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miércoles, 10 de octubre de 2007

SIRIS Y LA CIUDAD


....Porque existen relatos que nacen del alma, transpasando las fronteras del corazón, donde se mezcla, la inocencia, el conocimiento, los embates de la vida, la lucha por la supervivencia, del día a dia cotidiano...la admiración, el respeto y sobre todo el amor. Todo ello ha querido plasmar mi apreciado amigo en el sendero, J.V. con elegancia y sencillez.
...Como decia Antoine de Saint Exupery: Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección. Justo esa dirección es la que encontraron Siris y Dario.


La joven Siris había venido de provincias hacía unos tres meses. Era natural de un pequeño pueblo de esa parte de la Península Ibérica golpeada sin piedad por el tórrido sol veraniego de la antaño conocida como La Mancha del Quijote. Era la mayor de cuatro hermanos, dos hembras: Eunice y Actea y también del pequeño varón Ganímides. Llevaba sobre su espalda a pesar de sus recién estrenados veinte años, la responsabilidad de sus hermanos y de su madre enferma. Su carácter era maduro, de ademanes austeros, mirada profunda pero limpia, quizás evocando esos atardeceres fríos invernales de la estepa manchega de la cual venían sus raíces. Contrastaba en su rostro unas exquisitas gafas de diseño italiano, de lentes redondeadas, engastadas en montura metálica de varilla de color negro mate con salpicaduras de pinceladas doradas que le daba un toque muy intelectual a su rostro sonrosado juvenil de rasgos asiáticos.
Había llegado a la capital como tantas personas autóctonas del país o foráneas, en busca de mejores oportunidades laborales que las que le podía ofrecer su pequeña población agrícola de provincias. En sus estudios fue una alumna brillante; terminó su bachillerato con buenas notas, accedió a la universidad y se matriculó en la carrera de Historia del Arte. Su perfil psicológico entonces era muy equilibrado, no como el actual que tanto le afectaba. Ya casi había terminado el primer curso cuando la avisaron de la fatídica noticia del fallecimiento de su padre en un accidente laboral, -volcó el tractor en el cual labraba a jornal los campos-. Era labrador y el único sostén económico de la familia. Dicho conjunto familiar se vio de repente muy alterado. No sólo en lo emocional sino en sus recursos básicos, ya que todos dependían económicamente de él. Su esposa y madre de Siris había quedado medio inválida años antes por unas fiebres reumáticas recurrentes, por ello se llamó a la hija mayor para que asumiera en lo posible el papel de sostén económico familiar, puesto que a la madre apenas le quedó sino una mísera pensión por viudedad pues su fallecido esposo era trabajador autónomo por cuenta propia aunque esta figura laboral permitía no sin cierto descaro por la administración del estado, que las personas pudieran completar sus escasos sueldos con trabajos en otras explotaciones de amigos y vecinos...-la tierra no daba para mucho-... se decía en las charlas de la cantina local. En cuanto al tema del seguro por accidentes agrícolas, apenas cubrió sino los gastos del sepelio y poco más, así eran las cosas para este colectivo humano y laboral.
La valiente Siris había llegado a la gran urbe, como antes dijimos, hacía pocos meses. Con mucha ilusión por poseer un brillantísimo expediente académico y un personal bagaje intelectual, pero lamentablemente carecía de experiencia laboral. Cuando partió de su terruño cogió pocos pertrechos personales; mucha más responsabilidad, y una billetera con bastantes ahorros para la sencilla vida del campo, pero pocos para la gran ciudad, para la tan frecuentemente denominada, “selva urbana”. Le dijo a su madre que lograría ser algo importante, -todos los jóvenes decían lo mismo al partir de su ciudad natal-, aunque no sabía el qué, y que además sacaría adelante a toda la familia. Sin embargo tenía a su favor su innato talento, su especial sensibilidad y ternura naturales, y poseía una gran belleza femenina. A pesar de estas cualidades, la habían hecho débil en un mundo ruidoso matizado por desgracia, por la ley de la competencia, o lo que era lo mismo, la sociabilización de la ley selvática de la fuerza, cuyos claros exponentes eran las oposiciones o exámenes de competencia, -justificaban así los estamentos oficiales-, para conseguir un buen puesto de trabajo. En ese mundo urbano importaba demasiado la ficticia imagen exterior la más de las veces, mucho vacuo y vacío “glamour”, antes tal vez que una buena preparación académica, -así iba el mundo-. Existían demasiadas zancadillas entre compañeros..., ¿compañeros?...; con el fin de trepar a lo alto a toda costa, olvidando lo que significaban las palabras: amistad, cooperación, compañerismo, hermandad, solidaridad... , aquella ley de los fuertes no era sino también otra adaptación moderna o sublimación de aquella otra y lejana denominada: ley de supervivencia. Pudiera ser que el alma de Siris, si es cierto acaso, que las almas renuevan o cambian de cuerpos como nosotros de hogares, recién viniese de un mundo más sencillo y natural, tal vez por sus rasgos asiáticos puede que su última existencia hubiese sido en las suaves llanuras onduladas y verdes de Mongolia o Asia Central. Incluso su cabello llevaba impreso en sí, la impronta, esa sección redonda característica o resto genético de la raza perdida de la Atlántida, o cuarta raza raíz humana, que pobló según dicen las leyendas, un gran continente en lo que hoy es el