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viernes, 18 de septiembre de 2009

AGARTHA SUS ACCESOS Y OCULTOS PASADIZOS


En el transcurso de una entrevista realizada el siglo pasado al gran científico Albert Einstein respecto a que pensaba sobre la religión ya que él era sin la menor duda el mejor científico de su tiempo expresó:
“…Algún día la ciencia y la religión deberán apoyarse la una en la otra, pues ambas caminan con bastones y se necesitan mutuamente…”…
Tales palabras del más grande científico del siglo XX indicaban justo eso, que la ciencia llevada solamente por la idea de la existencia material (de la materia física y de sus fenómenos), de los conceptos viviseccionadores que la caracterizan como: pesar, cortar, medir, analizar, etc., puede perder la visión general de conjunto centrándose sólo en lo material y tangible, convirtiéndose en una”religión de la materia” donde no exista nada más que ella en el universo, y la materia física sea el fin y la meta de la creación cósmica… aunque afortunadamente y merced a la aportación que hizo el genial científico judío-alemán, respecto a la ley de la relatividad donde E = mc2, se rompieron las viejas estructuras del pensamiento científico y sus paradigmas, y se comenzaron a estudiar los mundos de la energía radiante (rayos cósmicos, gamma, beta, alfa, X)…, de la luz, de las partículas subatómicas (protones, protinos, neutrones, neutrinos), espectrometrías de masas, etc., mientras que la religión, llámesele religión: a tradiciones, mitos, leyendas, creencias, rumores fundados e históricos, basados en la fe y en la creencia no demostrada científicamente ni constatada por hechos tangibles pueden hacer que nos extraviemos mentalmente en las fangosas áreas del fanatismo, la superstición y la credulidad más absurda e infundada…



Curiosas, un tanto extrañas e incluso insólitas teorías como el de la Tierra Hueca parece que intenten romper o se rían de las actuales disciplinas científicas de la geofísica. Personalmente no somos devotos, adoradores, ni admiradores de la ciencia actual, pero es la que tenemos. Tampoco debemos crearnos falsas expectativas con paradigmas “curiosos”, los cuales pudieran potenciar “in crescendo” un espejismo colectivo pseudocientífico basado en utopías y “visiones no relevantes” de unos pocos iluminados o no, ya que la geofísica actual (la ciencia que se encarga del estudio de la Tierra) con sus múltiples disciplinas como: la sismología, gravimetría, geomagnetismo, oceanología, paleomagnetismo, geotermia, geodinámica, tectofísica…, además de los estudios sobre: la dinámica atmosférica, meteorología, propagaciones radioeléctricas en la ionosfera, comportamiento de las auroras boreales en la magnetosfera, gravedad planetaria, etc., serían disciplinas sin sentido alguno cuando la realidad parece indicar lo contrario, aun cuando puedan nacer nuevas teorías, ya que del interior de la Tierra sabemos poco o muy poco, pues es muy difícil adentrarnos en ella.

Lo que hoy conocemos sobre el interior de nuestro planeta, de las zonas o capas donde se cree termina una de ellas y comienza la siguiente se describe a continuación –todo ello revisable y modificable con el tiempo-; sin que ello quiera decir tampoco que en la gran zona de la litosfera no pudieran existir enormes y gigantescas concavidades donde pudieran albergarse cosas impensables tales o similares a las descritas por Julio Verne en su novela “Viaje al Centro de la Tierra”…, de tales posibilidades, hipótesis, enigmas e interrogantes, puede surgir la tentación de regresar a aquella teoría de la Tierra Hueca en la cual creyeron fanáticamente los líderes alemanes durante la II Guerra Mundial, -lo cual derivó en múltiples y extrañas expediciones buscando ciudades perdidas, acceso al mundo interno por todos los rincones del planeta-…, y muchos seamos arrastrados de nuevo a seguir aquellas líneas de pensamientos…


Las capas de la Tierra que hoy conocemos son:
Litosfera. Es la parte más superficial que se comporta de manera elástica. Tiene un espesor de unos 250 Km. y abarca la corteza y la porción superior del manto.
Astenosfera. Es la porción del manto que se comporta de manera fluida. En esta capa las ondas sísmicas disminuyen su velocidad.
Mesosfera. También llamada manto inferior. Comienza a los 700 Km. de profundidad, donde los minerales se vuelven más densos sin cambiar su composición química. Está formada por rocas calientes y sólidas, pero con cierta plasticidad.
Capa D. Se trata de una zona de transición entre la mesosfera y la endosfera. Aquí las rocas pueden calentarse mucho y subir a la litosfera, pudiendo desembocar en un volcán.
Endosfera. Corresponde al núcleo del modelo geoestático. Formada por una capa externa muy fundida donde se producen corrientes o flujos y otra interna, sólida y muy densa.

