipo de vegetación, más adaptada al clima cálido y a la escasez de lluvia. Desafortunadamente todavía no la he visitado.
- Sí, allí el bosque suele ser de pinos. Por estas fechas está sequísimo. Este entorno me parece encantador, y respecto a que si lo conocía con anterioridad, te diré que sí. Suelo venir aquí cuando pernocto en la capital burgalesa. Aquí me relajo. Ya visité el monasterio por dentro la primera vez que me acerqué a este bello espacio natural. Me siento bien aquí, estudio los pasos que deberé dar los próximos días. Aprovecho para cargar pilar, para respirar profundamente lejos de la contaminación de la ciudad. Cuando se tiene que mostrar un nuevo producto industrial, un nuevo equipo, no te imaginas las dotes de persuasión y energía que se debe emplear para convencer a los posibles clientes. Todo lo nuevo, casi siempre, lo rechazan “a priori”, pero afortunadamente los que voy a visitar estos días son clientes nuestros y la cosa es más sencilla.
- ¡Tienes toda la razón!... siempre hay que luchar contra la inercia de las cosas. Contra la inamovilidad, especialmente del pensamiento... Yo cuando vengo a lugares como éste suelo emplear mi tiempo en meditar.
- ¿Meditar?, ¿te refieres a reflexionar sobre los temas de tu trabajo o vida?
- ¡No!. Para las cosas mundanas no pierdo el tiempo en estos lugares. Me refiero a meditar sobre conceptos e ideas más elevadas. Podríamos decir que lo que hago es una especie de oración focalizada..
- ¿Oración a quién o a qué?
- Veras J.V., ya que parece que estás en verdad interesado en el tema, me abriré un poco. La meditación que hago es una disciplina mental para comunicarme con la parte sagrada de mi mismo. Pero no exclusiva en mí, sino en todos los seres humanos. Sólo te diré que “todos somos iguales en esencia, pero no en Presencia”..
- ¿...?.
No tenía ni idea de lo que acababa de decirme. Le miré. No parecía ni loco ni iluminado. Parecía una persona respetuosa y coherente, sin duda tendría sus razones para hablar así. Pero a mí todo aquello de partes sagradas o no, me daba un poco de miedo. Como decimos coloquialmente en mi tierra: “de repelús”. Se hablaba tanto de gurús, sectas..., que la verdad este tema prefería eludirlo en mi vida ya que me producía intranquilidad.
Pareciendo adivinar lo que yo estaba pensando, puntualizó mi nuevo amigo:
- ¡Tienes toda la razón al sentir temor!. Todavía hay demasiada credibilidad en las personas, que es aprovechada por falsos gurús y pseudomaestros. Lo mejor es que tu conciencia sea la guía de tu propia vida, ¡ese es el mejor camino!. Puede que sea más lento, pero te acercará a la verdad y..” a... tu... ritmo...” –separando y remarcando estas tres palabras-.
- Parece que adivinas todo lo que pienso. Justo me debatía internamente en el exceso de credibilidad de las personas. En momentos de inestabilidad emocional, al bajar la tónica psicológica, muchos se introducen en peligrosos caminos, dejándose guiar por un tío barbudo de aspecto muy místico, tal vez con traje blanco, con largas cadenas y collares un tanto esotéricos. Unos comienzan a darle a una pandereta o se ponen trajes exóticos y se autoengañan a sí mismos diciéndose que están en vías de la liberación. ¡Esto es sorprendente!. Se abandonan carreras provechosas, responsabilidades con los otros seres humanos y cuando más tarde descubren que se equivocaron, la sociedad no les acepta y estas personas terminan con gravísimos problemas de inadaptación social y personal, acabando muchos de ellos en las drogas.
- ¡Siempre fue así, J.V.!. Esto viene de lejos. Pero has hecho un análisis muy objetivo de la problemática presente.
- -¿Qué quieres decir con eso de que: -esto viene de lejos?-
- Verás..., creo que por tu profesión y modo de vida eres una persona instruida. También debes tener dotes psicológicas, por tanto te voy a dejar un enigma para que lo resuelvas. Si comprendes el mensaje entre líneas que te pregunto, continuaremos hablando, -si tu quieres, claro...-
Hoy tengo un poco de prisa, ya que dentro de un rato, sobre las doce viene a recogerme un amigo. Salimos para Quintanar a esa hora, puesto que hemos reservado mesa en un restaurante de la localidad. Después de comer iremos a hacer fotografías a la zona boscosa donde se encuentran las tumbas celtas. Bueno, en realidad no sé si son celtas o iberas, pero iremos allí... ¡ah sí!, como veo que llevas tu cuaderno de notas y un bolígrafo supongo... ¿no?, quisiera que tomaras nota de los datos que te voy a dar a continuación. Comencemos: Bien..., estudia en la Biblia, Ezequiel 40:5, Samuel 17:4. Después en el índice averigua las medidas en centímetros de los codos normales y los sagrados... ¿vas tomando nota?.
- Sí, sí..., puedes continuar...,¡adelante!
- Conforme. Posteriormente lee a Herodoto de Haliacarnaso, “El Padre de la Historia”, en su libro más famoso, “Los Nueve Libros de la Historia”. Busca en el libro primero los capítulos LXVII y LXVIII. Más tarde en el capítulo 178, que hace referencia a medidas y a ciertos misterios. Y por último averigua las medidas del codo real egipcio. Estos datos están en las grandes enciclopedias, especialmente los referentes a las medidas egipcias y griegas. Puede que encuentres interesante los datos que averigües. Si tienes tiempo, en días sucesivos podremos seguir hablando sobre esa pregunta que antes me has hecho..., ¿te parece bien?.
- Creo que me parece bien. Los datos ya los tengo apuntados en la agenda. Veremos si dispongo de tiempo para investigar en la biblioteca todo lo que me has señalado. Pero no sé si podré volver mañana y los días sucesivos, a encontrarme contigo. Si bien es cierto que tengo cierta libertad de movimientos y horarios, me debo a las visitas pactadas por mi empresa, las cuales fueron hechas previamente por teléfono.
Ante mis últimas palabras M.A. pareció no darles importancia y puntualizó con seguridad: - Yo de todas formas volveré mañana sobre estas horas. Exactamente a las once en punto estaré aquí de nuevo. Recuerda que lo hago por ti y no por mí. Vengas o no vengas te estaré esperando... ¿qué te parece mi ofrecimiento, J.V.?.
Lo cierto es que no tenía excusas. No sabía que decir. La situación era un tanto incómoda. Por una parte me sentía atraído ante este nuevo reto en mi vida, y por la otra sentía inseguridad.
- La verdad es que no se qué decir. Me has dejado perplejo con esos enigmas que no entiendo que puedan significar. De todas formas, aunque no puedo prometerte nada, haré lo posible por venir mañana temprano.
- Ese... “quizás”, entre comillas, es suficiente para mí. Ha sido un placer haberte conocido en persona... ¡Hasta mañana J.V.!.
- También a mí me ha encantado conocerte. Pero recuerda que me debo a mi trabajo y compromisos.
Sonrió... Con el pulgar y el anular se ajustó sus grandes gafas de montura cuadrada. Volvió a mirarme y por último me estrechó la mano. Seguidamente comenzó a caminar en dirección a la puerta principal de La Cartuja, alejándose de mí.
El tiempo había pasado volando. Yo me sentía sorprendido por todo lo ocurrido. Apenas acababa de conocer a esta persona y es como si la conociera de siempre. Me había dado unos datos un tanto extraños que yo tenía bien apuntados. Esperaba tener correctamente los números referidos. Me dejaba con una interrogante mayor y aceptaba como un hecho el que yo regresaría al día siguiente. En mis cavilaciones vi que llegaba un elegante automóvil. Paró, se abrió una puerta y M.A. se introdujo en él. Antes de cerrar la puerta habló con el conductor y señaló hacia mí indicándole algo. Posteriormente se despidió afectuosamente con la palma de la mano muy abierta y cerró la puerta de su lado. Poco después el coche dio la vuelta y se alejó por el camino asfaltado por el cual acababa de llegar.
¿Qué hacer?..., me quedé un rato paseando mientras volvía a releer los apuntes escritos que me fueron dictados muy rápidamente. Ezequiel... Samuel... Herodoto “ Los Nueve Libros de la...”... ¡menudo lío!. Codos normales..., codos reales..., pero parecía que todo estaba bien apuntado.
Después de haber leído todo lo escrito, seguí caminando por el bosquecillo paralelo donde poco antes se hubo marchado M.A. Para ir más libre dejé la agenda que siempre solía llevar conmigo, en el interior de la guantera de mi coche. Siempre me gusta llevar una libreta, agenda o cuaderno de notas. Tomo ideas, escribo pensamientos momentáneos, así me ayuda en mi trabajo. También hago bosquejos y apuntes pictóricos con lápices de colores, de aquello que veo y deba ser plasmado por su belleza o singularidad. Ya en el interior del vehículo el referido cuaderno me alejé de allí y me adentré en el bosquecillo algo más grande que está enfrente de la tapia de La Cartuja, comprobando que efectivamente tenía la humedad requerida para el nacimiento de setas silvestres. Poco después fui al otro más amplio bosque que comienza detrás del monasterio y que se extiende por kilómetros, llegando a la misma conclusión de que la tierra presentaba similares características de humedad y temperatura. El lugar adonde yo debería ir a recolectar estos sabrosos frutos del bosque, se adelantaba unas dos semanas a este lugar, tenía un microclima singular, todo lo cual indicaba que dónde yo conocía, las setas estarían saliendo por todas partes. Si tenía suerte como otras veces podría llenar al menos dos cestas grandes de mimbre que llevaba en mi maletero. Cuando los viajes hacia esta provincia coincidían de mediados de septiembre hasta mediados de octubre, solía regresar a Valencia con una buena provisión de estos suculentos alimentos vegetales. Recordando tales cosas, vi unos vistosos dientes de león, ortiga verde mayor y celidonia que crecían muy apegados a los muros de La Cartuja. Me agaché y cogí semillas de estas especies. Los introduje en sendos estuches plásticos de películas fotográficas. Puse la etiqueta que identificaba: especie, zona de recolección y fecha de recogida y con estos “tesoros del bosque” entré en mi auto, lo puse en marcha y partí hacia la cercana ciudad de Burgos. De camino hacia ella, recordé que todavía tendría tiempo de acercarme a la biblioteca pública antes de que la cerrasen.
Ya en la ciudad aparqué mi coche en la calle Martínez del Campo, a pocos metros de la catedral gótica, junto a una bella mansión. Salí del vehículo y me dirigí hacia la biblioteca. Llegué a la misma, entré y busqué por secciones el lugar donde estaban las grandes enciclopedias, la Biblia y otros libros de consulta. Comencé a ojear...: “ a ver... codo griego..., codo romano..., Biblia de Ferrara “seys codos có el codo y puño...”, Biblia de Collins (UK) “The length of the measuring rod in the man´s hand was six long cubits, each of which was a cubit and a handbreadth”... veamos. Primer Libro de Samuel, “... el músico pastor David, antes de convertirse en rey se enfrentó con su honda al campeón de los filisteos, Goliat de Gat...cuya estatura era de seis codos y un palmo (Sam 17:4). Después busqué los datos egiptológicos, encontrando la toponímia antigua y el valor en milímetros de cada referencia, codo (Meh).... o, x....mts., palmo (Shesep) ..... x mts., dedo (Yeba)...... x ctms., vara (Jet)....x mts., río (Iteru) ..... x kms., todos los datos me iban sorprendiendo cada vez más; no salía de mi asombro, ¡cómo era posible tal tamaño en un ser humano!. Busqué ávidamente en “Los Nueve Libros de la Historia” y allí Herodoto por su parte hablaba de los codos griegos. De las medidas de las murallas de Babilonia, pero lo más sorprendente estaba en los capítulos LXVII y LXVIII. ¿eran ciertos los tamaños de los antiguos héroes?, ¿en verdad existieron?. Seguramente la ortodoxia científica haría caso omiso de estos datos tal como ocurrió cuando se ridiculizó a Heinrich Schiliemann afirmando que Troya sólo era una creación poética de Homero. Entonces se afirmó que Schiliemann era un loco y un visionario, pero él no hizo caso, abandonó una prometedora carrera en los negocios, tomó la gran fortuna amasada y con la piqueta buscó la verdad hasta encontrar las ruinas de la ciudad de Troya, y ... un ¡fabuloso tesoro!. Todo lo que siguió a este suceso fue un camino trillado, más técnico pero más sencillo. El recuerdo de ese alemán genial me hizo recapacitar sobre lo que tenía ante mis sorprendidos ojos. Tomé la calculadora, multipliqué siete codos por 0,462, dándome una altura de 3,234 mts, esto era una medida, pero si la misma la multiplicaba por la otra, entonces siete codos me daba 3,661 mts., y eso que no añadía el palmo... ¡sorprendente!... ¡increíble!... ¿qué me había querido decir M.A.?.. y ¿quién era esta persona tan versada en estos temas un tanto extraños?...y ¿para qué me dio estas pistas?---, la verdad es que me sentía intrigado. Salí como un sonámbulo de la biblioteca con muchos datos en mi cuaderno de notas, y con el dibujo esquemático/comparativo y a escala, de tales seres humanos con el hombre de hoy. La gente al verme hablar sólo pensaría que estaba loco. De camino a mi automóvil iba diciendo en voz alta: increíble.... increíble..., una y otra vez.
Las horas que pasaron después de aquel descubrimiento fueron intranquilas. Pasé la noche dando vueltas en la cama sin apenas dormir. El hotel quedaba en la calle perpendicular a la estación del ferrocarril. Creo que escuché pasar a todos los expresos y mercancías nocturnos. ¿Qué debía hacer el día siguiente para poder volver a ver a M.A.?. Tendría que buscar una excusa coherente con el cliente al cual iba a visitar esa mañana, así como informar a mi empresa. Dormí intranquilo un tiempo indefinido. Al finalizar la noche casi al alba abrí la persiana y justo en ese momento un petirrojo madrugador estaba apostado en la varilla metálica del balcón, desde allí hacía vuelos cortos hasta el césped húmedo del jardincillo que esta en esa calle para procurarse algún suculento insecto. Regresaba una y otra vez a este curioso mirador, esta escena le recordó a mi estómago que tenía apetito. Me dirigí a la ducha, me afeité, me lavé los dientes y poco después totalmente despejado y reconfortado por el agua muy caliente, bajé a desayunar al comedor todavía vacío a horas tan tempranas.
-¡ Hola Miguel!, ¡Buenos días!... ¿en qué lugar me puedo sentar?..
- ¡Hola J.V.!. Te he preparado aquella mesa del fondo junto a la columna, con todo lo que te gusta para desayunar. Ya sabes que la casa conoce tus costumbres..., son muchos años.
- Sí, tienes razón. Ya son años de vernos las caras. ¡gracias por tener lista una mesa!. A propósito, como no hay nadie en el comedor a estas horas, salvo nosotros dos, ¿no te importaría traerme el teléfono inalámbrico para llamar a un cliente y después a mi empresa?.
- ¡Por supuesto que no!. Faltaría más.
Miguel salió del comedor. Regresó al instante con un inalámbrico de bello diseño. Se separó prudencialmente de mí para no curiosear en mis conversaciones. Era un excelente profesional. Minutos después yo ya había llamado a mi empresa y al cliente. A este último le dije que por una cuestión urgente, no podría ir en esa mañana a su explotación, y que si no le importaba que fuera el miércoles por la tarde. Al cliente no sólo no le importó sino que se sintió aliviado, ya que el sábado le habían llamado diciéndole que el martes, es decir el día que yo le llamaba, iría un camión con pienso para los animales, también en ese mismo día debería pasar una cuba para recoger los purines de su cabaña porcina e incluso el veterinario de la Diputación Provincial pasaría a inspeccionar las reses y vacunarlas contra un posible virus que se había detectado en otras granjas de reses vacunas, ¡todo el mismo día!. Este granjero me informó que se sentía algo aliviado pues no me podía atender como correspondía y en verdad le estaba haciendo un favor. Así pues, todo se conjugaba para que yo tuviese el martes libre y toda la mañana del miércoles, insólito pero cierto. Tenía un día y medio para mis cosas.
Hasta aproximadamente las diez de la mañana, estuve en una cafetería que miraba al paseo burgalés, El Espolón, como así se denomina este bello parque. Me tomé mi segundo café con leche de la mañana, muy caliente. Miraba al paseo y vi todavía la brigadilla de limpieza municipal baldeando el pavimento y retirando papeles, vaciando papeleras y barriendo las hojas secas de las plataneras y abedules. Me pregunté porqué se denominaba platanero a estos árboles rudos un tanto feos y que están plantados por doquier, en cualquier ciudad española. La verdad es que no lo sabía. Salí de la cafetería, crucé el río Arlanzón y fui a coger mi coche aparcado en la calle de mi hotel, al otro lado de la ciudad. Partí de allí y me dispuse a ir de nuevo a La Cartuja de Miraflores. Recordé que debía enviar unos datos por fax. Aparqué momentáneamente frente a Correos e hice dicho trámite. A partir de ese instante tenía toda la mañana para mí.
El sonido un tanto afónico y frío de la campana de La Cartuja me recordó que ya casi eran las once. Sin duda dicha campana no tenía la proporción correcta de bronce para que sonara correctamente y con el timbre acostumbrado de 22 partes de estaño y 78 de cobre, algo se había hecho mal... –no sé-...
El sol iluminaba este también soleado día de septiembre. Utilicé el mismo camino de tierra junto a la tapia del monasterio para caminar relajadamente como el día anterior. Vi un pinzón real que comía insectos a pocos palmos de mis pies en el césped natural del lugar. Salvo unas ruidosas y atrevidas urracas, nadie rompía el encantador silencio que yo saboreaba con deleite. Justo eran las once y cuarto cuando volví a ver el coche que el día anterior se llevó a M.A.; paró y vi salir solamente a una persona, un varón de unos 40 años, más alto y delgado que M.A., probablemente era el desconocido que acompañaba a este mi nuevo amigo. Me miró de lejos y se dirigió hacia mi. Al llegar a pocos metros me saludó muy cordialmente:
- ¡Hola... buenos días!,, ¿eres J.V. el nuevo amigo de M.A.?
- ¡ Sí, soy yo!, buenos días...
- Verás, me envía nuestro común amigo para advertirte que tardará un poco. Tuvo un pequeño problema y me envió a mí para decirte que vendrá sobre las doce. Lo traerá un taxi. Yo debo irme ya a Quintanar de la Sierra. Me ha dicho que perdones este pequeño contratiempo.
- ¡Gracias por avisarme!..., no tiene importancia. Lo esperaré paseando por este bello entorno..
- Una cosa más ¿serías tan amable de llevarlo de regreso a Quintanar con tu coche?. Es que yo tengo dificultad para regresar a recogerlo esta tarde.
- No, en absoluto. No es ningún problema. Tengo el día libre. Será un placer.
- ¡Muchísimas gracias!
- ¡De nada!
- Bueno..., ya nos veremos.. ¡adiós!
- ¡Adiós! –y el desconocido se alejó hacia su vehículo. Se montó en él y dando la media vuelta regreso por la carretera que le había traído.
Casi habían pasado unos cincuenta minutos, cuando escuché el sonido característico de un motor diesel mal ajustado o viejo. Los taqués se escuchaban ruidosamente y el ronqueo del tubo de escape señalaba que un vehículo movido por el aceite pesado estaba subiendo la última rampa del camino asfaltado. Efectivamente era un diesel. Un singular taxi burgalés un poco viejo pero robusto, -de los de antes-. Si hubiese pertenecido a la familia equina, éste sería el equivalente a un poderoso percherón. Paró enfrente de la puerta principal de La Cartuja. Vi a M.A. pagando al taxista. Le comentó algo divertido y el conductor rió estrepitosamente. Se despidió de él y salió del taxi.
- ¡Hombre...J.V.!. Ya veo que has podido venir. Sabía que harías lo imposible por volver. Me alegro mucho por tu decisión.
Fue entonces cuando utilizó por vez primera este singular saludo que siempre repitió cuando nos veíamos, pasadas unas horas, unos días, meses u años. ¿sería para recordar a mi mente subconsciente estos gratos momentos?...¿estas vivencias de los primeros días?. Pienso que sí, él no hacía nada sin pensarlo previamente.
- ¡Hola M.A.!
- ¿Pudiste averiguar los enigmas que te señale ayer?
- ¡Por supuesto!..., sabrás que me han sorprendido. Es extraordinario lo que has hecho que averigüe. Aunque no entiendo el por qué de esta búsqueda que tu me has provocado...¿qué propósito tienen los datos que me has dado?
- El propósito último ha sido despertarte, querido J.V., solamente despertarte..
- ¿Para despertarme..., de qué?. Creo que estoy muy despierto.
- Aparentemente así es. Pero sólo aparentemente..., quiero decir: “estás despierto en el plano físico, pero hay más planos además de éste en que ahora nos vemos y tenemos el ser”...
- ¿.....?, ¿a qué te refieres?
- Provoqué un enigma en ti. Ayer te dije que siempre fue así, para señalarte que hubieron otras razas en la Tierra, anteriores a la nuestra. Esos seres, no son fruto de la fantasía; existieron en realidad, aunque en un pasado remoto. La ciencia de los números es uno de los más acertados caminos para acercarnos a la Verdad, que es uno de los conceptos “per se” de lo que las gentes conocen o interpretan como Dios o Deidad. Pero El “El Absoluto”, en su Divina Gloria, nos ha dejado pistas, pocas, pero inteligentísimas huellas para los que saben ver detrás de las apariencias religiosas, filosóficas, históricas o empíricas de una época. Los prejuicios son fruto de la conciencia externa de lo que nosotros denominamos: “mente racional”. La razón pura debe ir más allá de sus propias creencias, más allá de la costumbre o moda imperante en una época para luchar contra lo dicho..., y convencerse a sí misma. Los números son impersonales y un tanto asépticos, por ejemplo si un cubo de oro puro de un metro de lado pesa x cientos de kilos, significa que si lo medimos con otras medidas que por ejemplo quieran decir: 2,2 codos reales, el peso será el mismo. Esto es lo de lo que estamos hablando, los conceptos en que se expresan las magnitudes según la época pueden ser diferentes pero la realidad permanece. El investigador se da cuenta que dichas magnitudes transformadas a escalas métricas actuales son similares, aunque expresadas con otras palabras. Podemos interpretar verazmente por ejemplo lo que los antiguos escribas egipcios narraron con respecto a la capacidad en litros de un silo de grano en el alto o bajo Egipto o los hectolitros del río Nilo por minuto.
- Creo que voy siguiendo tu razonamiento y lo que me quieres decir.
- ¿Entonces J.V.,que conclusiones has sacado?
- Pues..., yo diría casi sin ninguna duda, que muchísimos investigadores a través del tiempo se han dado cuenta que al leer intensa y pacientemente textos bíblicos, papiros egipcios, relatos un tanto velados del pasado, que existen crípticas pistas, pequeñas claves que coinciden en señalar que hubo o hubieron, alguna raza o razas de seres humanos gigantescos con respecto a nosotros.
- ¡Así es!. Como bien indicas, tanto los griegos, como los egipcios, así como los primigenios redactores de la Biblia, nos hablan de lo que la humanidad ha intuido y que todavía permanece en el folclore de muchos lugares, que no es sino una recreación festiva de antiguos mitos, de antiguas realidades, ¿de dónde si no, proviene la tan común fiesta de gigantes y cabezudos en culturas tan distantes y dispares del planeta?. La mente materialista argüirá miles de conclusiones en contra. Unas serias, otras más irónicas, pero el hecho real permanece inalterable. Es ese “algo” que ha quedado en la mente subconsciente de la raza humana actual. Son legados de la antigüedad. Piensa que debemos remontarnos a casi 800.000 años atrás, que es cuando se presume ocurrió el último y definitivo hundimiento del continente atlántico o Cultura Atlante.
- ¿Te refieres que la Atlántida existió en realidad?
- ¡Por supuesto que existió!. Esos pequeños restos, de los cuales se habla entre líneas, son los últimos vestigios de lo que fue la raza atlante e incluso una anterior denominada: lemur. Todo ello está escrito en la memoria indeleble del Planeta accesible a todos aquellos que elevan su conciencia a la vibración requerida y pueden leer por sí mismos la existencia de estos pueblos antiguos, pero no primitivos.

