Hacemos balance de un año más, a cuestas con nuestras ilusiones y anhelos, casi han transcurrido 12 meses, hemos completado la rueda, para muchos, sus sueños se han visto realizados, para otros, tendrán que esperar otro año, otro momento, pero sin perder la estrella verde que guía y orienta hacia la Esperanza que nunca se pierde.
Doce hermosos meses, donde muchos de nosotros enriquecidos por el cúmulo de experiencias vividas, a favor o en contra, habrá servido para bien, en nuestro crecimiento personal y evolutivo, que colocamos amorosamente, en nuestro archivo subconsciente, que como todo archivo debemos clarificar, en orden de importancia a nuestras más urgentes necesidades.
Muchos son los acontecimientos que nos muestra la historia actual, y el mundo parece que está boca abajo, muy pocos son los que ignoran todo lo que acontece tanto a nivel social, político, espiritual, como medioambiental, y/o climático, haciendo tambalear nuestras emociones con la falta de seguridad reinante y equilibrio en todos los aspectos.
A un nivel puramente orientativo, podríamos decir que los impulsos que mueven al hombre se hallan repartidos en tres planos o tipos, estos tres tipos podrían definirse como animal o instintivo, emocional e intelectual.
El que ansía un desarrollo interno, desarrolla a la vez una amplia lucha interior destinada a vencer el Yo animal, buscando dominar su propio cuerpo en lugar de ser dominado por este, por sus deseos y apetitos. Este no es el único combate con que se encuentra, paradójicamente el que busca la paz, ni tampoco el que nos ocupa en esta reflexión. El hombre debe sostener una violenta lucha con sus propias emociones, para conseguir no ser un juguete en manos de éstas, sino usarlas del modo que convenga a su voluntad, enriqueciendo con ellas su ser interno.
Analizando nuestras emociones, nos encontramos con las que podíamos definir como positivas (amor, sentimientos caritativos, respeto a la naturaleza, etc. y otras como negativas como (odio, sentimientos destructivos, miedo, egoísmo, etc) aclarando que entendemos como emociones todos los impulsos que, en forma de sentimientos, nos llegan y generan en nosotros determinados comportamientos.
El individuo que se ve inmerso en esta lucha, ha llegado a un punto en el que ha identificado en su interior la existencia de toda una gama de emociones, que van desde las más negativas a las más positivas, pasando por toda una serie de emociones que pertenecen en menor grado a uno u otro bando, y también por un grupo que no acaba de situar muy correctamente, considerándolas algo así como una “línea fronteriza”. Una vez identificadas las plenamente negativas, y las plenamente positivas, decide abandonar las unas y cultivar en lo posible las otras; se esfuerza plenamente en un sentido y, sin embargo, cuanto más titánicos son sus esfuerzos, mayor es la resistencia que tiene que vencer, más duro el enfrentamiento y más difícil vencer los impulsos en contra, siendo la mayor parte de las veces, víctima de éstos, cayendo en ellos con tanta fuerza como había conseguido persistir en los contrarios. Este individuo está siendo víctima de una ley cósmica, que llamamos “Ley oscilatoria” o “Ley del Péndulo”
La Ley del Péndulo, podríamos enunciarla, por ejemplo, con una vieja máxima: a toda acción sucede una reacción, de igual intensidad y de sentido contrario, buscando el equilibrio. Las emociones estarían regidas por un péndulo imaginario. Luego aplicando la Ley del Péndulo, comprenderemos que no se puede hacer oscilar las emociones en un solo sentido, pues cuanto más nos elevemos, mayor será la fuerza que nos empuje en el sentido contrario, p.e. a los períodos de euforia les suceden siempre períodos iguales de depresión, y cuanto más prolongados son los primeros, así ocurre con los segundos.
Sabemos que los grandes hombres, cuyo recuerdo ha quedado a la humanidad como los de elevados pensamientos, místicos, maestros, santos, sufrieron las más atroces tentaciones hasta que fueron capaces de superar esa situación de conflicto. También la sabiduría popular ha percibido la existencia de este péndulo emocional “Del amor al odio no hay más que un paso” Ateniéndonos a la Ley del Péndulo, veremos que nos es imposible eliminar nuestras emociones negativas sin hacer lo mismo con las positivas. Entonces ¿es la enemotividad nuestra única meta posible? La enemotividad podría orientarse en dos sentidos distintos: La vía pasiva significaría la renuncia a la acción y el recogimiento en la meditación y contemplación, llegando a un estado casi vegetal, la vía activa se sometería al intelecto puro, pero rechazando cualquier injerencia o actuación de las emociones, conduciendo a un estado similar al del superhombre propugnado por Nietsche.
