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martes, 13 de marzo de 2012

EL RETO DE LA INDIVIDUALIZACIÓN


  Ulises cegando a Polifemo
 

Si existe un misterio todavía sin ser resuelto es el tema numérico, la cuantificación exacta de los períodos cósmicos que entrañan la vida de un Logos Planetario. Se ha dicho mucho, eso sí, de cifras, de años, de milenios, de eones incluso, de períodos de manifestación de Estas Esplendentes Vidas y las dinámicas que las motivan, las causas primeras procedentes de más Altas Entidades Cósmicas, pero aun así el tema es escabroso y delicado, se debe entrar en él provisto no sólo de una aguda inteligencia, sino de una preclara intuición –esa especie de “olfato del alma”- pues la intuición no es sino eso, una octava más alta del sentido del olfato que guía y hace evolucionar a ciertas especies animales sublimándose especialmente en los animales domésticos: perro, gato, caballo, elefante… cercanos éstos a la próxima apertura del umbral que les conducirá a habitar en cuerpos humanos primitivos…, sí primitivos, pero humanos a fin de cuentas.


Los números auténticos de ciertos hechos planetarios son todavía un misterio incluso para los más cualificados exponentes de la ciencia humana, pues dichos números revelarán a su tiempo y hora, las cosas  cómo y cuándo sucedieron, siendo entre otros temas aquello que conduce de la esfera de influencia del Aula de la Ignorancia, al Aula del Conocimiento; siendo esta última estancia la antesala del Ashrama Interno de un Maestro de Sabiduría. Pero ¿por qué los números ocultan y revelan a la vez?..., recordemos nuestra breve historia humana y nos percataremos que desde que el hombre es hombre hemos tendido a dogmatizar, a hacer teologías de todo cuanto se nos ha revelado parcialmente y que por una u otra causa -los poderes sacerdotales de las épocas- atribúyaseles la palabra “sacerdotes” a cualquiera que profese la ciencia reconocida “oficial” de aquellas primigenias culturas y que se vieron imbuidos de la creencia o espejismo de “tener la verdad absoluta” y por dicha “verdad” fueron sacrificadas muchas personas de espíritu investigador que intentaban clarificar los hechos de la historia según ellos los veían, y por tanto no es de extrañar tampoco que se dijera que la creación del ser humano según la biblia era de unos 6.500 años, abarcando el tiempo comprendido desde la creación de Adán al nacimiento de Jesús de Nazaret u otra cifra supuesta o singular y por supuesto, totalmente estúpida según hoy sabemos. Más tarde y sin tratar ahora de desenterrar el también muy peliagudo tema de la Inquisición con su gerentes o líderes que lo dirigían a su antojo y con la aquiescencia de los poderes políticos de la época coartaron muchos de los espíritus científicos  intrépidos y precursores: - Giordano Bruno y Galileo Galilei (entre otros)- que se atrevieron a hablar en contra del paradigma geocéntrico o geocósmico de la Tierra, lo cual también matizaba, incrementaba y potenciaba a su vez el concepto consecuente con tales planteamientos: el antropocentrismo de la raza humana donde todo era para el disfrute del hombre: aguas, tierras, minerales, vegetales y animales, sustentando la más soterrada pero implícita idea de los siguientes planteamientos: “esquílmese la Tierra y disfrútese cuanto se pueda y quiera, porque todo está permitido por la divinidad”





Sin que dejemos que afloren sentimientos de autoculpación ni tampoco de autocomplacencia por pertenecer todos nosotros a la especie humana, deberíamos ver los hechos lo más fría y objetivamente posible, para que ningún resquicio de antiguos dolores, odios o resentimientos pudieran aflorar tampoco, pero esto es cierto y es lo que es, y algún día se deberá restituir lo antiguo –recuperar la verdad de los hechos- para que insertándolo todo en el presente, fusionándolo e integrándolo en nosotros mismos, demos el paso a la integración completa de: cuerpo y alma…, espíritu y materia. Porque para evolucionar tanto como raza como individualmente tenemos que aceptar no sólo la luz, sino también las sombras, la ley de polaridades, puesto que es necesaria esta premisa y así nos lo exige y demanda la razón y  la conciencia para poder elevarnos, como pueblo humano y como reino natural.