Sin embargo, pese a lo descrito anteriormente, no todo está claro en estos momentos y de ahí que muchos eminentes científicos e investigadores de nuestro tiempo estén barajando otras posibilidades que pudieran no parecer tan absurdas como más adelante observaremos…
Así que merced a esta “flexibilidad de pensamientos” podríamos ir aceptando antiguas leyendas, la posibilidad de existencia de lugares secretos, túneles o cámaras protegidas o custodiadas por seres o fuerzas que apenas llegamos a comprender. De ahí que la Ciudad de Agartha o Shangri – Lá, Kapala o Shamballa, Erks…, o cualquiera de los nombres con que se la describe o se las describe (pues podría haber más de una) pudiera ser real y tangible y existir en el interior de la primera capa no muy profunda de la corteza terrestre, (justo antes de la zona del manto caliente), es decir en la primera zona: la litosfera que hoy creemos tiene unos 250 kilómetros de profundidad, y si tal fuera cierto, sería posible aceptar la existencia de túneles secretos que cruzarían los océanos del mundo debajo de la corteza marina uniendo todos los continentes y de los cuales se habló y se habla en casi todas las religiones y leyendas asiáticas, e incluso entre los antiguos incas y mayas, de todo lo cual hay extensa documentación forjada durante la conquista española del continente americano cuando desaparecieron como por arte de magia miles de kilos de oro cargados sobre cientos de llamas que se adentraron en unas aparentes y pequeñas cuevas y nunca se volvieron a ver aquellos inmensos tesoros que se esfumaron en la “nada”…

Leyendas de Asia y Exploradores de los Santos Lugares
Entre los antiguos mitos budistas figura un paraíso perdido, conocido como Chang Shambhala, la fuente de la sabiduría eterna donde viven seres inmortales en armonía perfecta con la naturaleza y el universo. En la India, ese lugar maravilloso perdido en el Himalaya se llama Kalapa, mientras la tradición china lo ubica en los montes Kun Lun. Asimismo, en la antigua Rusia -donde no había llegado la creencia budista pero se alimentaba de leyendas orientales llevadas allí por las invasiones tártaras- se hablaba de la legendaria Bielovodye, La Tierra de las Aguas Blancas, donde vivían santos ermitaños de inmensa sabiduría.
La existencia de túneles bajo el Palacio de Potala en Lhasa se entreteje con otro mito tibetano cultivado por escritores europeos. En su novela Shambhala, el pintor, explorador y novelista ruso Nicolás Roerich habla de Agharti (deformación de Agharta, nombre del paraíso subterráneo budista) como del lugar donde estaba Chang Shambhala, sede del Rey del Mundo. Según Roerich, Agharti está comunicada con todos los continentes por medio de pasadizos secretos.
Shangri-La es tan enigmática y evasiva como el mismo Tíbet, donde la ubicó el novelista James Hilton en su obra: “Horizontes Perdidos”. En el Valle de la Luna Azul está el mítico reino intemporal de hombres sabios e inmortales.




Nicolás Roerich y Ferdinand Ossendowski
Viajeros occidentales como el científico polaco Ossendowski y el pintor ruso Roerich, escucharon contar a los lamas y nativos relatos sobre túneles que convergían a un fabuloso país subterráneo donde habitaba una poderosa raza de seres que se daría a conocer cuando la humanidad hubiera llegado a unas condiciones en que pudiera recibir los conocimientos necesarios, y saldrían a la superficie para crear una nueva civilización de paz
Ossendowski fue el primero en recoger el testigo de Agartha. Durante su huída por Siberia y Mongolia, perseguido por el ejército rojo, alcanzó tierras casi desconocidas en torno al Desierto del Gobi, Manchuria y las inmediaciones del Tíbet -supuesto enclave del reino perdido. Contactó en sus investigaciones con privilegiadas fuentes de información: aristócratas y lamas mongoles y el bibliotecario del propio Buda viviente. Dejó memoria de todo en el último capítulo del libro “Bestias, hombres, Dioses”. El libro daría cierto cariz de credibilidad a la existencia de Agartha, aunque muchos lo tacharían de sensacionalista, extraño y muy poco o nada riguroso.
Roerich también sintió la llamada del Himalaya y abandonó la fama para dedicarse a luchar en pro de la paz, desde su refugio en el Valle de Kulu, en las montañas de Cachemira (1917). Recién muerto Lenin, en 1924, Roerich regresó a Rusia como portador de un mensaje que le había sido transmitido por los Mahatmas (Almas Grandes) que habitaban en “ese lugar” ignorado y secreto





