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miércoles, 14 de septiembre de 2011

AGARTHA SUS ACCESOS Y OCULTOS PASADIZOS

En el transcurso de una entrevista realizada el siglo pasado al gran científico Albert Einstein respecto a que pensaba sobre la religión ya que él era sin la menor duda el mejor científico de su tiempo expresó: “…Algún día la ciencia y la religión deberán apoyarse la una en la otra, pues ambas caminan con bastones y se necesitan mutuamente…”… Tales palabras del más grande científico del siglo XX indicaban justo eso, que la ciencia llevada solamente por la idea de la existencia material (de la materia física y de sus fenómenos), de los conceptos viviseccionadores que la caracterizan como: pesar, cortar, medir, analizar, etc., puede perder la visión general de conjunto centrándose sólo en lo material y tangible, convirtiéndose en una”religión de la materia” donde no exista nada más que ella en el universo, y la materia física sea el fin y la meta de la creación cósmica… aunque afortunadamente y merced a la aportación que hizo el genial científico judío-alemán, respecto a la ley de la relatividad donde E = mc2, se rompieron las viejas estructuras del pensamiento científico y sus paradigmas, y se comenzaron a estudiar los mundos de la energía radiante (rayos cósmicos, gamma, beta, alfa, X)…, de la luz, de las partículas subatómicas (protones, protinos, neutrones, neutrinos), espectrometrías de masas, etc., mientras que la religión, llámesele religión: a tradiciones, mitos, leyendas, creencias, rumores fundados e históricos, basados en la fe y en la creencia no demostrada científicamente ni constatada por hechos tangibles pueden hacer que nos extraviemos mentalmente en las fangosas áreas del fanatismo, la superstición y la credulidad más absurda e infundada… Curiosas, un tanto extrañas e incluso insólitas teorías como el de la Tierra Hueca parece que intenten romper o se rían de las actuales disciplinas científicas de la geofísica. Personalmente no somos devotos, adoradores, ni admiradores de la ciencia actual, pero es la que tenemos. Tampoco debemos crearnos falsas expectativas con paradigmas “curiosos”, los cuales pudieran potenciar “in crescendo” un espejismo colectivo pseudocientífico basado en utopías y “visiones no relevantes” de unos pocos iluminados o no, ya que la geofísica actual (la ciencia que se encarga del estudio de la Tierra) con sus múltiples disciplinas como: la sismología, gravimetría, geomagnetismo, oceanología, paleomagnetismo, geotermia, geodinámica, tectofísica…, además de los estudios sobre: la dinámica atmosférica, meteorología, propagaciones radioeléctricas en la ionosfera, comportamiento de las auroras boreales en la magnetosfera, gravedad planetaria, etc., serían disciplinas sin sentido alguno cuando la realidad parece indicar lo contrario, aun cuando puedan nacer nuevas teorías, ya que del interior de la Tierra sabemos poco o muy poco, pues es muy difícil adentrarnos en ella. Lo que hoy conocemos sobre el interior de nuestro planeta, de las zonas o capas donde se cree termina una de ellas y comienza la siguiente se describe a continuación –todo ello revisable y modificable con el tiempo-; sin que ello quiera decir tampoco que en la gran zona de la litosfera no pudieran existir enormes y gigantescas concavidades donde pudieran albergarse cosas impensables tales o similares a las descritas por Julio Verne en su novela “Viaje al Centro de la Tierra”…, de tales posibilidades, hipótesis, enigmas e interrogantes, puede surgir la tentación de regresar a aquella teoría de la Tierra Hueca en la cual creyeron fanáticamente los líderes alemanes durante la II Guerra Mundial, -lo cual derivó en múltiples y extrañas expediciones buscando ciudades perdidas, acceso al mundo interno por todos los rincones del planeta-…, y muchos seamos arrastrados de nuevo a seguir aquellas líneas de pensamientos… Las capas de la Tierra que hoy conocemos son: Litosfera. Es la parte más superficial que se comporta de manera elástica. Tiene un espesor de unos 250 Km. y abarca la corteza y la porción superior del manto. Astenosfera. Es la porción del manto que se comporta de manera fluida. En esta capa las ondas sísmicas disminuyen su velocidad. Mesosfera. También llamada manto inferior. Comienza a los 700 Km. de profundidad, donde los minerales se vuelven más densos sin cambiar su composición química. Está formada por rocas calientes y sólidas, pero con cierta plasticidad. Capa D. Se trata de una zona de transición entre la mesosfera y la endosfera. Aquí las rocas pueden calentarse mucho y subir a la litosfera, pudiendo desembocar en un