Lo que me estaba diciendo este nuevo amigo era singular. Cierto era que yo había leído algo sobre el tema cuando en el instituto se estudió a Platón, pero se nos dijo que eran fábulas noveladas muy comunes entre los filósofos antiguos. Nadie hasta ahora había encontrado evidencias físicas o restos de aquella antigua civilización, ni los esqueletos de sus pobladores, salvo lo expresado por Herodoto y algunas leyendas del Tibet. Pero el investigador de Haliacarnaso afirmó que sí, que se encontraron restos en la profundidad de la tierra. Puede que ocurriera que la élite antigua conociera estos misterios aunque no el pueblo llano, -como siempre-. Incluso coexistieron dos medidas en una misma época: el codo vulgar y el codo sagrado o codo real, este último de mayor longitud. Sólo conocido por la realeza y los sacerdotes, el cual se utilizaba en la construcción de templos, lugares de culto, santuario o regios palacios. Esas medidas no eran conocidas por el pueblo, por tanto no había peligro de la utilización irreverente de medidas crípticas o secretas. Sin embargo, muchos investigadores del reciente pasado humano como: monjes, sacerdotes, eruditos, copistas y estudiosos de la Biblia, entre otros libros, se habían dado cuenta de estas singulares diferencias métricas... ¿pero para qué todo esto?....
M.A. me estaba mirando con profunda atención, parecía que iba siguiendo mis cavilaciones y pensamientos más profundos. Puntualizó como si nada: “para evitar la utilización malintencionada y dañina de las fuentes sagradas del conocimiento”...,”esto era muy respetado en el pasado..., las medidas y los números eran muy custodiados en la antigüedad. Se pedía total obediencia a quienes debían aprenderlos y manejarlos posteriormente. Esto lo exigía Pitágoras a sus discípulos..., hoy todo esto puede parecer fuera de contexto, pero en la antigüedad era algo común”
- Respeto lo que dices...¿pero para qué tanta preocupación por salvaguardar unos número y medidas si como dices nos acercan a la verdad y a Dios?.
- ¡Sí!. Era y es tan necesaria esa preocupación y más. No porque el conocimiento sagrado aleje al ser humano de su fuente eterna, sino porque antes, éste, debe elevarse. El conocimiento no es peligroso “per se”, sino la utilización perversa de él...,¿tu dejarías que tu hijo de tres años manipulase con sus delicadas manos dos cables desnudos de cobre conectados a un enchufe eléctrico de 220 voltios?—
- ¡Por supuesto que no! –señalé enfáticamente-
- Eso mismo debe hacerse en el acercamiento a lo sagrado. Debe lograrse con esfuerzo, purificando las escorias de costumbres arraigadas en nosotros, antes de que la energía o la fuerza despierte y descienda sobre el ser humano. Eso es lo que se llama iniciación.
- ¿Iniciación?...¿iniciación a qué?
- Iniciación a los Misterios de Dios, o lo que es lo mismo, el acercamiento de la propia alma al Cristo Cósmico, a la cualidad y fuerza viva del Amor que de El emana. A los poderes que le son concedidos a los que están preparados. A los que han sido purificados a través de muchas vidas, para un momento culminante donde el Principio Crístico, esa energía concreta se introduce en la personalidad integrada humana.
- ¿Y si es todo esto tan misterioso o críptico porqué me lo has dicho a mí?..
- Porque tu y yo ya nos conocíamos, aunque ahora no lo recuerdes. Has contactado conmigo en niveles internos y es mi servicio y misión de amor hacia ti y hacia otros que ya irás conociendo, como la persona que ayer me recogió y hoy ha venido a decirte que yo llegaría con retraso. Ten siempre presente que Jesucristo tuvo muchísimos discípulos externos, pero tan sólo unos pocos internos. A ellos les preparó mejor y les dio otros conocimientos. Fueron sus apóstoles, con capacidades casi tan sobresalientes como la suya propia, aunque ellos no habían alcanzado la perfección de su Maestro. Además te diré que los Misterios Sagrados deben irse explicando a las gentes, al menos lo que es permitido decir sin incumplir el voto de silencio. Las Escuelas de Sabiduría están comenzando a exteriorizarse, como así lo ha dispuesto Nuestro Bendito Logos Planetario. Este acercamiento o exteriorización culminará con la realidad de la visita a nuestro planeta de El Cristo y sus Discípulos los llamados Maestros de Sabiduría. Así está escrito, y los discípulos consagrados y de cierto grado entre los cuales me encuentro, y humildemente sirvo a Aquél que ha de venir, tenemos que cumplir nuestra parte de responsabilidad en su Obra de Amor Planetario. Por mi antigua relación contigo es por ello que te he aceptado como aspirante o discípulo menor...,-en aquella época no conocía el significado real de estos términos-,... pero con la condición de que no comuniques a nadie mi personalidad humana, ni siquiera a tus más íntimos. Así se hizo siempre. Es tu compromiso y promesa. En la medida que sirvas, cumplas con tu deber, comuniques lo recibido y te esfuerces y purifiques, yo, como humilde canal de la Luz te iré instruyendo en lo sagrado a su tiempo.
- ¿Dices que nos conocemos... que hemos hablado?...¿pero dónde?
- En otro plano... Tu alma y la mía son del mismo rayo. Aunque vibran en octavas diferentes. El principio eterno tuyo, es decir, tu propia alma, me ha pedido que instruya a su forma externa, es decir: a ti mismo, a tu ser externo, quien te crees en verdad...¿qué me respondes?
Mi corazón no me cabía dentro, ¿era posible aquello?. Cierto era que M.A., no era una Maestro, pero al menos era un discípulo muy cercano a Ellos. Traté de alejar de mi interior la arrogancia de sentirme superior a la media humana, de ser un elegido de los dioses; también M.A. me señaló que en esta época crítica muchas personas de Buena Voluntad recibirían tal honor, reservada a su tiempo a todos los seres humanos. Pero tal honor no era para engrandecer los egos exteriores,-todo lo contrario-, todo era parte de un Plan Sagrado, e implicaba muy gran responsabilidad. Era el comienzo del acercamiento de los Maestros hacia el exterior, hacia el mundo físico. Por tanto debería alejar cuanto antes el gusano del orgullo espiritual que podría roer la luz de mi alma, ya que éste permanecía emboscado junto a los puntos de luz, cual araña que atrapa polillas nocturnas apostada bajo una intensa fuente de luz. En la medida que me olvidase de mi mismo y de que amase a la humanidad como una unidad, como una sola alma, como a mí mismo, por encima de razas, credos, posiciones, culturas...etc., en tal medida mi acercamiento sería acelerado o atrasado hacia el encuentro sagrado de mi mismo: mi Ser Superior, mi Yo Real, mi Alma. Este era en verdad el legado del Padre Eterno a todos sus hijos, creyesen en El o no, le adorasen o no. A cada uno se le abrirían las puertas en una época y vida determinada, pero antes deberían romperse los falsos muros de: intolerancia, prepotencia, separatividad, arrogancia, etc., que cada uno hubiese construido en las edades. Cuando sus obras de servicio amoroso y no sus palabras, comenzasen a vibrar con las virtudes, llegarían a sondear el aura externa de un mensajero, según el color, brillo y pureza de vida y pensamientos, -y no antes-. Dicho mensajero, canal, o guía externo, no era sino un instructor o apoyo momentáneo que focalizaría su energía para que contactase el neófito con su verdadero instructor interno: el alma personal. Muchos quizá, no contactarían jamás con ningún mensajero externo en persona ya que esta época que nacía: Acuario, alejaba antiguas formas de contacto, trabajándose especialmente en forma grupal, pero sin embargo por su fe, constancia y pureza de vida alcanzarían la meta. El referente sería no un amor devocional a un maestro exterior, sino auténtico amor altruista a la humanidad, a toda vida, y a todas las evoluciones de la creación. Debía romperse para siempre en esta nueva Era de Acuario, el fanatismo devocional que caracterizó la anterior Edad de Piscis...

