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domingo, 2 de junio de 2013

LA IMPORTANCIA DE LOS SONIDOS RESONANTES DE LA TIERRA





Veamos la  importancia de los sonidos resonantes de la naturaleza... Si más tarde lo extrapolamos a aquello que de "natural" llevamos implícitamente en nosotros: las frecuencias resonantes cerebrales, iremos comprendiendo cómo los sonidos naturales ayudaron y ayudarán a la curación de las personas. Pues es conocido el fenómeno de resonancia en el mundo musical..., así si se toca la nota alta de un violín una copa podría llegar a destruirse al entrar en resonancia el cristal de la misma con la fuente emisora sonora, es decir, el propio violín..., pero también existe el fenómeno contrario, el de la curación a través del sonido.

El mundo de la electrónica ya va entendiendo estas cosas simplemente por la visión de equipos como los electroscopios y como los productores de imágenes fractales en nuestras pantallas del ordenador cuando suenan ciertos sonidos. Así veremos que los cantos de los pájaros crean hermosísimas imágenes en nuestras pantallas y los mismo ocurre si los escuchamos cantar en los bosques. Esa es la curación de la naturaleza que los terapeutas deberían estudiar cada vez más para llevar armonía y salud a las mentes humanas y de ahí, por cascada llegar al mundo emocional y posteriormente al físico/energético del ser humano... todo... todo... está absolutamente unido, por tanto si respetamos la vida natural: las aves y los animales del bosque, en la más pura contemplación de esa belleza y esos sonidos, llevaremos salud, vida, prosperidad y larga existencia a nuestros cuerpos... Ese es el gran misterio y no otro de la gran longevidad humana conseguida en lugares alejados de la civilización ruidosa, además de la calidad del aire y la pureza de la cristalina agua...

Ese es el gran reto de la humanidad, el amar a toda vida y a todo ser: natural o humano... y el gran tesoro a conquistar por nuestras almas.

Nacemos como seres cósmicos, capaces de resentir el mundo que nos rodea más allá de la comprensión de las palabras y de las formas. En nuestras primeras fases de vida somos capaces de percibir el mundo a través de su frecuencia vibratoria y de como resuena en nosotros.  Este es el lenguaje de la comunicación con el todo, con la vida y con el cosmos.

Todo lo que creemos sobre nuestro mundo y el lugar que ocupamos dentro de él se deriva de ideas formuladas en el siglo XVII; teorías que nos presentan los elementos del universo como si fueran divisibles, como si estuvieran aislados unos de otros y completamente auto contenidos. Dichas ideas, en esencia, nos han creado una visión del mundo basada en la separación y olvidamos algo tan importante como que:

“Estamos interconectados simultáneamente con el todo”.
 

El cerebro de un recién nacido hasta su primer año de vida emite a una frecuencia vibratoria de 1,01Hz, Cuando experimentamos amor y compasión por otro ser, nuestro corazón, (y esto es una constante a todos los humanos), también emite a una frecuencia de 1.01 Hz.  Pero de lo que no nos habíamos dado cuenta hasta hace escasamente tres años es que  el campo magnético terrestre  también vibra a una frecuencia de 1.01Hz.

 Las mediciones obtenidas de la observación de las variaciones en el campo magnético terrestre desvelan que un sentimiento simultáneo de amor y compasión por parte de miles de personas al unísono incide de forma contundente en el reequilibrio y vitalización  del campo magnético terrestre.

El espectro radioeléctrico de la tierra emite un pulso vibratorio que se sitúa aproximadamente en los 7,83Hz, y recibe el nombre de Resonancia Schuman u “ondas transversal – magnéticas “.  Sorprendentemente la tierra vibra a la misma frecuencia de resonancia que el hipotálamo humano y el de todos los mamíferos terrestres y marinos, que también vibra a 7,83 Hz.


Mientras el ritmo Alfa (9, 10, 11 Hz)  varia de una persona a otra, la frecuencia de 7.8 Hz. es exactamente común a todos los mamíferos, siendo una constante normal biológica, que funciona como un marcapasos para nuestro organismo y sin esa frecuencia, la vida humana no es posible.

Este fenómeno fue observado dramáticamente en los primeros viajes espaciales, cuando los astronautas a su regreso presentaban serios problemas de salud, acompañados de dolor de cabeza, migrañas, desvaríos, y sobre todo los ritmos cardiacos desarticulados. El motivo es que al estar volando fuera de la ionosfera terrestre perdieron el vínculo vibratorio con la pulsación de la frecuencia vital de resonancia de la tierra de 7.8 Hertz. Actualmente este problema es subsanado con generadores de ondas Schumann artificiales.

Pero nuestra estrecha y vital relación con nuestro entorno sonoro no termina en los datos facilitados en párrafos anteriores. Todos nosotros como seres resonantes que somos, formamos parte de una gran estructura sonora y vibratoria que enmarca la totalidad de las expresiones de vida. Poseemos una estructura armónica propia, en búsqueda constante de equilibrio y armonía. Nuestros órganos, nuestras células, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos vibran y por tanto suenan y emiten en una frecuencia de onda sonora que conforma nuestra estructura vibrante personal, que a su vez se interconecta y resuena con las miles de estructuras armónicas resonantes que existen a nuestro alrededor comunicando y configurando un estado de conciencia individual y colectivo.


¡La naturaleza, vive en estado permanente de resonancia armónica con el universo, con la tierra y con todas las manifestaciones de vida, la nuestra incluida!

 Las leyes de la armonía vibratoria tienen un solo objetivo que es el equilibrio y la unidad de conciencia.

Cada valle, cada bosque, cada playa, cada río… poseen su propia y peculiar estructura sonora y esta posee la capacidad de relacionarse vibratoriamente con nuestro campo armónico produciendo ajustes y reequilibrio solo por el hecho de entrar en contacto con nuestra estructura vibratoria, bien sea a través de nuestra aproximación física o bien a través de una exposición sonora utilizando grabaciones realizadas en lugares limpios y captadas en estado de resonancia y respeto con el entorno.

Un amanecer puede aportarnos vitalidad y transformar nuestros momentos de apatía en optimismo. El canto de un pájaro emitiendo a 8.000Hz puede mejorar nuestra concentración y estimular nuestro aprendizaje. El sonido residual producido por un oleaje con mar de fondo puede reducir un brote de ira en un plazo de 12 minutos. El suave sonido de las olas entre las rocas puede movilizar emociones bloqueadas en el plexo solar y hacernos sentir el más amoroso de los abrazos en nuestros momentos de soledad y derrota. El canto de un grillo puede desbloquear el miedo y reconducirlo a un estado de confianza con el proceso de la vida haciéndote sentir amor por ti y por el todo.
El amor, la vibración del campo magnético terrestre es la base tonal de nuestro mundo y el estado vibratorio de la naturaleza tiene como objetivo armonizar la vida a un único estado de conciencia: ¡EL AMOR!
 

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