volcán. Endosfera. Corresponde al núcleo del modelo geoestático. Formada por una capa externa muy fundida donde se producen corrientes o flujos y otra interna, sólida y muy densa. Sin embargo, pese a lo descrito anteriormente, no todo está claro en estos momentos y de ahí que muchos eminentes científicos e investigadores de nuestro tiempo estén barajando otras posibilidades que pudieran no parecer tan absurdas como más adelante observaremos… Así que merced a esta “flexibilidad de pensamientos” podríamos ir aceptando antiguas leyendas, la posibilidad de existencia de lugares secretos, túneles o cámaras protegidas o custodiadas por seres o fuerzas que apenas llegamos a comprender. De ahí que la Ciudad de Agartha o Shangri – Lá, Kapala o Shamballa, Erks…, o cualquiera de los nombres con que se la describe o se las describe (pues podría haber más de una) pudiera ser real y tangible y existir en el interior de la primera capa no muy profunda de la corteza terrestre, (justo antes de la zona del manto caliente), es decir en la primera zona: la litosfera que hoy creemos tiene unos 250 kilómetros de profundidad, y si tal fuera cierto, sería posible aceptar la existencia de túneles secretos que cruzarían los océanos del mundo debajo de la corteza marina uniendo todos los continentes y de los cuales se habló y se habla en casi todas las religiones y leyendas asiáticas, e incluso entre los antiguos incas y mayas, de todo lo cual hay extensa documentación forjada durante la conquista española del continente americano cuando desaparecieron como por arte de magia miles de kilos de oro cargados sobre cientos de llamas que se adentraron en unas aparentes y pequeñas cuevas y nunca se volvieron a ver aquellos inmensos tesoros que se esfumaron en la “nada”… Leyendas de Asia y Exploradores de los Santos Lugares Entre los antiguos mitos budistas figura un paraíso perdido, conocido como Chang Shambhala, la fuente de la sabiduría eterna donde viven seres inmortales en armonía perfecta con la naturaleza y el universo. En la India, ese lugar maravilloso perdido en el Himalaya se llama Kalapa, mientras la tradición china lo ubica en los montes Kun Lun. Asimismo, en la antigua Rusia -donde no había llegado la creencia budista pero se alimentaba de leyendas orientales llevadas allí por las invasiones tártaras- se hablaba de la legendaria Bielovodye, La Tierra de las Aguas Blancas, donde vivían santos ermitaños de inmensa sabiduría. La existencia de túneles bajo el Palacio de Potala en Lhasa se entreteje con otro mito tibetano cultivado por escritores europeos. En su novela Shambhala, el pintor, explorador y novelista ruso Nicolás Roerich habla de Agharti (deformación de Agharta, nombre del paraíso subterráneo budista) como del lugar donde estaba Chang Shambhala, sede del Rey del Mundo. Según Roerich, Agharti está comunicada con todos los continentes por medio de pasadizos secretos. Shangri-La es tan enigmática y evasiva como el mismo Tíbet, donde la ubicó el novelista James Hilton en su obra: “Horizontes Perdidos”. En el Valle de la Luna Azul está el mítico reino intemporal de hombres sabios e inmortales. Nicolás Roerich y Ferdinand Ossendowski Viajeros occidentales como el científico polaco Ossendowski y el pintor ruso Roerich, escucharon contar a los lamas y nativos relatos sobre túneles que convergían a un fabuloso país subterráneo donde habitaba una poderosa raza de seres que se daría a conocer cuando la humanidad hubiera llegado a unas condiciones en que pudiera recibir los conocimientos necesarios, y saldrían a la superficie para crear una nueva civilización de paz Ossendowski fue el primero en recoger el testigo de Agartha. Durante su huída por Siberia y Mongolia, perseguido por el ejército rojo, alcanzó tierras casi desconocidas en torno al Desierto del Gobi, Manchuria y las inmediaciones del Tíbet -supuesto enclave del reino perdido. Contactó en sus investigaciones con privilegiadas fuentes de información: aristócratas y lamas mongoles y el bibliotecario del propio Buda viviente. Dejó memoria de todo en el último capítulo del libro “Bestias, hombres, Dioses”. El libro daría cierto cariz de credibilidad a la existencia de Agartha, aunque muchos lo tacharían de sensacionalista, extraño y muy poco o nada riguroso. Roerich también sintió la llamada del Himalaya y abandonó la fama para dedicarse a luchar en pro de la paz, desde su refugio en el Valle de Kulu, en las montañas de Cachemira (1917). Recién muerto Lenin, en 1924, Roerich regresó a Rusia como portador de un mensaje que le había sido transmitido por los Mahatmas (Almas Grandes) que habitaban en “ese lugar” ignorado y secreto