Qué nos dice la cienciaSegún estudios realizados por geofísicos del Instituto de Tecnología de California (USA) y a través de mediciones indirectas en la frontera entre las zonas líquidas y sólidas de la corteza terrestre, se estima la temperatura interior del planeta en 6.300º C y en principio, en el "centro", alcanzaría los 6.600º C., mayor que la reinante en la superficie del Sol. Con estas cifras, admitir las teorías sobre la oquedad de la Tierra (La Tierra Hueca) parece bastante disparatado.
De todas formas, debemos reconocer que a la ciencia le queda mucho aún por investigar sobre la estructura interna del planeta, porque a pesar de las prospecciones (apenas un 0.2/0.5% del radio terrestre) y sondeos que los geólogos han realizado, la composición de su núcleo no ha sido determinada con total seguridad. Una hipótesis -aparecida en la revista Science- del doctor Ronald Cohen llevaría a examinar algunos planteamientos de ser cierta: "el corazón terrestre es una inmensa bola de 2.400 Km. de diámetro, pero no de hierro sino de cristal, formada por átomos de hierro con su propio campo magnético".
Lo que parece fuera de toda duda por la comunidad científica es que de existir seres intraterrestres tendrían una estructura física y atómica diferente, y así podría estar "habitado" el interior del planeta por criaturas basadas en la química del silicio en lugar de la del carbono, tal y como propuso en su día el astrónomo norteamericano Thomas Gold (profesor emérito de Astronomía de la Universidad americana de Cornell). Evidentemente se tratarían de organismos microscópicos capaces de desarrollarse a enormes presiones y temperaturas en el interior de la corteza terrestre, residiendo en los pequeños poros que se encuentran en las rocas y obteniendo la energía necesaria para vivir de diversos minerales y gases disueltos.
Esta posibilidad se ha considerado prácticamente inviable por la casi totalidad de los biólogos. Pero según Thomas Gold, en el interior de algunos laboratorios geológicos se ha conseguido muestras de gran profundidad y se han observado cómo diferentes rocas presentaban señales de la acción de estos organismos basados en el silicio que habrían pasado inadvertidos hasta ahora.

Lejos de la especulación, las únicas criaturas que desde hace 40 años se sabe llegan a tolerar condiciones y temperaturas de 3.500º C., son los llamados hipertermófilos. Viven alrededor de chimeneas volcánicas, de los fondos oceánicos, o en el agua que fluye de los géiseres. La mayoría de estos organismos son bacterias unicelulares que obtienen la energía al combinar oxígeno con sulfuro de hidrógeno. Constituyen auténticos fósiles vivientes, pues han permanecido casi sin cambios a lo largo de miles de millones de años.

Ferdinand Ossendowski

Extracto de uno de sus capítulos de su libro: “Bestias, Hombres y Dioses”

¡Deteneos! -murmuró mi guía mongol un día que atravesábamos el llano cerca de Tzagan Luk-. ¡Deteneos!
Y se dejó resbalar desde lo alto de su camello, que se tumbó sin que nadie se lo ordenase. El mongol se tapó la cara con las manos en actitud de orar y comenzó a repetir la frase sagrada: Om mani padme Hum.
Los otros mongoles detuvieron también sus camellos y se pusieron a rezar.
-¿Qué sucede? pensé yo, mirando en torno mío la hierba verde pálido que se extendía por el horizonte hasta un cielo sin nubes, iluminado por los últimos rayos soñadores del sol poniente.