Los números son fríos pero “cortantemente precisos” nunca mienten, salvo que quien los utilice al llegar a un punto decida por miedo o, vaya usted a saber, que a partir de una línea no piensa seguir adelante, porque justo ahí, en esa línea empieza su reto personal y todo lo que va encontrando se revela en contra de su propio estatus personal, de su comodidad específica en la sociedad que le rodea o cientos de causas similares…, pero las cifras continúan ahí y los hechos siguen esperando, como esperan los testimonios pétreos de la masa litosférica del planeta cual cicatrices de muy arcaicos hechos y así por distintos y diversos métodos y medios vamos completando esa “verdad planetaria, ese puzzle gigantesco” desde algunas de las distintas ramas de la ciencia: geomagnetismo, tiempo mineralización o petrificación de fósiles –paleontología-, espectrometría de masas, radiactividad restos orgánicos, vulcanismo, tectónica de placas, edafología, etc., que desde sus respectivas ramas de la ciencia  aportan el tiempo más cercano a algunos acontecimientos cósmico/iniciáticos y por tanto consecuentes con esa Vida Mayor en la Cual vivimos y tenemos el ser, el Gran Ser denominado Logos Planetario. Tales ciencias son acercamientos que nos dirigen a antiguos hechos que a su vez tuvieron relevancia para nosotros como lo fuera por (tomar un ejemplo cualquiera) y siempre hablando en términos hipotéticos:



…Si la época Lemuria coincidió o no justo con la extinción de los dinosaurios y si entonces se individualizó el hombre como tal



Para ello, y sin que lo últimamente expuesto pudiera ser cierto o no, para el tema de nuestro estudio analítico pudiéramos seguir la correlación de ciertas “coincidencias geológicas”. Por todo ello, si en tal o cual libro o papiro antiguo  se dijera que el Continente Lemur –patria de la 3ª Raza Raíz Humana-  existió justo hará unos 30.000  años a.C., coincidiendo con el  impacto meteórico de la Península de Yucatán (México) – Cráter de Chicxulub-  deberíamos proveernos de paciencia y “leer” las páginas reales de los hechos, del entorno geográfico del lugar referido y contrastar cifras, números y años. Muy pronto, y siempre con la avezada visión de algunas de las ciencias anteriormente expuestas: paleontología, edafología, datación de minerales y fósiles, etc.,…, veríamos que algo no cuadraba, pues hoy ya sabemos que por ejemplo el Carbono-14 –el radioisótopo del Carbono con sus 6 protones y 8  neutrones- y que está presente en todos los restos de procedencia orgánica: vegetales y animales, se reduce a la mitad cada 5.730 años aproximadamente y al datar las muestras de algunos “posibles restos óseos de aquella gigantesca y primigenia raza humana” no encajarían las cifras pues comprobaríamos que justo al lado los huesos de los dinosaurios que aparecerían a cientos cercanos a este “hipotético lugar de impacto meteórico” eran mucho más viejos (65.000.000 de años) -como hoy sabemos- y por tanto mucho más viejos en el  tiempo que los restos de aquella raza humana antes estudiada. Además los fósiles de tales dinosaurios aparecerían estratificados (enterrados) mucho más abajo y justo por debajo de una delgada capa de sedimentación de cenizas mineralizadas (fragmentos diminutos) de un mineral de procedencia meteórica: el iridio, que nos señalaría que los dinosaurios eran muchísimo más viejos que los restos óseos de los referidos antepasados nuestros y cuyo fosfato cálcico en estos últimos esqueletos “humanos” todavía no se había petrificado por completo pudiendo datarse como de procedencia más joven.




Esas son las “páginas de verdad” que la ciencia nos señala para que abramos nuestra mente y la verdad sea aceptada tal como es y nunca como pretendemos que sea por muy “sagrado o erudito” que pueda aparecer ante nuestros ojos la lectura de un libro de tal o cual cultura y considerado o no sagrado por muchos otros en un pasado reciente.





Siguiendo la correlación de los pensamientos más arriba expresados, no podemos confiar a priori en todo lo  leído y en todo lo escrito y  “per se”, como pudiera ser el conocimiento transmitido en ciertos libros por buenos que éstos hayan sido o pudieron aparecer como verdaderos en el pasado reciente de la humanidad…, sino “saber leer” en las páginas donde debe buscarse la Verdad…, y… ¿dónde están esas páginas? No en trozos de celulosa vegetal con la forma de un papiro ni de un libro de los actuales; hay que buscar esa “lectura” en las piedras, en el subsuelo, en los restos paleomagnéticos fósiles del lugar –como señalamos más arriba-, hay que indagar en los distintos estratos del suelo o de la roca de aquellas montañas que hoy son un espacio geográfico determinado ya que los otros números o antiguos legados escritos no son sino entelequias del Aula externa muy alejada todavía del Aula donde moran los Maestros y que permanece con la puerta cerrada esperando que el intelectualismo y credulidad culturalmente consustancial del novicio se devenga en “olfato espiritual” y por tanto trascienda o franquee la puerta dorada que lleva de la oscuridad a la luz y de la muerte a la inmortalidad. Así aquel viejo aforismo repetido hasta la saciedad por ciertos gurús de que…:

Piedra Ica



“El ciego no puede guiar a otro ciego”