Hacía rato que caminábamos en silencio. Mirábamos la belleza natural del entorno. Cogimos un camino que utilizaban asiduamente los deportistas y los excursionistas. Cada 200 ó 300 mts., habían dificultades pensadas para que saltasen sobre obstáculos, trepasen a troncos de árboles cortados ex profeso, es decir, todo pensado para buenos atletas. Las ardillas estaban corriendo junto a nosotros como sintonizando un momento especial e irrepetible. El aroma y fragancia del bosque se había intensificado, o al menos así me lo parecía. Mi amigo me hizo insinuaciones puntuales sobre aspectos cosmológicos, botánicos, geológicos, etc., -tenía una gran cultura-, muy superior a la mía en aquellos momentos. Hablaba a intervalos. Yo permanecía en silencio..., era todo oídos; pero él evitaba hacerme la pregunta clave. Hora y media después, más o menos, me hizo la pregunta:
- ¿Bien... qué me respondes a la oferta que te hice?
Me resultó chocante. Parecía que utilizara las palabras usuales de mi mundo profesional, el del comercio. Como si en esos momentos tratásemos de bienes de consumo, propuestas de artículos y oferta de unos productos específicos. Yo ya tenía clara la respuesta en mi interior.
- ¡Acepto!... Es sin duda el más grato y elevado ofrecimiento que he recibido en mi vida. Solamente desearía estar a la altura de las circunstancias y ser consecuente con el grado de responsabilidad que a partir de estos momentos voy a adquirir. Si en verdad, y como dices, voy a comenzar a prepararme para trabajar en el futuro para el Plan de El Cristo y sus Maestros desde mi humilde contribución personal.
Me miró en silencio. Era un instante sublime. Se podía cortar el momento, el fragmento del tiempo, cual porción de pan o queso. En mis oídos escuchaba fuertemente el latido intensísimo de mi corazón, era como si este órgano permaneciera expectante y participara en la negociación o decisión externa.
- ¡Magnífico J.V.!...¡Tu decisión ha sido la correcta!. Ahora para quitar tensión al momento y tocar tierra firme., ¿qué te parece si vamos a comer?
- ¡De acuerdo. Vayamos entonces a mi vehículo!..., ¡ah, una cosa más!, ¿porqué no tienes coche... Es que tienes dificultades en la vista?
- ¡Así es!. Tuve que renunciar a conducir cuando terminando la carrera universitaria en Madrid comencé a ver a las personas envueltas en luces de colores. Algunos colores me daban miedo. En aquel tiempo conducía. Recuerdo que ya con este problema, pasó un coche por mi lado. Su conductor estaba indignado con otro que le adelantó, soltó un taco y vi una forma horrible salir del coche. Me fijé tanto que casi me estrello. Entonces vendí el pequeño seiscientos que era mi sueño de estudiante y desistí de conducir. Y aquí me tienes. Soy un peatón a la fuerza. Por aquel entonces no podía controlar esta llamémosle cualidad que hoy utilizo conscientemente..- y se rió sanamente a continuación-

Su sentido de humor era especial a pesar de todas las circunstancias que le rodeaban.

Aquella anécdota me hizo mucha gracia. Ya de camino de regreso a Burgos comenzó a hablarme de esa gracia o don especial que tenía para ver el aura y otras cosas más..., pero ese es el tema de otro capítulo.....

miércoles, 10 de octubre de 2007

EN EL CAMPO DE LA ESTRELLA (2ª PARTE)


“Es un tanto difícil situarnos allá por el año 813 d.C., y comprobar cómo era lo que hoy es la ciudad de Santiago de Compostela. Según cuenta la leyenda, un eremita en lo que quizá entonces fuera tan sólo una aldea, vio brillar por la noche una estrella que se situaba misteriosamente sobre un campo. Aunque no se explica cómo, allí, en ese campo, se encontraron los restos del que fuera Santiago el Apóstol de Cristo, decapitado en Jerusalén por Herodes”. Estos pensamientos me asaltaban cuando visité por vez primera la ciudad de Santiago de Compostela, cuyo casco antiguo, situado en el otrora “campus stellae”, creció alrededor de aquellos santos restos humanos.

Llegué apenas un par de semanas antes. Mi empresa me envió por primera vez a estas tierras y debería estar allí todo el verano, desde mediados de Junio a finales de Septiembre. Alquilé una habitación en la Rua do Sar, cercana a la Colegiata del mismo nombre. Entre mi apartamento y dicha Colegiata existe un puente por cuyos ojos discurre la calle do Sar, que en la parte superior es atravesada por una moderna avenida. Para ir de mi lugar de descanso al casco antiguo tenía que ascender por una empinada calle que termina en la parte alta de la colina, donde se sitúa la zona monumental e histórica. Una vez arriba iba hacia la izquierda hasta un locutorio telefónico, creo que próximo a la Rua do Franco, y por esta calle hasta el edificio de correos. Allí abrí un apartado postal desde el cual enviaba y recibía correspondencia y paquetes. Los fines de semana por la calle referida solía entrar en algunos de los numerosos restaurantes para tomar unos aperitivos y degustar el sabroso marisco gallego. Después de cenar, especialmente los sábados noche, escuchaba las rondallas de la tuna de Santiago que entonces tocaba frente a la biblioteca, cercana ésta a la Praza do Obradoiro. Dicha plaza parece que fue el centro neurálgico de la ciudad en la época medieval, allí se ponían todo tipo de artesanos y hoy en día todavía persiste cierta actividad un tanto lúdica con sus: músicos, titiriteros, gaiteros, mimos, pintores, bohemios y muchos peregrinos de todas las nacionalidades, que sea año santo o no lo sea, llegan caminando a este enclave, dando un toque plástico, colorista y estético al lugar. Sin embargo a mí me gustaba sentarme en la plaza posterior de la catedral, en la Praza da Quintana dos Mortos. De parte a parte de la plaza existe un banco de piedra para que se sienten los peregrinos y todas las personas que así lo deseen. A espaldas de dicho banco existe el edificio de un convento muy conocido: San Paio de Antealtares. Frente a mí veía la catedral, con una curiosa y pequeña puerta tapiada a ladrillos, que creo que era la denominada “Puerta Santa” que se abre los años de Xacobeo, aunque debo admitir que jamás entendí la dinámica de esta peregrinación ni de la liturgia expiatoria. Aunque no soy aficionado a ello, esporádicamente entraba en la catedral, muy especialmente los sábados al mediodía o los domingos, cuando me enteraba que iban a tocar el voluminoso órgano y poner en funcionamiento el Botafumeiro. El espectáculo me sobrecogía un tanto, cuando apoyando mi espalda sobre algún pilar de la catedral, lo notaba vibrar con las notas graves y prolongadas de los tubos gigantescos cuya acústica producían este fenómeno. Pude extrapolarme en el tiempo e imaginar cuales fueron los sentimientos que pudieron aflorar en los peregrinos del pasado, cuyos sentimientos místicos y espirituales les podrían producir una especie de catarsis emocional ya que entonces la sociedad estaba muy polarizada hacia la milagrería y santería. No obstante era una forma de llegar al corazón de aquellas gentes, la mayoría sencillas...

Miré mi reloj, eran ya casi las 12.30 horas de un sábado soleado de Julio. Tuve a bien recordar la maravillosa acogida y recibimiento así como la hospitalidad de todos los vecinos de mi calle, cuando a los pocos días de estar residiendo allí se celebró la noche de San Juan. Como tuve que subir a la zona alta de la ciudad, conforme iba caminando me invitaban a comer sardinas asadas y mariscos diversos, así que una subida de pocos minutos se prolongó en más de una hora y con el estómago a rebosar, -menos mal que aún no había cenado-.. Estos últimos pensamientos afloraron en mi mente porque en esos momentos del mediodía , de la cocina de un bar cercano salían olores a sardinas asadas y también a diversos mariscos. Desde lo silla y mesa exterior del bar que domina la plaza desde lo alto, y justo enfrente de las escaleras que unen los dos niveles de la plaza Da Quintana , estaba esperando un poco nervioso la llegada de mi buen amigo M.A. que días antes cuando le llamé por teléfono a Palencia, me dijo que vendría a saludarme y aprovechar unos días para descansar en Santiago. Como su disponibilidad económica era buena le reservé habitación en el Hostal de los Reyes Católicos , yo sin embargo estaba en un pequeño pero confortable apartamento de estudiantes que pocos días antes se quedó vacío, pero el piso me gustaba. Lo único y verdaderamente importante en esos momentos era que se mantenía y fortalecía un muy alto grado de simpatía y afinidad mutua entre nosotros; digamos que de instructor a discípulo, o como se quiera llamar, aunque pienso que para no caer en la pura devoción del pasado, deberíamos situar nuestro afecto en el concepto de verdadera amistad.
Su puntualidad era británica. Apenas se escuchó la campanada que anunciaba las medias horas lo vi aparecer al fondo de la plaza. Desde mi elevada cota de observación pude verlo acercarse hacia donde yo estaba, con esa elegancia característica en él. Me vio de lejos, me saludó e instantes después comenzó a ascender por los grandes peldaños de tan gran escalera de piedra. Cuando llegó arriba me levanté de la silla, me acerqué a él, le tendí la mano y correspondió con un saludo formal pasando posteriormente a un afectuoso abrazo fraternal.