Los mongoles rezaron durante un momento, cuchichearon entre ellos y después de apretar lar cinchas de los camellos reanudaron la marcha.
-¿No habéis visto -me preguntó el mongol -cómo nuestros camellos movían las orejas espantados, cómo los caballos en la llanura quedaban inmóviles y atentos y cómo los carneros y el ganado se echaban en el suelo? ¿No observasteis que los pájaros dejaron de volar, las marmotas de correr y los perros de ladrar? El aire vibraba dulcemente y traía de lejos la música de una canción que penetraba hasta el corazón de los hombres, de las bestias y de las aves. La tierra y el cielo contenían el aliento. El viento cesaba de soplar; el sol detenía su carrera. En un momento como aquél, el lobo que se aproxima a hurtadillas a los carneros hace alto en su marcha solapada; el rebaño de antílopes, amedrentado, retiene su ímpetu peculiar; el cuchillo del pastor, dispuesto a degollar al carnero, se le cae de las manos; el armiño rapaz cesa de arrastrarse detrás de la confiada perdiz. Todos los seres vivos, transidos de miedo, involuntariamente sienten la necesidad de orar, aguardando su destino. Esto era lo que entonces ocurría, lo que sucede siempre que el Rey del Mundo, en su palacio subterráneo, reza inquiriendo el porvenir de los pueblos de la tierra.

Así habló el mongol, pastor simple e inculto.
Mongolia, con sus montañas peladas y terribles, sus llanuras limitadas cubiertas de los huesos esparcidos de los antepasados, ha dado origen al misterio. Este misterio, su pueblo, aterrado por las pasiones tormentosas de la naturaleza o adormecido por la paz de la muerte, lo siente en su plena magnitud y los lamas, rojos y amarillos, lo perpetúan y poetizan. Los pontífices de Urga y Lhasa guardan su ciencia y su posesión.

Ha sido durante mi viaje a Asia central cuando he conocido por primera vez el misterio de los misterios, pues no puedo llamarlo de otra manera. Al principio no le concedí mucha atención, pero comprendí después su importancia al analizar y comparar ciertos testimonios esporádicos y frecuentemente sujetos a controversias.

Los ancianos de las riberas del Amyl me refirieron una antigua leyenda, según la cual una tribu mongola, intentando huir de las exigencias de Gengis Khan, se ocultó en una comarca subterránea. Más tarde un soyoto de los alrededores del Nogan Kul me mostró, así que se disipó una nube de humo, la puerta que sirve de entrada al Reino de Agharti. Antaño penetró por esa puerta en el reino un cazador, y a su vuelta empezó a contar lo que había visto. Los lamas le cortaron la lengua para Impedirle hablar del misterio de los misterios. Ya viejo, volvió a la entrada de la caverna y desapareció en el reino subterráneo cuyo recuerdo tanto encantó y regocijó su corazón de nómada.

Obtuve informes más detallados de labios del hutuktu Jelyl Dyamsrap de Narabanchi Kure. Este me narró la historia de la llegada del poderoso Rey del Mundo a su salida del reino subterráneo, su aparición, sus milagros y profecías, y entonces solamente empecé a comprender que en esta leyenda, esta hipnosis, esta visión colectiva, de cualquier modo como se la interprete, se encierra, a más de un misterio, una fuerza real y soberana, capaz de influir en el curso de la vida política de Asia. A partir de ese momento, comencé mis investigaciones.

El lama Gelong, favorito del príncipe Chultun Beyli, y el príncipe mismo, me hicieron la descripción del reino subterráneo.
-En el mundo -dijo Gelong-, todo se halla constantemente en estado de transición y de cambio: los pueblos, las religiones, las leyes y las costumbres. ¡Cuántos grandes imperios y brillantes constituciones han perecido! Lo único que no cambia nunca es el mal, el instrumento de los espíritus perversos. Hace más de seis mil años, un hombre santo desapareció con toda una tribu en el interior de la tierra y nunca ha reaparecido en la superficie de ella. Muchos hombres, sin embargo, han visitado después ese reino misterioso: Sakya Muni, Nadur Gheghen, Paspa, Baber y otros. Nadie sabe dónde se encuentra situado. Dicen unos que en el Afganistán, otros que en la India. Todos los miembros de esta religión están protegidos contra el mal, y el crimen no existe en el interior de sus fronteras. La ciencia se ha desarrollado en la tranquilidad y nadie vive amenazado de destrucción. El pueblo subterráneo ha llegado al colmo de la sabiduría. Ahora es, un gran reino que cuenta con millones de súbditos regidos por el Rey del Mundo. Éste conoce todas las fuerzas de la naturaleza, lee en todas las almas humanas y en el gran libro del destino. Invisible, reina sobre ochocientos millones de hombres, que están dispuestos a ejecutar sus órdenes.

El príncipe Chultun Beyli agregó: -Este reino se extiende a través de todos los accesos subterráneos del mundo entero. He oído a un sabio lama decir al Bogdo Jan que todas las cavernas subterráneas de América están habitadas por el pueblo antiguo que desapareció de la tierra…


J.V. &Shana