…Será trascendido y el caminante o la caminante comenzará a hollar el Sendero con más valentía y con más norte, siguiendo la brújula, la bitácora de navegación de su propia alma y no tanto “chismes escritos antiguos” que confunden más que iluminan y que ocultan más que revelan, ya que el discípulo tiene que aprender a pensar por sí mismo, sin importarle que pueda ser tachado de loco o comediante, aunque ello deba importarle nada en absoluto, pues ya conocemos que la imagen esotérica del tarot que define al nuevo discípulo es precisamente la del loco o la del colgado… Loco o colgado ante el mundo pero lúcido ante la revelación e iluminación del alma…
 
(Templo de Luxor.Una una representación arquitectónica del hombre, y que incluye conocimientos tan esotéricos como la localización de las glándulas endocrinas, de los chakras de energía hindúes y de los puntos de acupuntura china. Se descubrió también que las orientaciones astronómicas del templo, la geometría de su construcción, sus inscripciones y representaciones, se basan en el cuerpo humano, representado por el templo, y su situación obedece a la fisiología de aquel. Las proporciones que encontró eran las del hombre adánico anterior a la caída, o las del hombre perfeccionado que ha recobrado su consciencia cósmica.)


Ahora, mientras tanto, se va revelando la verdad de ciertos números, de ciertos milenios o ciertos millones de años atrás de la  historia de la Tierra y comenzamos como especie a pensar por nosotros mismos, cuando la humanidad como un todo va alcanzando el título de Discípulo Mundial.

Espiral Rayos Cósmicos

 Justo ahora es cuando ya podemos ir asumiendo el hecho de que para el Logos Planetario la preparación para una humanidad es una gran crisis iniciática pues como especie joven en los mundos, al principio, (presuponemos que ocurrirá siempre en otras esferas), depredamos inconscientemente y por tanto rompemos el equilibrio natural anterior que costosamente y como casa planetaria, había preparado con amor y esfuerzo sostenido dicho Logos durante millones de años. De ahí que alcanzar la etapa de humanidad en un planeta creemos es a la vez: un reto, una titulación o un grado, así como una gran crisis logoica. Por ello no es de extrañar tampoco que justo en estos precisos momentos actuales todo parece que se haya vuelto loco: clima, reinos naturales, dinámica planetaria y por supuesto el propio ser humano…, con el descontrolado y exponencial/geométrico crecimiento de la humanidad…, el número actual de seres humanos que hoy habitamos el Planeta Tierra no es sostenible.

 Con tales cifras y a largo plazo y como todos sabemos, es un tema delicado, una realidad crítica,  sin que medien ideas subterfugias de tipo apocalíptico o absolutista en sentido bélico; pero hay que cuantificar los hechos y ver ciertas verdades por muy duras que nos parezcan a nuestros ojos,  ya que ocultar la cabeza debajo del ala no conduce a nada. Se tiene y se debe educar a la humanidad, se debe planificar –sin imponer- el número de hijos por familia, o mediar por métodos sostenibles de planificación familiar ya que de seguir así, los recursos que en su día atesoró el Bendito Ser Planetario, se agotarán sin remedio como así se están esquilmando los mares y donde otrora existían especies piscícolas de gran valor alimentario están apareciendo “cardúmenes” de gigantescas y extrañas medusas como en el Mar del Japón…, todo está cambiando y todo está agotándose a marchas forzadas. Debemos despertar a la nueva realidad y debemos mediar para que los hechos actuales no nos conduzcan a la que sería la más crítica de las crisis y la más terriblemente imaginada: “una crisis alimentaria mundial”… Esta es la “oscuridad” que debemos afrontar como especie consciente, es una “verdad” no deseada, pero es un hecho en sí mismo con cientos de ejemplos que podríamos tomar al azar respecto a la débil línea que separa: de la abundancia a la escasez y que corre rauda planetariamente… Recordemos uno entre miles de esos ejemplos críticos de los que estamos hablando:
 
…Todos sabemos que apenas hace unos cien años escasos se llenaban barcos completos de bacalao en los bancos de peces de Terranova y hoy están exhaustos y prácticamente esquilmados…



 El Logos planetario nos necesita, nos muestra algunos de sus números y cifras; no son hermosas “flores” los saldos numéricos de estas realidades, sino ciertas punzantes e hirientes verdades. Pero de asumirlas, de enfrentarnos a ellas a tiempo, nos da lo más importante: esperanza y futuro como especie viva y un más racional y ecológico ideario para nuestra actividad humana:

“Amar el Todo como una unidad y aprender a amar a los otros como desearíamos ser respetados y amados”…
 


Un mensaje que ya reveló en su día el Maestro en Galilea y que permanece vital y necesario en el presente.

Luz iluminando la caverna
 
En el amor y en el respeto a toda vida y ser está la esperada revelación inminente,  además de aceptar la exacta y precisa cuantificación de los “números secretos de la Divinidad”. Todo ello conforma una especie de: palabra de pase para que los discípulos trasciendan/mos el umbral dorado que nos encamine al encuentro de nuestro Yo Divino o Ángel Solar y como raza humana la sostenibilidad,  armonía y belleza planetarias.

JV-Shana