Veamos la importancia de los sonidos resonantes de la naturaleza... Si más tarde lo extrapolamos a aquello que de "natural" llevamos implícitamente en nosotros: las frecuencias resonantes cerebrales, iremos comprendiendo cómo los sonidos naturales ayudaron y ayudarán a la curación de las personas. Pues es conocido el fenómeno de resonancia en el mundo musical..., así si se toca la nota alta de un violín una copa podría llegar a destruirse al entrar en resonancia el cristal de la misma con la fuente emisora sonora, es decir, el propio violín..., pero también existe el fenómeno contrario, el de la curación a través del sonido.
El mundo de la electrónica ya va entendiendo estas cosas
simplemente por la visión de equipos como los electroscopios y como los
productores de imágenes fractales en nuestras pantallas del ordenador cuando
suenan ciertos sonidos. Así veremos que los cantos de los pájaros crean
hermosísimas imágenes en nuestras pantallas y los mismo ocurre si los
escuchamos cantar en los bosques. Esa es la curación de la naturaleza que los
terapeutas deberían estudiar cada vez más para llevar armonía y salud a las
mentes humanas y de ahí, por cascada llegar al mundo emocional y posteriormente
al físico/energético del ser humano... todo... todo... está absolutamente
unido, por tanto si respetamos la vida natural: las aves y los animales del
bosque, en la más pura contemplación de esa belleza y esos sonidos, llevaremos
salud, vida, prosperidad y larga existencia a nuestros cuerpos... Ese es el
gran misterio y no otro de la gran longevidad humana conseguida en lugares
alejados de la civilización ruidosa, además de la calidad del aire y la pureza
de la cristalina agua...
Ese es el gran reto de la humanidad, el amar a toda vida y a
todo ser: natural o humano... y el gran tesoro a conquistar por nuestras almas.
Nacemos como seres cósmicos, capaces de resentir el mundo
que nos rodea más allá de la comprensión de las palabras y de las formas. En
nuestras primeras fases de vida somos capaces de percibir el mundo a través de
su frecuencia vibratoria y de como resuena en nosotros. Este es el lenguaje de la comunicación con el
todo, con la vida y con el cosmos.
Todo lo que creemos sobre nuestro mundo y el lugar que
ocupamos dentro de él se deriva de ideas formuladas en el siglo XVII; teorías
que nos presentan los elementos del universo como si fueran divisibles, como si
estuvieran aislados unos de otros y completamente auto contenidos. Dichas
ideas, en esencia, nos han creado una visión del mundo basada en la separación
y olvidamos algo tan importante como que:
“Estamos interconectados simultáneamente con el todo”.
El cerebro de un recién nacido hasta su primer año de vida
emite a una frecuencia vibratoria de 1,01Hz, Cuando experimentamos amor y
compasión por otro ser, nuestro corazón, (y esto es una constante a todos los
humanos), también emite a una frecuencia de 1.01 Hz. Pero de lo que no nos habíamos dado cuenta
hasta hace escasamente tres años es que
el campo magnético terrestre
también vibra a una frecuencia de 1.01Hz.
Las mediciones
obtenidas de la observación de las variaciones en el campo magnético terrestre
desvelan que un sentimiento simultáneo de amor y compasión por parte de miles
de personas al unísono incide de forma contundente en el reequilibrio y
vitalización del campo magnético
terrestre.
El espectro radioeléctrico de la tierra emite un pulso
vibratorio que se sitúa aproximadamente en los 7,83Hz, y recibe el nombre de
Resonancia Schuman u “ondas transversal – magnéticas “. Sorprendentemente la tierra vibra a la misma
frecuencia de resonancia que el hipotálamo humano y el de todos los mamíferos
terrestres y marinos, que también vibra a 7,83 Hz.
Mientras el ritmo Alfa (9, 10, 11 Hz) varia de una persona a otra, la frecuencia de
7.8 Hz. es exactamente común a todos los mamíferos, siendo una constante normal
biológica, que funciona como un marcapasos para nuestro organismo y sin esa
frecuencia, la vida humana no es posible.
Este fenómeno fue observado dramáticamente en los primeros
viajes espaciales, cuando los astronautas a su regreso presentaban serios
problemas de salud, acompañados de dolor de cabeza, migrañas, desvaríos, y
sobre todo los ritmos cardiacos desarticulados. El motivo es que al estar
volando fuera de la ionosfera terrestre perdieron el vínculo vibratorio con la
pulsación de la frecuencia vital de resonancia de la tierra de 7.8 Hertz.
Actualmente este problema es subsanado con generadores de ondas Schumann
artificiales.
Pero nuestra estrecha y vital relación con nuestro entorno
sonoro no termina en los datos facilitados en párrafos anteriores. Todos
nosotros como seres resonantes que somos, formamos parte de una gran estructura
sonora y vibratoria que enmarca la totalidad de las expresiones de vida.
Poseemos una estructura armónica propia, en búsqueda constante de equilibrio y
armonía. Nuestros órganos, nuestras células, nuestros pensamientos, nuestros
sentimientos vibran y por tanto suenan y emiten en una frecuencia de onda
sonora que conforma nuestra estructura vibrante personal, que a su vez se
interconecta y resuena con las miles de estructuras armónicas resonantes que
existen a nuestro alrededor comunicando y configurando un estado de conciencia
individual y colectivo.
¡La naturaleza, vive en estado permanente de resonancia armónica con el universo, con la tierra y con todas las manifestaciones de vida, la nuestra incluida!
Las leyes de la
armonía vibratoria tienen un solo objetivo que es el equilibrio y la unidad de
conciencia.
Cada valle, cada bosque, cada playa, cada río… poseen su
propia y peculiar estructura sonora y esta posee la capacidad de relacionarse
vibratoriamente con nuestro campo armónico produciendo ajustes y reequilibrio
solo por el hecho de entrar en contacto con nuestra estructura vibratoria, bien
sea a través de nuestra aproximación física o bien a través de una exposición
sonora utilizando grabaciones realizadas en lugares limpios y captadas en
estado de resonancia y respeto con el entorno.
Un amanecer puede aportarnos vitalidad y transformar
nuestros momentos de apatía en optimismo. El canto de un pájaro emitiendo a
8.000Hz puede mejorar nuestra concentración y estimular nuestro aprendizaje. El
sonido residual producido por un oleaje con mar de fondo puede reducir un brote
de ira en un plazo de 12 minutos. El suave sonido de las olas entre las rocas
puede movilizar emociones bloqueadas en el plexo solar y hacernos sentir el más
amoroso de los abrazos en nuestros momentos de soledad y derrota. El canto de
un grillo puede desbloquear el miedo y reconducirlo a un estado de confianza
con el proceso de la vida haciéndote sentir amor por ti y por el todo.
El amor, la vibración del campo magnético terrestre es la
base tonal de nuestro mundo y el estado vibratorio de la naturaleza tiene como
objetivo armonizar la vida a un único estado de conciencia: ¡EL AMOR!