Sin embargo ninguna de las dos opciones nos convencen. La enemotividad no conduce a la elevación interna y a la espiritualización, eso es algo que debemos tener muy claro, especialmente si somos conscientes de que la espiritualización va acompañada de una elevación del concepto Amor. Es características de los seres elevados la concepción del Amor de un modo distinto, más profundo, dirigido hacia sus semejantes, hacia las obras de la naturaleza, hacia sus superiores, y hacia sus inferiores..No se trata por tanto de seres enemotivos. ¿Cuál es entonces el camino? ¿Solo tenemos elección entre la enemotividad y la hiperemotividad? Para trascender nuestra situación actual? ¿Debemos anular nuestros sentimientos? ¿Debemos someternos a las oleadas sentimentales, arriesgándonos a que los pensamientos más puros y elevados sean sustituidos por los más bajos, pervertidos y ruines? Si sólo nos cupiera elección entre esas dos alternativas estaríamos irremisiblemente condenados a tomar un callejón sin salida, que nos llevaría por un lado, a un estado de vacío interior (bien pasivo o bien activo) o, por otro, a una situación caótica que sólo puede desembocar en graves prejuicios para la mente que no consiga superarla.
Existe una tercera vía, -quizá la más correcta- cuya naturaleza aparece en el momento en que observamos toda la “mecánica” del conflicto interno en su conjunto. Observemos que todo se manifiesta por pares de opuestos –otra de las grandes leyes cósmicas- y lo mismo sucede con las emociones que se manifiestan en el conflicto anteriormente mencionado, que no es más que el conflicto entre Bien- Mal, veremos que estos opuestos no son en realidad cosa distinta, sino que son aspecto de una misma cosa, es decir que podríamos representar las emociones en una recta, cuyos extremos serían las emociones, positivas por un lado, y las negativas de otro.
Nuestras emociones oscilan entre esa recta, bien hacia la izquierda, bien hacia la derecha impulsada por un péndulo imaginario, el cual oscila continuamente. Este péndulo está sujeto a una “cuerda” cuya longitud representará la intensidad de nuestras emociones. La cuerda, a su vez, estará sujeta a un punto exterior a la recta, que define un “eje” perpendicular a la misma.
Si deseamos controlar nuestras emociones, y eliminar nuestros impulsos negativos, resulta contraproducente actuar directamente contra los mismos, y aún más el forzarnos hacia los impulsos positivos, porque inexorablemente, seremos víctimas de la “Ley de oscilación” la cual nos empuja en un sentido tanto como nos esforzamos en seguir su opuesto.
Obtener un pequeño respiro de nuestro conflicto interno, lo cual es preciso para poder enfocar nuestras energías, anteriormente derrochadas en dicho conflicto, en nuestra evolución, (o involución si hay alguien tan osado como para desearla) sólo puede lograrse cortando el “eje de las emociones”, o lo que es lo mismo disminuyendo la intensidad de las mismas de un modo temporal, la intensidad debe decrecer y desaparecer en ambos sentidos, de modo que acorte el sentido del péndulo, puesto que las emociones son, al fin y al cabo, el aliciente que nos mueve a seguir evolucionando.
Nuestros esfuerzos deben dirigirse sobre el “eje”, buscando desplazarlo a lo largo de la recta emocional. El avance debe realizarse a través de la evolución interna, el desarrollo de la conciencia, y la adquisición del conocimiento y la comprensión.
Haciendo mención al maravilloso libro “El Kybalión” y que podríamos emular así: Nadie puede oponerse a las leyes cósmicas, y todo lo que parezca oponerse a ellas no es más que la aplicación de una ley superior sobre la acción de una ley inferior, lo que nos permite no oponernos, sino “pasar por encima”
Sirvan estas reflexiones que a la vez reflejan mucho de los estados, que acontece en la sociedad actual y que sin duda alguna, bien aplicada lograríamos el control y equilibrio de nuestras emociones en el acontecer de los tiempos.
No olvidemos que existe un arte superior a todo otro saber que puede dominarse sobre la superficie de nuestro globo, ningún acopio de conocimientos universales, ni de la más compleja y enrevesada de las ciencias, puede competir con él en contenido y trascendencia, ya que es el único que suministra la felicidad EL ARTE DE VIVIR. Dominar este arte es la única razón que justifica nuestra existencia, sin embargo la mayor parte de los hombres, desconoce incluso el hecho de que tal arte exista. El abc de este arte nos enseña a percibir todo lo que nos rodea, porque usualmente solemos dar por supuesto de que nos enteramos de lo que existe y sucede en nuestro derredor, la realidad es muy distinta. Habiendo aprendido a ver y escuchar, podemos conseguir un conocimiento superior, ese conocimiento que nos explica que somos una parte viviente de la creación y que el Sol y todas las estrellas, forman parte de nosotros. Cuando, en medio de las tinieblas de la vida común ,entrevemos algo de este conocimiento, es que “un pedacito de Luz” ha alumbrado fugazmente nuestra alma.
En la Puerta Luminosa que a punto estamos de traspasar, 24.12.12 os deseo Paz y Bien, Amor, Fuerza y Perseverancia en pos de vuestras metas y anhelos ¡Jamás os deis por vencidos!! Y que el año maestro, que pronto estrenaremos, le demos la bienvenida con la unión de corazones y, manos alzadas al infinito para que su enseñanza sea superior, al año que dejamos atrás…aplicando la ley del péndulo en la resolución de confictos.
SED FELICES.
Shana