- ¡ Hombre J.V...., por ti no pasa el tiempo!.
- ¡ Hola M.A. ..., por ti tampoco!. ¡ Menuda chaqueta de lino blanco que llevas...pareces un lord!
- Vanidades J.V...., vanidades...Son mis pequeños apegos al plano material...
Me miró fijamente como solía hacerlo. Se ajustó mecánicamente sus amplias gafas. Sacó una preciosa pitillera de plata y cogió un cigarrillo. Lo encendió y se sentó a mi lado. Levantó la mano para avisar al camarero, el cual se acercó y tomó nota de lo que mi amigo deseaba. Solía tomar jugos de frutas a estas horas. Me quedé mirando su pitillera plateada, él se percató y me dijo:
- Sé que el tabaco tengo que dejarlo...pero recuerda que para que el cristal de un transistor de germanio puro produzca y conduzca corriente eléctrica debe tener algunos átomos de impureza... éstos son mis átomos...(y sonrió).-prosiguiendo a continuación
- ¿Bueno... qué tal tu viaje de negocios por Galicia? . Ya veo que te desenvuelves bien por aquí.
- Si...,bueno, la verdad es que cuesta abrir nuevos mercados y más cuando se ofrece un producto innovador; pero para mí es un viaje de casi descanso, porque no me han dado una cartera de clientes fija o pactada, sino que en este viaje mi misión consiste en hacer visitas, dar charlas y concienciar, para que en una próxima visita otros o yo hagamos las ventas. No obstante opino que esta zona se la darán a otra persona, yo ya tengo mi propia zona de trabajo..
- ¡Estupendo!. Me alegro por tu optimismo. Ha sido una maravillosa coincidencia que estés aquí en Santiago. Sabes que parte de mi familia procede de Palencia, y esta provincia está relativamente cerca de aquí si la comparamos con tu provincia de procedencia a casi mil kilómetros de distancia.
- ¿Te parece que prosigamos aquella interesante conversación que dejamos a medias en Burgos? – pregunté ávidamente.
- Si tu quieres...
- Me comentaste de tu capacidad para ver el aura. Quisiera saber si existe alguna técnica específica para despertar estos poderes o no. Y por otra parte, ¿es natural en algunas personas?.
- Buenas preguntas J.V., veras..., efectivamente creo que es una capacidad no sólo humana. Se dice que muchos animales la poseen, -muy especialmente los felinos y de éstos parece que el gato siamés es el más dotado; pero mi opinión personal es que estas cosas pertenecen al mundo de Dios, a lo sagrado de las energías y del hombre y por ello no es recomendable que nadie despierte estos poderes con ciertas técnicas conocidas por algunas escuelas de pensamiento. Todo está como debe estar..., me refiero a que un día tu como otras personas tendréis la facultad de ver el aura. Pero dicha visión no es sino una extensión prolongada de la visión física, pero una octava un poco más alta.
- ¿Pero que cualidades son necesarias para que se posea esta facultad tan extraordinaria?
- El alma personal, que es el verdadero maestro interno, decide su momento, en una vida determinada. Recuerda que todo es cíclico y es el legado o herencia para todos los seres humanos, tal como lo expresó sabiamente y proféticamente Jesús en Palestina. Yo diría que lo imprescindible es tener pureza de corazón y otras virtudes afines, para que no nos entrometamos ni alteremos los destinos y vidas de aquellas personas que estudiamos con esta facultad espiritual. Sin embargo, no somos objetivos al cien por cien, ya que percibimos reflejados en los otros algunos de nuestros puntos de vista. Siempre “se cuela” algo de quién estudia el aura ajena, así como las formas de pensamiento que acompañan como cometas a todo ser humano.
- ¿Quieres decir entonces que la fiabilidad del análisis depende de la pureza y sabiduría de quién estudia el aura?
- ¡Así es querido amigo!, Pero no te engañes J.V., el hecho de ver el aura no indica precisamente crecimiento espiritual. Es sólo un facultad etérica, -nada más-. Hay que tener pies de plomo con todo lo que sea metafísico o sobrenatural, tal como reiteradamente lo advirtieron en el pasado Max Heindel y el Maestro D.K:, -entre otros-. Fíate sólo de tu intuición y de tu corazón, ahí en tu interior, en lo más sagrado de ti mismo esta tu Cristo Interno, tu Maestro, tu Dios, que es la única guía segura, y no del interlocutor que tengas enfrente,-yo por ejemplo-, diga lo que te diga o haga lo que haga. Ten presente que mentes poderosas pueden hacer en el plano físico lo que Cristo hizo, -El lo advirtió-. Pero eso no significa nada. Estudia sus obras de altruismo amoroso y no sus interpretaciones escénicas. Ese es un buen criterio para desarrollar el discernimiento, palabra tan traída y llevada, pero siempre... siempre, recuerda en fiarte tan sólo de tu propio Maestro Interno.
Me quedé pensativo, un tanto perplejo. En esos instantes de una ventana abierta del convento cercano parecía salir una melodía, aunque pudiera venir de otro lado. Pregunté a mi amigo y éste señaló que era un conocido tema de Haëndel de su obra El Mesías concretamente: “Chorus: For Unto Us a Child is Born”. Puede que la melodía también pudiera proceder de una boda que en esos momentos se celebraba en la catedral, pero la música parecía envolver a todas las personas que estábamos sentadas en la terraza del bar. Mientras yo cavilaba con estas ideas M.A. me miraba fijamente, un poco más arriba de mí cabeza, como para decirme a continuación alguna cosa. Después de un prolongado instante de silencio expresó:
- A veces cuando hablas de Ellos, de los Grandes del Planeta, de lo que nosotros consideramos como sagrado, ocurre que nos envuelven unas melodías que no sabemos de donde proceden, en otras ocasiones se perciben olores suaves y muy naturales a flores, como la rosa, el lirio, el jazmín..., y cuando anochece y el lugar está un poco oscuro te puedo asegurar querido amigo que veo aparecer una luz indefinida, algo así como una neblina luminosa, parecida a una aurora boreal radiante, y casi imperceptible que nos envuelve a todos los que estamos hablando de Ellos. El universo responde J.V., el universo responde ... te lo puedo asegurar.
Sus últimas palabras habían impactado en mi interior. De nuevo el silencio nos rodeó como confabulándose con nuestros propios ritmos.
Tomé el refresco que permanecía en la mesita . Cogí distraídamente mi vaso alargado, estrecho y cilíndrico y comencé a imprimirle un ligero movimiento de rotación. Me abstraje observando los cubitos de hielo que se golpeaban entre sí e impactaban en el vidrio produciendo un melodioso tintineo, todo lo cual producía en mí un efecto sugestivo y ligeramente hipnótico. Miré a la plaza y reconocí a la anciana que cada día a estas horas daba de comer a las palomas. Todos los días traía una bolsita con migas de pan desmenuzadas para alimentar a las aves, y me sentí furioso recordando las campañas de ciertos políticos demasiado etiquetados que mentían descaradamente hablando de plagas de estas aves para justificar su mezquindad y eliminarlas de las ciudades...¿acaso pretendían una ciudad habitada sólo por piedras y coches ?, ¿qué les quedaría a los niños para jugar...sólo bloques de hormigón..?. Esa anciana hacía caso omiso a estas injusticias contra la vida y aportaba su regalo de vida y amor a otros seres vivos. Me sentí identificado con ella por su especial generosidad... Surgió en esos instantes un pensamiento en mi interior, una pregunta que me hacía cuando la veía cada día...¿por qué los seres humanos no aprendemos de estos ejemplos de vida?... De pronto las palabras de mi amigo me sacaron de mi abstracción.
- ¿Has asimilado todo lo que te he comentado?
Sus palabras me devolvieron a la realidad. Fijé el pensamiento que continuaba vagando y le contesté:
- Sí . Creo que se me van aclarando conceptos y las ideas son más sólidas. Aunque no me has dicho todavía si estas cualidades tienen relación con el despertar de los chakras.
- Evidentemente, así es. Los chakras dan poderes, son ruedas de energía más o menos activas. Tanto los superiores como los inferiores...¿aunque por qué decimos superiores o inferiores... si en el fondo todos son divinos?. Pero hay que tener cuidado en aventurarse y emprender iniciativas osadas sin la guía segura de un instructor. No hay que hacer ejercicios respiratorios para que despierten. El amor y las virtudes, son los que en verdad abren las puertas y los poderes del alma. Y éstos, los chakras, no son sino puertas, de energía, pero puertas en sí mismas... En ocasiones el crecimiento espiritual es doloroso ya que puede que percibamos los verdaderos sentimientos y pensamientos que tu interlocutor tiene con respecto a ti. Puede que te odie; lo ves, lo sabes. Ves que intenta despistar haciéndose el simpático, tal vez disimulando con una forzada sonrisa o dulces palabras, pero el que tiene esta facultad ve la cruda realidad, sea cual fuere. De ahí, por ello, el que se tenga que tener amor incondicional a la humanidad, ¡amar al Todo... y a todos... sin importar cultura, raza o color!
- Ahora puedo ponerme en verdad en tu lugar, con verdadera conciencia y comprender las dificultades de las que me hablaste cuando se te despertaron estas, llamémosle, “cualidades del alma”. Y entiendo también las renuncias que tuviste que hacer para “readaptarte”.
- Veo que entiendes J.V.. Tienes toda la razón. Es más duro de lo que parece a simple vista. No es un juego de niños. Estos dones del espíritu son peligrosos en manos de quién no esté bendecido y purificado por el verdadero amor.
- ¿Purificado por el verdadero amor?...
- Sí, pero no el amor que tu entiendes, afectivo de una pareja o a un ser amado. Me refiero que el alma purifica energéticamente a su ser de expresión, o lo que nosotros conocemos como ser humano externo, pero sólo cuando está preparado. Es un aprendizaje muy duro, pero al fin llega un momento en que se puede confiar en cierta medida con el vehículo físico y los otros vehículos: emocional y mental inferior que anima cada alma. Ante todo se debe superar lo que nosotros denominados: egoísmo del corazón.
- ¿......?
Estas últimas cuestiones no las entendí muy bien, pero no me perdía ni una sola palabra. Trataba de interpretar desde mi perspectiva el significado que podría tener aquello de que me hablaba. Casi podía como darse como un hecho el que las experiencias parecía provocarlas el alma. Esta era la mejor maestra. Bellos pensamientos, correctas acciones y gran amor a toda vida se ve que eran las premisas que toda alma necesitaba como “primeros elementos” para el acercamiento a la forma humana y para el nacimiento del Cristo Interno en lo más sagrado de cada corazón humano.
Mi intento de aproximación a esta realidad mayor, la ruptura del concepto e idea de un dios exterior, en otro lugar, había sido reemplazada por la aceptación, al fin, de que lo que buscaba estaba en mí. En lo mejor de mí, en mis mejores principios y acciones de vida. Ya comenzaba a derrumbarse el antiguo muro de incomprensión de viejas murallas de Jericó que en esta ocasión no saltaron por lo aires por estridentes gritos ni por las troneras de unas gigantescas trompetas. Esas murallas se abrieron por el amor, la tolerancia, el entendimiento, la sabiduría y otras cualidades que empezaban a arraigarse en mi existencia..
- Qué vas a hacer esta noche? – me preguntó mi amigo.
- Después de cenar tenía previsto ir a un recital de música callejero. Creo que esta noche cantarán habaneras, en una de las pequeñas plazas de esta zona histórica de la ciudad.... –a propósito-, ¿Qué te parece si quedamos a eso de las ocho menos cuarto a las ocho delante de la catedral y nos vamos juntos a cenar y después vamos a escuchar esos coros de los que te he hablado?
- Bien... magnífico – asintió mi amigo placenteramente.
- De acuerdo. Entonces nos vemos sobre las ocho donde hemos quedado.
- Hasta la noche.
- Hasta la noche – repetí también con agrado ante lo que prometía ser una velada prometedora e interesante.
Mi amigo se levantó, yo fui a pagar los refrescos. Le saludé mientras se alejaba, tenía que hacer unas llamadas telefónicas a sus familiares y a otras personas. Siempre tenía mucha actividad social.
Cuando recogí el cambio ya estaba a lo lejos. Yo marché en dirección contraria hacia una plaza pequeña de la zona alta de la ciudad a comprar fruta. De camino a la frutería conocida me sentí lleno de vida e iluminación. Saludé jovialmente a la señora de la tienda, compré y me dirigí hacia mi apartamento que quedaba a unos quince minutos de allí caminando sin prisas.





