Menú

lunes, 25 de junio de 2012

LAS 7 REGLAS DE PARACELSO


1.- Lo primero es mejorar la salud.

Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y
rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una
ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua,
comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto
posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que
estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte
diariamente, es un hábito que debes a tu propia dignidad.




2.- Desterrar absolutamente de tu ánimo, por más motivos que
existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza,
venganza y pobreza.

Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas
maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas,
vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de
entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la base de sus
discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de
importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura
de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este
depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.


 3.- Haz todo el bien posible.
Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas
debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y
huir de todo sentimentalismo.





4.- Hay que olvidar toda ofensa, mas aún: esfuérzate por pensar bien
del mayor enemigo.


Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio.
Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz
interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte
por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos,
pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y
perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le
ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.









5.- Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte,
siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los
ojos medio entornados y no pensar en nada.


Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en
contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento
y silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas,
susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los
problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una
voz interior que te guiará en tales instantes de silencio, a solas
con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.




6.- Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales.
Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a
los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas,
aprendas, sospeches o descubras. Por un largo tiempo al menos debes
ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.






7.- Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día de
mañana

Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas
solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no
concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda
tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo.
El miedo y desconfianza en el futuro son madres
funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con
ellas el desastre. Si estudias atentamente a las personas de buena
suerte, veras que intuitivamente, observan gran parte de las reglas
que anteceden. Muchas de las que alegan gran riqueza, muy cierto es
que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero
poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la
riqueza no es sinónimo de dicha; Puede ser uno de los factores que a
ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles
obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros
caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda,
cuyo verdadero nombre es el egoísmo.
Jamás te quejes de nada, domina tus sentidos; huye tanto de la
humildad como de la vanidad. La humildad te sustraerá fuerzas y la
vanidad es tan nociva, que es como si dijéramos: pecado mortal
contra el Espíritu Santo.







shana