o - o - o - o


La tarde iba transcurriendo sin problemas. Los jóvenes estudiantes que estaban hospedados cuando alquilé la habitación, ya habían abandonado el apartamento; solamente yo permanecía en él. Me habían dejado un piso magnífico. Los dos frigoríficos que se compartían por los estudiantes estaban prácticamente vacíos excepto por mis alimentos. Así que allí podía tener siempre mis provisiones sin que apareciesen manos extrañas que pudieran “extraviar” alguna cosa. La cocina era amplia, daba a un patio interior que se prolongaba hacia un terreno de huerta en una colina trasera a la calle, con varios niveles y terrazas de cultivo. Un arbusto de forma un tanto redondeada colgaba de la pared rocosa que servía de contrafuerte de una de las huertas. Allí en ese arbusto , todos los días se colocaba un ruiseñor que hacía magistrales interpretaciones de todo tipo de trinos que en verdad embelesaban. Jamás antes había tenido la fortuna de ver tan de cerca a un ruiseñor. Y éste se situaba apenas a pocos metros de las cabezas de los propietarios de mi apartamento que vivían en la planta baja. Nadie molestaba al pájaro cantor salvo un gato que aparecía esporádicamente por allí. Cuando el ruiseñor lo veía, cortaba en seco sus cantos y se confundía con el follaje. El felino no podía alcanzar el lugar donde crecía el arbusto porque la pared de piedra era casi totalmente vertical y estaba más allá de los saltos del carnívoro. Por el otro lado crecían unas tupidas zarzas con pinchos que servían de disuasorio natural a las incursiones de los gatos.... Mientras observaba la escena calenté agua en un pequeño cazo de porcelana y me tomé mi habitual té de media tarde y volví a apoyarme en la ventana abierta que daba al escenario antes descrito y también esa tarde me extasió la belleza e inspiración de la madre naturaleza que es pródiga en sus obras si se la deja un tanto tranquila. Miré el reloj, sin darme apenas cuenta ya marcaba las siete. Sin dudarlo me fui al baño para asearme como cada atardecer y refrescarme con otra vital ducha de agua fría. Esa tarde era especial para mí. Finalizado el baño y el afeitado y con ropa limpia me dispuse a salir de la casa a eso de las ocho menos cuarto. Entré en mi cuarto y me rocié con un poco de perfume de Paco Rabanne , suave y varonil que me había regalado la dueña de una perfumería y también de una farmacia en la cual di varias charlas de mis nuevos productos.
Conforme iba subiendo la empinada calle Castron Douro, me asaltó un pensamiento o sentimiento de lejanía un tanto premonitorio. Me vi en otro lugar y con una nueva profesión en el devenir de los años, pero como tantas veces me dije a mi mismo: “J.V., controla tu imaginación..., son sólo sueños, nada más que sueños...”. Días antes había estado leyendo los maravillosos versos de Rosalía de Castro y en cierta medida simpatizaba con la poetisa. Con ese amor a sus tierras, a sus tradiciones, con leyendas un tanto misteriosas y cosas así. Al llegar a lo más elevado de la calle tomé la dirección hacia un pub que conocía y a donde iba a escuchar música y tomar alguna cerveza, se llamaba “Pepa a Loba” , aunque hoy no podría asegurar si tal pub seguiría teniendo el mismo nombre. De allí callejeando me dirigí hacia la puerta principal de la catedral de Santiago situada en la Praza do Obradoiro. Efectivamente allí estaba esperando mi amigo; justo enfrente de la escalera que comunica la plaza con la catedral. Inspiré profundamente como para saborear anticipadamente lo que sin duda sería una nueva noche de conocimiento e iluminación.
Me acerqué a mi amigo que se entretenía estudiando con la mirada la singular belleza arquitectónica de este escenario así como las algodonosas nubes coloreadas por un mortecino sol del ocaso que daban pinceladas de color violeta al más amplio escenario cósmico.
- Hola M.A., ¿llevas mucho tiempo esperando?
- No...Apenas escasos minutos. Ya ves lo cercano que está mi hotel.
- Si..., ya veo lo próximo que está de aquí el Hostal de los Reyes Católicos...¡a propósito!. ¿Te gustó la habitación que reservé para ti?
- Por supuesto. Tiene la belleza sobria que tanto me gusta, así como una exquisitez de trato de todo el personal.
- Me lo imaginaba...¿Te parece que vayamos a cenar la típica comida gallega o prefieres algo diferente?
- Prefiero lo autóctono, sabes que uno de mis pecadillos es la comida. Se que debo moderar mis apetitos, especialmente el de esta hierba olorosa a la cual tengo demasiado apego..., me refiero al tabaco rubio americano.
- Te he comprendido querido amigo. Afortunadamente yo ya superé este tema en mi juventud.
- Me alegro por ti J.V.... ¿entonces vamos a cenar?
- Sí, cuando quieras.
Comenzamos a caminar. A los pocos metros nos adentramos en un túnel que delimita la catedral por uno de sus lados. Dicho túnel comunica con una escalera que une las diferentes cotas del terreno y supera el desnivel de la colina. Ya arriba nos dirigimos a un típico restaurante de la ciudad vieja. En el interior del mismo pedimos lo que deseábamos cenar. Ambos elegimos el típico caldo gallego tan reconfortante, aun cuando por la época y el calor pudiera parecer excesivamente calórico. Antes tomamos unos entrantes de sabrosos mariscos: almejas, vieiras, percebes...cocinados a la usual forma gallega, y un sabrosísimo pulpo a la gallega, bastante picante, acompañado con pimientos de Padrón, todo ello : - exquisito -.
- ¿Te parece que pidamos el típico “vino da terra”? – preguntó mi amigo.
- Bueno... pero creo que es un tanto ácido.
- Puede que no te guste mucho, pero considero que es mejor que El Ribeiro para acompañar ciertos platos. A mí me gusta..., le da más fuego a la digestión de los alimentos. Todo con moderación es positivo, pero siempre controlando tu la situación y no que ésta te controle a ti.
El camarero llegó con una botella de “vino da terra”, el cual sería el apropiado para acompañar el segundo plato según el criterio de M.A.. La descorchó y nos escanció una buena cantidad en las brillantes copas de vidrio reluciente.
La humeante sopa de caldo del primer plato fue sabrosa y riquísima. Para el segundo plato yo había pedido calamares rellenos y M.A, merluza en salsa verde. Cuando nos trajeron este segundo plato ya habíamos saboreado el vino tinto “da terra” cuyo sabor un tanto extraño para mí al principio, no resultó pesado a la larga.
Ya una vez en los postres ambos pedimos el típico queso de tetilla gallego al cual lo acompañamos con nueces y miel, a la manera típica de Burgos.
- ¿Qué tal la cena J.V.?
- ¡Magnífica... realmente excelente!
- Sí, ya veo que te ha gustado. Percibo el especial cariño del cocinero en su trabajo. – Le gusta lo que hace - , y eso se nota J.V., se nota por otras cualidades además del sabor.
- Si tu lo dices... ¿...?
Mi amigo quiso invitarme en esta ocasión, pidió la cuenta y pagó tan exquisito menú. Salimos del restaurante y nos dirigimos a una pequeña plaza donde se ya se habían colocado unas 300 sillas para el concierto de coros de la noche. El escenario y la plaza en conjunto permanecía vacío de gente, excepto algunos caminantes y el guardia de seguridad que cuidaba que no se hurtasen los componentes de los equipos acústicos y las otras cosas. El señor fue muy amable. Nos aconsejó que si deseábamos tener asiento en primera línea lo mejor era sentarse y esperar un buen rato, ya que después de las 22,30 horas la plaza se llenaría como siempre solía ocurrir, ya que el concierto comenzaba a las 23 horas.
Decidimos que el señor tenía razón y nos sentamos en las primeras filas, hablando de cosas efímeras y del buen clima que todavía permitía celebrar estas actividades lúdicas y culturales.
Transcurridas las 22.15 horas, la plaza se fue llenando, poco a poco al principio y con mayor número de personas a partir de las 22,30 horas como había vaticinado el guardia de seguridad.
Unos minutos antes de las 23 horas, se conectaron lo equipos electrónicos de acústica. Se encendieron muchas luces en la plaza y sin ninguna salvedad fueron subiendo los componentes del primer coro de la velada musical. Cuando ya estaban colocados en sus lugares respectivos subió el director del coro. Saludó al público, que le aplaudió efusivamente por ser muy conocido por anteriores veladas musicales, subió al atril y sin más preámbulos comenzó el concierto de habaneras.
Realmente los coros resultaron muy buenos y con mucho talento musical. Cantaron con arte diversas melodías de este género musical, el cual me resultaba un poco anticuado para mi gusto. Sin embargo tenía que reconocer que eso no impidió que llegase a saborear la exquisitez de unas músicas preciosas de otra época, cuando Cuba pertenecía al imperio colonial español.
Finalizaron los cantos corales. Nos levantamos y como la noche acompañaba, decidimos ir caminando hasta el auditorio de música de Santiago, que queda en las afueras de la ciudad vieja; en una zona ajardinada muy hermosa, con colinas redondeadas, árboles, flores y cuidado césped. Todo ello cercano a unas lagunas de agua dulce donde entonces había: cisnes blancos, gansos y patos.
- La noche es estupenda... –expresé con agrado.
- Efectivamente... es una de esas noches que apetece caminar y filosofar un poco sobre la vida y esas circunstancias y hechos no cotidianos... – a propósito- ¿cómo te sientes al estar tan lejos de Valencia..., la añoras?.
- No. En absoluto. Creo que he tenido suerte al venir a Galicia y muy especialmente a Santiago de Compostela. Esto ha permitido que nos hayamos vuelto a encontrar... ¿Tu ya conocías esta ciudad con anterioridad?.
- ¡Sí!. Ya vine en diversas ocasiones. Se encuentra relativamente cerca de Palencia, y cuando dejo a mi madre con su familia aprovecho alguna ocasión para venir a Galicia. Y puedo asegurarte que Santiago es el lugar en el cual suelo quedarme por más tiempo. Sin desdeñar otras ciudades y las preciosas Rías Bajas.
- Tienes razón. Las rías son realmente hermosas. – puntualicé con deleite recordando la belleza de los entornos de esos espacios naturales que había visitado unos días antes.
El tema de la conversación se fue derivando hacia los temas que tanto nos interesaban. Ya situados en ellos le pregunté sobre la tan llevada y traída palabra :” Iniciación.” Quería saber qué era en realidad lo que ocultaba este término un tanto críptico y velado.
- ¿La iniciación?, - buena pregunta J.V., verás...-. En si misma indica el inicio hacia algo nuevo y puede hablarse de ella relacionada con actividades cotidianas, laborales e incluso banales, pero creo que lo que tu quieres saber es qué significa -iniciación- desde el punto de vista metafísico y espiritual, ¿no es así querido amigo?.
- ¡Así es!
- Bien..., entonces deberemos aceptar “a priori” la inmortalidad del alma y la transmigración del principio vida autoconsciente de un cuerpo a otro. Así hasta que en una vida de expresión, en un tiempo determinado y después de sucesivos intentos de acercamiento al alma, o Yo Superior, decide ésta y los Seres Superiores que el discípulo integrado, es decir: el hombre o mujer físicos, se encuentra preparado para una renovación y aportación de energía, conocimiento y poder. Porque son poderes los que se transfieren, no lo olvides nunca J.V.. Poderes que se otorgan a través del alma, que es el verdadero discípulo y no el ser exterior.
- Sigo tus explicaciones... continúa...
- Como te iba diciendo, entonces, en esa vida determinada, se eligen dos padrinos y un hierofante. Todos Ellos son Maestros Ascendidos y Discípulos del Cristo. Seres que antes fueron humanos como tu y como yo. Uno de Ellos te ha observado durante varias vidas y decide apadrinarte, pero siempre y hasta la tercera iniciación es El Cristo quién actúa de Hierofante. El es quién demanda energía y quién pide permiso al Gran Ser, al Padre de los cristianos, para que de El se envíe una evocación o envío de energía muy concreta. El Cristo recibe esa energía, la canaliza en Sí Mismo, aportándole su “peculiar vibración personal” y la reenvía a los dos padrinos presentes quienes canalizan la misma, aportando sus vibraciones particulares antes de transferirla al neófito. Dicha energía podría ser demasiado poderosa, peligrosa e incluso mortal si llegase pura al nuevo iniciado...
- ¿Eso es todo?
- ¿Te parece poco? – se calló, meditó unos instantes y prosiguió a continuación: - Es todo lo que se puede decir sin incumplir el voto de silencio de todo iniciado...
Permanecí en respetuoso silencio ante sus últimas palabras. No pretendí saber más. Entendí que había cosas para las cuales no estaba preparado. Bastante hacía mi amigo en darme todos estos detalles. Entonces recordé sus palabras respecto a la tercera iniciación y le pregunté:
- Me has comentado algo sobre la tercera iniciación, ¿qué es lo que ocurre en ella?.
- Sólo puedo decirte que yo tuve la fortuna de tener la visión personal del Señor de los Días, aunque todavía no he pasado la tercera iniciación..., vi al Iniciador Uno, al Bendito Sanat Kumara... cuando lo vi me postré a sus pies y le dije: Maestro..., El me miró con una mirada que nunca jamás podré olvidar y me respondió: ¡ Levántate M.A...., nadie se postra ante los pies de uno igual!. Me levanté, y me puse a llorar de la emoción.
- ¿Cómo es El?
- Recuerda J.V. que su vehículo más inferior es el cuerpo etérico radiante, no el físico, Hay tantas leyendas que hablan o hablaron de El..., su conocimiento se veló muy especialmente en las leyendas y cuentos de todas las épocas. En especial me gusta ese de las Mil y Una Noches, que le describe como un Príncipe Azul... ya que ese parece ser el tono de su piel, que yo mismo vi, si es que pudiera denominarse piel a la expresión radiante de un Ser tan Perfecto, que posee tantas perfecciones. Parece ser que su raza procede de Venus. Se dice que allí hubo hace millones de años una civilización como hoy hay una aquí en la Tierra. En apariencia es un poco más bajo de estatura que la media de la raza humana...
M.A. se calló. Yo no quise romper este silencio. Caminábamos en total silencio en dirección al auditorio y a los bellos parajes antes descritos donde se ubica este edificio. De pronto mi amigo comenzó a mirar a derecha e izquierda, a ambos lados de la amplia calle. Como haciendo esfuerzos para no romper el sagrado momento en que nos encontrábamos, al fin comentó:
- En estos momentos al hablar del Más Grande del Planeta, toda la vida circundante responde: Hay una luminosidad etérica que nos está acompañando unos 15 ó 20 metros por delante y otros tantos por detrás y así como por ambos lados. Esto que te digo es totalmente cierto.¡lástima que no puedas verlo como yo!...
Apenas acababa de decir estas palabras cuando del fondo de la calle surgieron cuatro hombres, aparentemente parecían jóvenes de unos veintitantos años, pese a la distancia y a la poca luz. Casi diría que su aspecto era un tanto extraño y hostil por su rudo caminar. Pudiendo ir por cualquiera de las aceras laterales se colocaron justo en el centro de la calle como nosotros. Si seguían ese camino chocaríamos ambos grupos. La distancia se fue acortando hasta quedar a unos escasos 50 metros. Ahora sí podía distinguir sus rasgos y actitudes, evidentemente mi primera apreciación fue la correcta. Sin duda, intentaban algo malo. Nos acercamos a una de las aceras laterales de la calle y ellos en la distancia hicieron lo mismo. Por tanto no me equivocaba de su actitud beligerante. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Miré a mi amigo y ambos callados seguimos caminando hacia ellos. Apenas quedaban sino unos pocos metros cuando casi a la distancia de tocar sus cuerpos, hicieron algo insólito. Saltaron a los lados y en direcciones divergentes como si algo o alguien les hubiese dado una potente sacudida eléctrica en la espalda o nalgas. Nos miraron con terror, -esto lo puedo asegurar-. Aceleraron su paso y cuando estuvieron a nuestras espaldas salieron corriendo como si un toro bravo les pisase los talones.... Me sentí aliviado. Mi corazón bombeaba más tranquilo. Miré a mi amigo y éste me dijo:
- ¿Has visto eso?
- ¿Qué si lo he visto?. ¡ Por supuesto que sí!. Te juro que pensé que iban a atacarnos con algún arma y a robarnos.... no pensé tanto en lo del dinero sino en que peligraba mi vida..., nunca me ocurrió algo así.
- Aun sin ver el aura has tenido una apreciación correcta. Algo en ti te ha prevenido.- y matizó a continuación: - Te puedo asegurar que observé sus auras. Eran de un color rojo sanguíneo mortecino y amenazador de muy bajo nivel. Sin ninguna duda nos iban a asaltar. Por otros matices del color intuyo que llevaban intenciones muy, muy negativas con respecto a nosotros..., pero al llegar a pocos metros la energía de bendición del Gran Ser nos ha protegido, - te lo puedo asegurar-, esa Energía ha enviado un mensaje a sus cuerpos y éstos han cambiado, horrorizados su camino. Han visto la poderosa Luz del Maestro de Maestros y el miedo les ha paralizado y aterrorizado.
Pensé que lo que decía podría ser cierto. Sentí ese miedo paralizador cuando esos personajes se acercaron hostilmente a nosotros. Algo en mí me decía que llevaban armas, pero eso no lo podría afirmar.
- Te lo dije J.V., la Luz del Maestro es algo real. Cada vez que hablas de Ellos aparece esta luz. Hoy, sin nosotros quererlo, hemos tenido una muestra práctica de su poder.
Me sentí aliviado y más tranquilo. Llegamos hasta la zona donde se ubica el Auditorio de Santiago y la conversación continuó durante un largo rato. Después regresamos a la ciudad hablando de lo ocurrido. Yo no podía entender ese Poder y ver esa “luz” de la cual hablaba tan expresivamente mi amigo, pero aquel recuerdo me marcó para siempre y todavía, a través de los años, lo llevo en mi corazón.
Hoy, años más tarde de aquellos hechos, en otras circunstancias de vida y ya desaparecido mi gran amigo e instructor, sé un poco más de las cosas del mundo de Dios, que antes de conocerlo. Este gran amigo, M.A., hizo que se me abriesen de par en par las puertas a una nueva realidad, más amplia y definidamente sagrada y eterna. Porque todo lo que enmarca las Vidas de estos “Seres”, es algo que se escapa a nuestro común raciocinio y está muy por encima de lo que podemos imaginar.







o – o – o – o




EPILOGO


Poco queda por narrar de mis experiencias con M.A., pero si es cierto eso de que existe una dimensión más allá de la muerte, denominada Devachán, donde se dice que descansan y recuperan las almas iluminadas; allí estará descansando, sin duda, el alma de mi amigo, hasta una próxima expresión de vida en el plano terreno y físico.
Creo recordar como un lejano eco sus últimas palabras de aliento e instrucción, la postrera vez que le vi en vida:

“ ... Querido amigo..., cree siempre en el Amor, como algo sustancial, real y omnipresente. Sea cuales fueren las circunstancias futuras de tu vida, entorno familiar, personal, económico y social. Llegue a ti la gloria y fama o la desgracia y desdicha. Todo esto es efímero y pasajero. Recuerda que si crees en él, en ese Amor, éste a la larga te bendecirá mucho más de lo que tus más exaltados sueños pudieran imaginar, - ya lo verás-. Ese Amor es el mismo que El Cristo expresó en su máxima pureza, y como bien afirmó el Maestro Amado, comprobarás que éste es el Camino, la Verdad y la Vida...”



“También a ti querido amigo, va el agradecimiento y reconocimiento de mi corazón” .
“IN MEMORIAM”
Abril 2005

SIRIS Y LA CIUDAD


....Porque existen relatos que nacen del alma, transpasando las fronteras del corazón, donde se mezcla, la inocencia, el conocimiento, los embates de la vida, la lucha por la supervivencia, del día a dia cotidiano...la admiración, el respeto y sobre todo el amor. Todo ello ha querido plasmar mi apreciado amigo en el sendero, J.V. con elegancia y sencillez.
...Como decia Antoine de Saint Exupery: Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección. Justo esa dirección es la que encontraron Siris y Dario.


La joven Siris había venido de provincias hacía unos tres meses. Era natural de un pequeño pueblo de esa parte de la Península Ibérica golpeada sin piedad por el tórrido sol veraniego de la antaño conocida como La Mancha del Quijote. Era la mayor de cuatro hermanos, dos hembras: Eunice y Actea y también del pequeño varón Ganímides. Llevaba sobre su espalda a pesar de sus recién estrenados veinte años, la responsabilidad de sus hermanos y de su madre enferma. Su carácter era maduro, de ademanes austeros, mirada profunda pero limpia, quizás evocando esos atardeceres fríos invernales de la estepa manchega de la cual venían sus raíces. Contrastaba en su rostro unas exquisitas gafas de diseño italiano, de lentes redondeadas, engastadas en montura metálica de varilla de color negro mate con salpicaduras de pinceladas doradas que le daba un toque muy intelectual a su rostro sonrosado juvenil de rasgos asiáticos.
Había llegado a la capital como tantas personas autóctonas del país o foráneas, en busca de mejores oportunidades laborales que las que le podía ofrecer su pequeña población agrícola de provincias. En sus estudios fue una alumna brillante; terminó su bachillerato con buenas notas, accedió a la universidad y se matriculó en la carrera de Historia del Arte. Su perfil psicológico entonces era muy equilibrado, no como el actual que tanto le afectaba. Ya casi había terminado el primer curso cuando la avisaron de la fatídica noticia del fallecimiento de su padre en un accidente laboral, -volcó el tractor en el cual labraba a jornal los campos-. Era labrador y el único sostén económico de la familia. Dicho conjunto familiar se vio de repente muy alterado. No sólo en lo emocional sino en sus recursos básicos, ya que todos dependían económicamente de él. Su esposa y madre de Siris había quedado medio inválida años antes por unas fiebres reumáticas recurrentes, por ello se llamó a la hija mayor para que asumiera en lo posible el papel de sostén económico familiar, puesto que a la madre apenas le quedó sino una mísera pensión por viudedad pues su fallecido esposo era trabajador autónomo por cuenta propia aunque esta figura laboral permitía no sin cierto descaro por la administración del estado, que las personas pudieran completar sus escasos sueldos con trabajos en otras explotaciones de amigos y vecinos...-la tierra no daba para mucho-... se decía en las charlas de la cantina local. En cuanto al tema del seguro por accidentes agrícolas, apenas cubrió sino los gastos del sepelio y poco más, así eran las cosas para este colectivo humano y laboral.
La valiente Siris había llegado a la gran urbe, como antes dijimos, hacía pocos meses. Con mucha ilusión por poseer un brillantísimo expediente académico y un personal bagaje intelectual, pero lamentablemente carecía de experiencia laboral. Cuando partió de su terruño cogió pocos pertrechos personales; mucha más responsabilidad, y una billetera con bastantes ahorros para la sencilla vida del campo, pero pocos para la gran ciudad, para la tan frecuentemente denominada, “selva urbana”. Le dijo a su madre que lograría ser algo importante, -todos los jóvenes decían lo mismo al partir de su ciudad natal-, aunque no sabía el qué, y que además sacaría adelante a toda la familia. Sin embargo tenía a su favor su innato talento, su especial sensibilidad y ternura naturales, y poseía una gran belleza femenina. A pesar de estas cualidades, la habían hecho débil en un mundo ruidoso matizado por desgracia, por la ley de la competencia, o lo que era lo mismo, la sociabilización de la ley selvática de la fuerza, cuyos claros exponentes eran las oposiciones o exámenes de competencia, -justificaban así los estamentos oficiales-, para conseguir un buen puesto de trabajo. En ese mundo urbano importaba demasiado la ficticia imagen exterior la más de las veces, mucho vacuo y vacío “glamour”, antes tal vez que una buena preparación académica, -así iba el mundo-. Existían demasiadas zancadillas entre compañeros..., ¿compañeros?...; con el fin de trepar a lo alto a toda costa, olvidando lo que significaban las palabras: amistad, cooperación, compañerismo, hermandad, solidaridad... , aquella ley de los fuertes no era sino también otra adaptación moderna o sublimación de aquella otra y lejana denominada: ley de supervivencia. Pudiera ser que el alma de Siris, si es cierto acaso, que las almas renuevan o cambian de cuerpos como nosotros de hogares, recién viniese de un mundo más sencillo y natural, tal vez por sus rasgos asiáticos puede que su última existencia hubiese sido en las suaves llanuras onduladas y verdes de Mongolia o Asia Central. Incluso su cabello llevaba impreso en sí, la impronta, esa sección redonda característica o resto genético de la raza perdida de la Atlántida, o cuarta raza raíz humana, que pobló según dicen las leyendas, un gran continente en lo que hoy es el Océano Atlántico, aunque la arqueología oficial no aceptara este hecho plausible todavía, al no encontrarse los restos sumergidos de esta gran civilización. Según los vedas, nuestra actual raza era la quinta denominada Aria, con sus subrazas respectivas, todas ellas por el contrario tenían la peculiaridad de una sección oval en sus cabellos, pero como siempre, todo esto debería ser investigado en el futuro por la ciencia. Así tal vez, pudiera comprenderse por qué Siris en esta vida actual no se hubiera adaptado al más vertiginoso ritmo social de occidente. Ella se veía en su fuero interno y a sí misma, como una intrusa, como una desplazada. Pese a esa inseguridad, irradiaba lo que era ella misma, -inocencia-, que la hacía un tanto voluble y cuya característica la irradiaba por los cuatro costados. No obstante todavía era portadora de algo hermoso: la pureza y la transparencia de lo incontaminado y limpio: en su corazón, en sus pensamientos e ilusiones.
Al acostarse por las noches temblaba de miedo, por la tensión acumulada cuando veía menguar vertiginosamente el grosor de su cartera. Ya apenas le quedaban sino unos pocos billetes de 10 euros, y no tenía con qué afrontar el cuarto pago del alquiler del piso compartido con otras chicas estudiantes. En sus enfebrecidos sueños la frase, “mundo laboral”, la asediaba y transtornaba cual si de un ser maligno se tratase, dejándola extenuada al no permitirle un total descanso. Le faltaba la experiencia práctica, esa seguridad natural de la gente valiente, o mejor adaptada al entorno urbano, luchando si era preciso con uñas y dientes para conseguir dinero, -esta loca creación humana-, en cualquier actividad laboral por muy dura y un tanto denigrante que pareciese al principio. Dichos luchadores por la vida de ambos sexos no tenían grandes sueños.
Sus retos eran solamente llegar a fin de mes. Casi todas las gestiones que hizo Siris por las oficinas de empleo temporal fueron infructuosas, se le exigía experiencia y conocimientos para trabajos de: oficina, servicios, hoteles, etc., y existían veladas formas, demasiadas ofertas para camareras con... “buena presencia física, joven y liberada”... ¿liberada de qué?..... Cierto era que nuestra amiga tenía un bello cuerpo, todavía con un toque de encanto juvenil asiático, pero no le tentaban estas ofertas. Buscaba su lugar, un verdadero empleo, estable y seguro, un real anclaje profesional. Hasta la fecha no había logrado nada importante, sólo esporádicos trabajos de camarera los fines de semana en discotecas, ayudante de cocina, limpiadora, cuidadora de niños, ancianos y enfermos por la noche o por el día..., aun cuando ella no criticase tales dignas actividades, no eran sus expectativas laborales, ¿para qué se había esforzado tanto en sus estudios?, ¿para qué toda su cultura?..., dichos interrogantes le hacían daño. Si bien no pudo terminar la carrera que comenzó, -muy a su pesar-, ella sabía que valía, que tenía talento y deseaba demostrarlo al mundo. Todo ello se conjugaba más y más en su contra y la sumía en la más oscura y profunda tristeza. Desesperada...
una tarde de hastío, decidió tomar un tren de cercanías que partía para una localidad en el extrarradio de la capital..., visitó la ciudad y al regresar...
Darío era un hombre joven de buen aspecto, tenía treinta y siete años, y hacía dos años que se había separado de un desafortunado matrimonio. Llevaba trabajando activamente desde los dieciocho, primero para otros, ahora para sí mismo. Era artesano, de inteligencia práctica y equilibrada, se había adaptado no sin conflictos, a la vida moderna de la ciudad. No le gustaba tanto ruido pero en su fuero interno se daba ánimos diciéndose, “de algo hay que vivir”. Añoraba los espacios abiertos donde volaban las águilas, los bosques, los prados verdes..., pero entre el tráfico urbano se permitía cíclicamente mirar al cielo limpio y azul. Esto le servía de válvula de escape psicológica y de terapia personal, -cada cual tenía la suya-. Ensimismado como estaba, pensando en un proyecto artístico bajó del tren de cercanías, se dirigió a la escalera mecánica que comunicaba el anden inferior de las vías con la planta superior de salas de espera, servicios, cafeterías, lugar de esparcimiento... y vio ante sí que a una joven vestida con un precioso suéter de lana fina color malva, se le acababa de caer un libro del bolso sin que ella se hubiese percatado del extravío. Se apresuró, y lo recogió del suelo, miró su título por curiosidad: “MOMO”, -hmmm, curiosa lectura y oportuna en algunos casos, “pensó para sí”, recordó brevemente el mensaje de este libro muy atrás en sus recuerdos-, y se dirigió con largos pasos hacia la joven la cual se había alejado algunos metros. Al llegar a su altura, le tocó con delicadeza en el hombro a la vez que le dijo...¡señorita!...¡señorita...., se le ha caído un libro!...
La joven aludida se giró, miró al caballero que le hablaba y reconoció que efectivamente era su libro. Algo en la situación o en sus recientes pensamientos la conmovió y no pudiendo reprimir sus lágrimas se sintió invadida por una súbita tristeza y desánimo, extraña mezcla del miedo y la responsabilidad de sus últimos días todo lo cual hizo que se le nublasen los ojos.
Darío notó la consternación de la joven y le preguntó:
- ¿Le ocurre algo?
- No..., no se preocupe, - añadiendo un tanto confusa y avergonzada: ¡gracias!
El caballero reiteró la pregunta:
- ¿Le puedo ayudar?
- No es nada.... no me ocurre nada...
- Permita que le acompañe un momento hasta que se recomponga, si es que siente mal por alguna causa. Confíe en mí..., no tema. Puede apoyarse en mi brazo.
Ya habían llegado a la altura de la siguiente escalera mecánica que subía al segundo nivel de la estación. Ambos llegaron a ella y subieron sobre los escalones estriados y móviles de este ingenio mecánico. La escalera les había subido a la planta superior. Entonces ella le tomó del brazo, y en total silencio se dirigieron sin mediar palabra hacia la cafetería-restaurante de la terminal, la cual dominaba panorámicamente los andenes inferiores y un gran tramo de vías. Una vez dentro de este servicio hotelero se sentaron al lado del gran ventanal acristalado, y poco después sin presentarse siquiera, Siris exteriorizó su dolor y le expuso brevemente a su acompañante su problema personal. Necesitaba hablar con alguien. Le contó lo del fallecimiento de su padre, de la precariedad económica de su madre y hermanos..., también le comentó que a su padre le encantaba la historia, especialmente la griega, y que ella y sus hermanos tenían por ello nombres de la antigua mitología helena. Darío estaba en total silencio compartiendo ese dolor con un sentido y verdadero recogimiento de corazón. Recordando tal vez pasajes parecidos en su experiencia de vida.
- No se preocupe señorita...¿señorita?..., -le preguntó con mucho tacto de palabra y forma
- ¡Siris!. Mi nombre tal como le dije antes, es de origen griego. De una nereida, hija de Nereo, un dios mitológico del mar. Mi madre se llama María y mis hermanos: Eunice, Actea y Ganímedes. Las dos primeras son chicas de 13 y 11 años respectivamente y el pequeño Ganímides, un precioso niño de seis años. – y matizó a continuación: ¡por favor tuteémonos!
- De acuerdo Siris, como quieras. Me llamo Darío.
- ¿Darío?..., si mal no recuerdo es el nombre de un antiguo rey persa que fue muy grande en su tiempo. Que dejó una gran inscripción en la ladera de una colina. Lo estudié en mi carrera universitaria.
- Efectivamente así es.
Ella con toda familiaridad y cariño reconociendo el gesto de expresa amabilidad y cortesía de Darío hacia su problema personal, especialmente por escucharla respetuosamente, acercó sus labios al rostro del joven y le beso en la mejilla en señal de agradecimiento, reiterando de palabra el favor recibido.
- Gracias de nuevo
- De nada. Es mi deber como humano. No tiene ninguna importancia
El artesano se sintió un tanto halagado por tal muestra de afecto y continuó animando a la joven:
- Es natural todo lo que te ocurre, y en tu caso personal hay un gran problema añadido. Se nos exige demasiado. Se nos bombardea por la televisión y los otros medios de comunicación con falsos valores, que si... la vida es fácil, que todo es posible conseguirlo pagando tan sólo “x” euros al mes, etc., se nos pinta la existencia con bellos sueños pero casi imposibles de alcanzar. Por ello, a veces los sueños, aquí en este gran escenario: la gran ciudad, chocan con las realidades personales, se golpean con saña los unos a los otros , y esto rompe el equilibrio psicológico de muchas personas. Pero yo te digo que no debes preocuparte, mi joven amiga, te ayudaré a canalizar si es que me lo permites, esa fuerza joven, tus sueños, colocando pieza a pieza, trozo a trozo, el gran rompecabezas desordenado que ahora te produce tal consternación.
En eso llegó el camarero. Se llamaba Raúl da Silva, era brasileño. Muy simpático y agradable. Sentaba muy agradable el escuchar ese siseo fonético y rítmico que imponía a su lenguaje cuando pronunciaba ciertas palabras del castellano. Se dirigió a los dos amablemente, como era él y les saludó:
- ¡Hola Darío!... ¡hola señorita!
Posteriormente, mirando a su cliente habitual y también amigo, le hizo la pregunta que solía utilizar cuando le veía:
- ¿Qué tomarás hoy...., lo de siempre?
Darío asintió con la cabeza. Raúl miró ahora a la joven modificando y embelleciendo la pregunta:
- ¿Y esta bellísima señorita tan preciosa y elegante que va a tomar en la cafetería gestionada por Raúl?
- Tomaré un té con limón y dos pastas para el té..., justo de aquellas que tiene en la vitrina del mostrador de pastelería.
- ¡Magnífico!. Buen acierto señorita. Son pastas brasileiras hechas por mi esposa...¡le encantarán!.
Se marchó a por el servicio. Ellos continuaban hablando. Regresó al poco rato con el pedido. Para ella llevaba una tetera humeante, la taza, los cubiertos y las pastas. Y para Darío lo que nuestro amigo solía tomar cada día a media tarde.
La chica miró que sobre las tostadas había una especie de crema o pasta extraña y curiosamente quiso saber que era aquello.
- ¿Qué es lo que llevan esas tostadas?
- Es crema de sésamo y en el recipiente de cristal hay mermelada de grosella negra. Puede que no sepas que el sésamo es quizás uno de los mejores alimentos que exista para el cerebro. Posee unos ácidos grasos o neurotransmisores que renuevan y revitalizan las células cerebrales y nerviosas de todo el cuerpo, incluso algunos creen que regeneran la médula ósea. Y la grosella negra, especialmente su aceite esencial, posee un agente bioquímico o catalizador que regenera el metabolismo hepático, pudiera decirse que lo rejuvenece. Aunque dicho elemento está en el aceite, mi opinión personal es que está también presente, pero en menor porcentaje en la mermelada, en el propio fruto, ya que es la misma planta. Y suelo acompañar esta llamémosle: “terapia alimenticia” con una tónica, porque dicha bebida lleva extracto de quinina, que es posiblemente el mejor remedio contra la malaria, actúa más o menos como una sustancia inmunológica, no tanto como la “equinnacea”, pero casi tanto como ella y por tanto aumenta las defensas orgánicas.
- Me parece interesante lo que me dices, ¿pero no será peligroso todo esto?..., me refiero a la automedicación
- Bueno..., no es automedicación en absoluto. No llego al extremismo de ser hipocondríaco siempre pensando en las enfermedades y los males que asolan a la humanidad. Ten presente que en la dosis adecuada todo es positivo. En el equilibrio como en toda cosa, está la sabiduría, el saber hacer. Yo tomo sólo una tónica al día que actúa en mí como de sustancia protectora e inmunológica natural. Pero no abuso porque sé que las sustancias vegetales, pese a lo que se diga, no son inocuas del todo,- y enfatizó con mayor volumen de voz: ¡el equilibrio!..¡el equilibrio!..., eh ahí la palabra clave.
Siris le miraba con atención. Darío comió sus tostadas untándolas con la negra mermelada. Bebió su tónica y después se comió el trocito de la corteza de limón que acompañaba la bebida tonificante. Antes de introducirse en la boca la rodaja de limón separó cuidadosamente la pulpa blanca de la corteza amarilla.
- Aquí, entre la corteza exterior de los cítricos y la pulpa interna comestible existe este tejido blanco y amargo, que sin embargo, posee otro más de esos “ladrillos biológicos” para construir un cuerpo sano y fuerte. Dicha sustancia tiene la facultad de reconstruir o regenerar las paredes de las venas y de las arterias corporales.
Conforme hablaba Darío, la joven iba sintiéndose más y más a gusto. Él simplemente era diferente. No hablaba del chismorreo televisivo o de los personajes deportivos de moda o de los artistas del cine o cantantes famosos tan asiduos en los medios informativos.. simplemente tenía otra onda.
Pareciendo adivinar lo que ella pensaba el joven dijo a continuación:
- Mira Siris, aunque veas en mí algunas cosas un poco raras, ten por seguro que te encuentras frente a un hombre honesto, honrado, medianamente inteligente y muy trabajador. Además soy también un singular hombre de negocios. Poseo mi propio taller de vidrio artístico, muy artesanal, lo confieso, pero me gano la vida bastante bien y me permito cierta libertad de movimientos. En ti también percibo a alguien especial, me has contado abiertamente, cosas muy personales sin apenas conocerme. No todos lo hacen. Te has abierto a mí. Desearía proponerte que fueras mi colaboradora, que trabajaras no para mí sino conmigo..., en estos momentos necesito a una persona ya que desde hace algo más de un mes, me quedé sin secretaria y hasta la fecha no he encontrado a la persona adecuada. Una persona que ordene mis papeles, lleve mi oficina, que atienda el teléfono cuando yo no esté, que recoja y envíe correspondencia y cosas por el estilo..., ¿tu que opinas?.
Mientas el hombre joven hablaba, ella le estaba escuchando con verdadero interés. Apenas escuchó las palabras sobre la posibilidad de trabajar con él un gozo interno comenzó a darle nuevas dosis de la vitalidad perdida en los últimos días. No sabía si saltar de alegría o no, ¿era posible tener tanta suerte, se preguntaba incrédula?.En su fuero interno, en el propio corazón, una débil voz interior le decía que tenía ante sí a un ser fiable y honesto, tal como decía. Todavía confusa por las palabras y las interrogantes que la asaltaban preguntó titubeando...
- ¿Y... en qué consistiría .... mi trabajo?
Raúl el camarero regresó en esos momentos a la mesa de los dos jóvenes llevando el cambio en el platito de vueltas y dos chocolatinas con publicidad de su establecimiento. De pronto hizo un gesto malabar como para materializar de la nada algo inexistente y “apareció” una hermosa flor blanca que llevaba oculta en la espalda, y ofreciéndosela a Siris le dijo: ¡para vosé senhorita!, en un correcto portugués. Era un precioso clavel que le agradó a la chica, la cual se sintió doblemente reconfortada y animada por tan bello gesto del camarero y por la transparencia de su nuevo amigo, al cual parecía conocer desde siempre.
Darío tomó las vueltas del platito y dejó algunas monedas sueltas como cambio. Sonrió y elevando el volumen de su voz casi convertida en una declamación teatral expresó:
- ¡Toma “ a gorjeta “ bribón! –señalando a continuación -..., las clases lingüísticas del idioma portugués-brasileño de mi amigo Raúl me resultan muy caras...., entre las consumiciones y las propinas del profesor no-académico Raúl da Silva, podría pagarme holgadamente dos carreras universitarias.
El camarero le miró, se dio por aludido y rió abiertamente. Cogió el servicio y limpió la mesa de los dos jóvenes y al marcharse contorsionó el cuello muy teatralmente, volteándolo exageradamente con desdén, pero con una muy visible sonrisa, para que todos los clientes de la cafetería se percataran que era una escenificación, una broma entre dos amigos, una caracterización hacia la llamémosle: ignorancia de su pupilo y amigo Darío.
Siris estaba gozando de la escena, de la teatralidad. Allí se sentía muy bien; ambos eran geniales.
Cada uno a su estilo. En su fuero interno sabía que ese era su lugar y su gente. Sentía, percibía, afloraba a ella, la humanidad de estos nuevos amigos que se reportaban mutuo afecto. Inspiró con fuerza a través de ambas fosas nasales tomando mucho aire en sus pulmones como para saborear el momento mágico y llegar a una relajación posterior.
Desde la mesa en la cual estaban sentados, Darío hizo un gesto de rotación con su dedo índice para que tras la barra lo comprendiese Raúl, el cual lo comprendió instantáneamente, poniendo un conocido “cd” de música brasileña en el equipo musical. Era el disco que tanto gustaba a su amigo. Cuando poco después comenzó a escucharse la cadencia poética y musical comentó a la joven...
- Esto, lo de las propinas, son minucias. Lo importante es el trato de palabra. El respeto a la dignidad del interlocutor. No importa si está reconocido socialmente o no lo está, que tenga o que no tenga un alto estatus. “Todos... – como sabiamente expresó el gran dramaturgo irlandés Bernard Show, a través de las palabras de su personaje en la obra “Pygmalion”-....”todos poseemos nuestra propia chispa divina”, lo que queda en verdad al marcharnos de este mundo, son las obras de afecto y de amor, de cariño y compasión, que damos a otros seres vivos, sean o no sean humanos. Eso es lo que realmente tiene valor en el mundo del espíritu. Especialmente las obras de altruismo amoroso hacia toda vida y hacia todo ser.... Eh ahí la cuestión....
La música rítmica carioca, pasó a una cadencia diferente, los intérpretes Mutinho y Toquinho, que hoy pudieran considerarse unos “clásicos” interpretaban las estrofas de su conocida obra: “Escravo da alegria”...


..Eu que andava nessa escuridao
.. de repente foi me acontecer
.. me roubou o sono e a solidao
.. me mostrou o que eu temia ver
.. sem pedir lecença nem perdao
.. veio louca para me enlouquecer
.. vou dormir querendo despertar
.. para depois de novo conviver
.. com essa luz que veio me habitar
.. com esse fogo que me faz arder
.. me dá medo, vem me encorajar
.. fatalmente me fará sofrer

Ando escravo da alegria
Hoje em dia, minha gente,
Isso nao e normal
Se o amor é fantasia
Eu me encontro últimamente
Em pleno carnaval...,



los clientes de la cafetería prolongaban sus silencios o sus palabras en afinidad vibracional e inconsciente con la música y las estrofas de la obra. Mientras tanto Siris, pensó prolongadamente y al fin, rompiendo sincrónicamente el silencio en el interludio entre una obra y otra, reflexionó las últimas palabras de su acompañante y comentó:
- Lo que me dices me ha gustado..., pero volviendo al tema laboral...¿realmente en qué consistiría mi trabajo diario?
- Como antes te expliqué; en redactar facturas a máquina, llevar la contabilidad muy sencilla de mi empresa, atender al teléfono, ir al correo... y cosas así ¿te parece bien?
Volver a preguntar lo que ya se había hablado no surgía tanto de la desconfianza personal de Siris ante Darío, sino más bien al desconocimiento específico de esta tarea profesional y por ello un tanto avergonzada señaló:
- Es que no sé escribir bien a máquina. Apenas tuve tiempo de estudiar mecanografía. Manejo un poco el ordenador pero de forma un tanto rudimentaria y autodidacta... y de contabilidad no sé nada.
- No tiene importancia. Lo que realmente necesito es tu disposición interna, si deseas o no deseas adaptarte al nuevo ritmo. Al principio te aseguraré por media jornada y subvencionaré tus estudios de perfeccionamiento laboral en clases nocturnas en una buena academia de ofimática y gestión contable, pero todo ello con una sola condición... –hizo un lapsus para comentar algunos conceptos que quería que quedaran claros en el corazón de la joven-..., mira Siris, yo creo mucho en las auténticas relaciones humanas. Pienso, como muchas personas de buena voluntad de todo el mundo que, “los repetidos sufrimientos a que nos sometió el agitado y doloroso siglo XX, nos han enseñado, por fin, que las relaciones humanas deben fundamentarse en motivos más profundos y espirituales que en una simple cuestión de conveniencia e intereses para ambas partes”.... – señalando a continuación: “pudiera decirse que estas últimas palabras definen mi filosofía de vida”...., lo digo para que veas la transparencia de mi ser.
La joven pensó durante un instante lo expresado por Darío y con cierto miedo preguntó:
- ¿Qué condición?
- Que no me dejes tirado a la primera de cambio, ni cuando hayas alcanzado un buen nivel profesional. Creo en ti, porque como te he dicho, aun cuando existirá una relación jefe – empleada; por encima de todo ello están los principios éticos que definen mi vida. Que en vía a esta ética del ser humano, de las auténticas relaciones entre los hombres, me des tu palabra de honor, de que al menos estarás conmigo tres años. Llevando mis papeles y organizando mis números. Te iré pagando cada vez más hasta llegar a lo que le corresponde a una buena profesional. Conforme mi empresa tome prestigio tu crecerás a mi lado. Si llegado el tiempo que ahora establecemos como condición, decides marcharte, no te lo impediré y lo comprenderé, aunque me duela. Pero antes de abandonarme observa el mundo laboral de tu alrededor, habla con otras personas, sondea la realidad del mercado y de las verdaderas oportunidades de mi trabajo específico, valorando lo que puedes perder si decides abandonarme en su día. Tu misma decidirás y no yo. Solamente te advierto que tengas cuidado al elegir y no te dejes embaucar con los efímeros espejismos de tal o cual “gran empresa”. Escucha a tu corazón, él te guiará.....
Hubo un silencio bastante prolongado por ambas partes. Al fin el empresario artesano expuso abiertamente lo que pudieran ser las dificultades futuras.
- Quiero que sepas, por si decides trabajar conmigo, mis llamémosle “ideas personales”, no ya mi filosofía de vida en cuanto a la relación con otras personas sino algo más íntimo, más profundo..., ya que éstas las percibirás o surgirán en un trato cercano, muy estrecho... – y prosiguió: “por mi especial trabajo artesanal, no llevo escudos o barreras mentales para que oculten a los que están muy cerca de mí, lo que soy o lo que siento. Trabajo con cristal de colores transparentes, y eso es trabajar con luz,- física-, pero luz al fin y al cabo. Necesito meditar y tener momentos de intensísimo recogimiento espiritual..., ya perdí a una buena colaboradora que tuvo miedo a la luz..., hoy la luz da miedo y las gentes prefieren ver su reflejo en lo patético, oscuro y doloroso, tan expresado en muchas películas de violencia o de fenómenos paranormales, etc., antes que aceptar la belleza y sencillez del espíritu visto como realmente es, es decir, por el lado positivo, no todas las personas, pero sí muchas de ellas”...
- ¿a qué te refieres?..., ¿no acabo de entenderte?
- Veras... hago diseños para templos, iglesias y centros de meditación, terapias de sanación, etc. Son motivos espirituales, que evocan lo Divino en el ser humano. No creo en una religión ortodoxa, en una doctrina concreta ni en unos ministros que sean los únicos canales por donde nos llega la inspiración y amor de “lo alto”., si es que esto pudiera determinar lo Eterno en el hombre. Pero sí creo que existen hoy unos Seres que desde nuestra concepción pudieran parecernos “superhumanos”, pero que antes fueron como tu o como yo. Que se ha dicho, a veces con demasiada teatralidad y superstición, que puede que pronto, tal vez a principios del siglo XXI (en el cual estamos ahora), aparecerán en la vida pública, se exteriorizarán, si la humanidad consigue expresar más altas cotas de amor, cooperación y hermandad. La gente cree más en “Ellos” de lo que suele confesar, de lo que por temor evita expresar externamente, para que no se burlen de ellos y de su aparente “credulidad religiosa”, incluso dentro de los países considerados como “ateos”..., a tales Seres se les denomina Maestros Ascendidos. Pertenecen a una Jerarquía Espiritual de Grandes Almas, las cuales alcanzaron la liberación de las limitaciones de la carne. Pero por amor a la humanidad, se quedaron aquí para ayudarnos. Todos Ellos y Ellas, son discípulos de Cristo, ese Gran Ser Solar, el cual prometió que también vendría con Ellos, -no al final de los tiempos-, que han desvirtuado las malas interpretaciones de la Biblia tan manipulada a través de los siglos, por el poder eclesiástico afín al poder político de los tiempos y los otros testimonios de buena fe pero sin consistencia veridica, sino al final de esta quinta raza raiz actual: la denominada Aria, a la cual pertenece en gran porcentaje, la actual humanidad. Finalizará la etapa que dejó a medias en Palestina... Si es cierto que resucitó ¿dónde está... te lo has planteado alguna vez?... ¿a la derecha del Padre?..., ¿acaso el Padre es como nosotros?... menuda mentira perfectamente orquestada para alejarnos al Maestro de nuestro entorno humano y situarlo en la distancia inalcanzable de la “Divinidad”. Se retiró del mundo...- sí es cierto-, ¿pero acaso, esa “derecha espiritual” no podría estar situada en un lugar santificado y de retiro y meditación en cierto lugar de los Himalayas, Altai, los Andes...?, ¿ y por qué no ahí?. Es sorprendente lo que las interpretaciones de unos pocos que se consideran a sí mismos como la “elite teológica” de la humanidad han podido hacer para desvirtuar la verdad en los últimos milenios, en el conjunto social, para disfrazar los hechos reales...., como te dije, esto no significará el fin del mundo, como fanáticos creyentes o no creyentes han intentado boicotear utilizando solapadamente el miedo a lo desconocido. Sino por el contrario, es un mensaje de esperanza y colaboración para una Nueva y Mejor Humanidad que regenerará todos los estamentos de la vida pública, social, económica, religiosa, educativa, científica, artística... y nos conducirá a una Gran Civilización... ese era su gran sueño, lo que El denominaba: La Nueva Jerusalén....¿es que no sabemos leer entre líneas?... Estos Grandes Hombres y Mujeres y Su Maestro, El Cristo, colaborarán personalmente con los dirigentes de todas las actividades antes mencionadas, no para desplazarlos, ya que no es ese el fin por el cual se manifestarán públicamente -que no teman dichos dirigentes, ante un Ser o Seres de tal magnitud espiritual que dejaron muy atrás cualquier tipo de ambición o protagonismo personal-. Su legado espiritual más importante, es que a la vez que intentarán apoyar el desarrollo de una nueva sociedad más justa, bella y equitativa, es recordarnos que también somos almas, y que la muerte, -como tal, no existe-, sino el cambio o transmigración de “ese principio vital denominado vida” de un cuerpo gastado y envejecido a otro joven. Y que posterior al tránsito conocido como: la muerte física y después de un tiempo de merecido descanso en el mundo subjetivo que podríamos denominar, por no tener otras palabras, como: “espiritual”, por no saber como definirlo mejor, en ese “lugar” de “sueño sin ensueños” regresaremos a la existencia física de nuevo. Ya que en verdad somos seres luminosos o espirituales revestidos con cuerpos terrestres, y todos pasaremos en sucesivas vidas, por experiencias en otros cuerpos cada vez más perfeccionados, hasta conseguir la perfección final que Ellos y Ellas, expresaron por completo...Cuando un cuerpo agota todos sus recursos, sus elementos regresan a la tierra, esa es la ley de la naturaleza o materia, -como quieras llamarla-, pero no es la ley del espíritu, que como te estoy explicando, en realidad somos nosotros.
Siris no ya no le oía, sino que le escuchaba con algo más que sus oídos, y sus ojos iban más allá del cuerpo y se enfocaban imaginativamente en otro lugar ajeno a ese espacio-tiempo en el cual ambos estaban coloquialmente hablando. Y como para quitar importancia a lo escuchado, señaló con aliviada distensión:
-¿Ah..., es eso?... Yo también creo que soy un alma traída de otro lugar de este planeta. En ocasiones soñé que vivía una vida diferente en unos valles hermosos. Ese sueño se ha repetido reiteradamente en mi existencia. En mis propios estudios pude leer la vida de Buda, en un trabajo que se nos pidió sobre religiones comparadas y sus expresiones artísticas. Pienso como tu, que Cristo nunca se marchó de aquí, aunque aparentemente así lo hiciera. Mi padre, pese a ser un simple agricultor, era muy instruido, era autodidacta. Siempre llevaba algún buen libro en su tractor, el cual leía en sus breves momentos de descanso entre tareas. Desde niña siempre me dijo que me imaginase el mundo como un espacio compartido interdimensional, y que para comprender ese concepto, imaginase lo de las dimensiones como algo así como una gran mansión señorial, con muchísimas cámaras y distintos pisos. Nosotros, los humanos estaríamos en la planta baja, y El (El Maestro) y Sus Hermanos Mayores (o bien alejados en una habitación de una galería lejana de la planta baja), lo que podría ser una pequeña aldea desconocida en Los Himalayas, o bien en una planta más elevada; un iluminado y espacioso piso superior, separado del ruidoso ajetreo nuestro de aquí abajo, pero que en dicha mansión existía una disimulada, y también iluminada escalera, que Ellos podían utilizar cuando lo deseaban, pudiendo estar en cualquiera de los dos lugares expresados.
La joven Siris se calló un instante, recapacitó sobre la anterior propuesta laboral de Darío y respondió:
- Respecto a tu oferta.... ¡puedes contar conmigo! - y con una renovada energía e ilusión preguntó a continuación: ¿cuándo empezamos?
- Mañana mismo comenzarás si así lo deseas.
Los acontecimientos que siguieron a la incorporación de la joven, no ya referidos solamente al mundo laboral sino al estrecho trato con su nuevo jefe y gran amigo, sucedieron...
Siris llamó a su madre y hermanos contando todo lo ocurrido y la suerte que había tenido encontrando a esta persona honesta en su camino. Días después les envió un dinero que generosamente le anticipó Darío por su trabajo todavía a tiempo parcial. Poco después se trasladó a vivir a la buhardilla que estaba sobre la planta baja del taller artístico. El respeto, trato cortés, cordialidad y profesionalidad de su nuevo jefe en todo tiempo fue excepcional e intachable. Jamás hizo éste, insinuación alguna ni pidió nada a cambio. Ella, la mujer, por si misma, se dio cuenta un día, poco más de un año de su reincorporación en la empresa, de que amaba a este hombre. Consultó con su familia y al tiempo su madre pudo ser trasladada a la ciudad, para conocer al joven, por haberse recuperado sustancialmente, encantándole la presencia de Darío y su humanidad.
Lo que sucedió meses más tarde fue la creación de una nueva familia basada en el respeto y admiración mutua entre la nueva pareja. En la paridad de objetivos internos y externos, con muchísimo amor y cariño abiertamente expresados, La empresa como tal prosperó. Cierto es que hubieron como en todo lo nuevo, momentos de dificultad, pero fueron esporádicos y de poca intensidad y por poco tiempo, ya que nunca faltó trabajo en la cartera de pedidos de este artista más que artesano. Darío se vio en la necesidad de ampliar la plantilla cogiendo a dos nuevos operarios, realizando todo el equipo humano, hermosísimas vidrieras, auténticas obras de arte para catedrales, iglesias y edificios públicos, religiosos y privados.
La familia se unificó definitivamente y legalmente, y la madre y los tres hermanos de Siris se quedaron todo el tiempo con ella y con Darío, el cual pidió la mano de la joven formándose un matrimonio de gran amor, cuyo fruto posterior fueron tres hijos...
Hoy la familia, años después de todos aquellos acontecimientos brevemente expresados, vive en uno de los pueblos periféricos de la gran urbe: Madrid, en un lugar maravilloso, una casa preciosa y amplia, rodeada de la hermosa naturaleza, con la espalda siempre blanca del Guadarrama a lo lejos y este matrimonio se cree bendecido continuamente por esos “Seres Elevados” y que siempre dicen, están cerca de sus corazones...