Océano Atlántico, aunque la arqueología oficial no aceptara este hecho plausible todavía, al no encontrarse los restos sumergidos de esta gran civilización. Según los vedas, nuestra actual raza era la quinta denominada Aria, con sus subrazas respectivas, todas ellas por el contrario tenían la peculiaridad de una sección oval en sus cabellos, pero como siempre, todo esto debería ser investigado en el futuro por la ciencia. Así tal vez, pudiera comprenderse por qué Siris en esta vida actual no se hubiera adaptado al más vertiginoso ritmo social de occidente. Ella se veía en su fuero interno y a sí misma, como una intrusa, como una desplazada. Pese a esa inseguridad, irradiaba lo que era ella misma, -inocencia-, que la hacía un tanto voluble y cuya característica la irradiaba por los cuatro costados. No obstante todavía era portadora de algo hermoso: la pureza y la transparencia de lo incontaminado y limpio: en su corazón, en sus pensamientos e ilusiones.
Al acostarse por las noches temblaba de miedo, por la tensión acumulada cuando veía menguar vertiginosamente el grosor de su cartera. Ya apenas le quedaban sino unos pocos billetes de 10 euros, y no tenía con qué afrontar el cuarto pago del alquiler del piso compartido con otras chicas estudiantes. En sus enfebrecidos sueños la frase, “mundo laboral”, la asediaba y transtornaba cual si de un ser maligno se tratase, dejándola extenuada al no permitirle un total descanso. Le faltaba la experiencia práctica, esa seguridad natural de la gente valiente, o mejor adaptada al entorno urbano, luchando si era preciso con uñas y dientes para conseguir dinero, -esta loca creación humana-, en cualquier actividad laboral por muy dura y un tanto denigrante que pareciese al principio. Dichos luchadores por la vida de ambos sexos no tenían grandes sueños.
Sus retos eran solamente llegar a fin de mes. Casi todas las gestiones que hizo Siris por las oficinas de empleo temporal fueron infructuosas, se le exigía experiencia y conocimientos para trabajos de: oficina, servicios, hoteles, etc., y existían veladas formas, demasiadas ofertas para camareras con... “buena presencia física, joven y liberada”... ¿liberada de qué?..... Cierto era que nuestra amiga tenía un bello cuerpo, todavía con un toque de encanto juvenil asiático, pero no le tentaban estas ofertas. Buscaba su lugar, un verdadero empleo, estable y seguro, un real anclaje profesional. Hasta la fecha no había logrado nada importante, sólo esporádicos trabajos de camarera los fines de semana en discotecas, ayudante de cocina, limpiadora, cuidadora de niños, ancianos y enfermos por la noche o por el día..., aun cuando ella no criticase tales dignas actividades, no eran sus expectativas laborales, ¿para qué se había esforzado tanto en sus estudios?, ¿para qué toda su cultura?..., dichos interrogantes le hacían daño. Si bien no pudo terminar la carrera que comenzó, -muy a su pesar-, ella sabía que valía, que tenía talento y deseaba demostrarlo al mundo. Todo ello se conjugaba más y más en su contra y la sumía en la más oscura y profunda tristeza. Desesperada...
una tarde de hastío, decidió tomar un tren de cercanías que partía para una localidad en el extrarradio de la capital..., visitó la ciudad y al regresar...
Darío era un hombre joven de buen aspecto, tenía treinta y siete años, y hacía dos años que se había separado de un desafortunado matrimonio. Llevaba trabajando activamente desde los dieciocho, primero para otros, ahora para sí mismo. Era artesano, de inteligencia práctica y equilibrada, se había adaptado no sin conflictos, a la vida moderna de la ciudad. No le gustaba tanto ruido pero en su fuero interno se daba ánimos diciéndose, “de algo hay que vivir”. Añoraba los espacios abiertos donde volaban las águilas, los bosques, los prados verdes..., pero entre el tráfico urbano se permitía cíclicamente mirar al cielo limpio y azul. Esto le servía de válvula de escape psicológica y de terapia personal, -cada cual tenía la suya-. Ensimismado como estaba, pensando en un proyecto artístico bajó del tren de cercanías, se dirigió a la escalera mecánica que comunicaba el anden inferior de las vías con la planta superior de salas de espera, servicios, cafeterías, lugar de esparcimiento... y vio ante sí que a una joven vestida con un precioso suéter de lana fina color malva, se le acababa de caer un libro del bolso sin que ella se hubiese percatado del extravío. Se apresuró, y lo recogió del suelo, miró su título por curiosidad: “MOMO”, -hmmm, curiosa lectura y oportuna en algunos casos, “pensó para sí”, recordó brevemente el mensaje de este libro muy atrás en sus recuerdos-, y se dirigió con largos pasos hacia la joven la cual se había alejado algunos metros. Al llegar a su altura, le tocó con delicadeza en el hombro a la vez que le dijo...¡señorita!...¡señorita...., se le ha caído un libro!...
La joven aludida se giró, miró al caballero que le hablaba y reconoció que efectivamente era su libro. Algo en la situación o en sus recientes pensamientos la conmovió y no pudiendo reprimir sus lágrimas se sintió invadida por una súbita tristeza y desánimo, extraña mezcla del miedo y la responsabilidad de sus últimos días todo lo cual hizo que se le nublasen los ojos.
Darío notó la consternación de la joven y le preguntó:
- ¿Le ocurre algo?
- No..., no se preocupe, - añadiendo un tanto confusa y avergonzada: ¡gracias!
El caballero reiteró la pregunta:
- ¿Le puedo ayudar?
- No es nada.... no me ocurre nada...
- Permita que le acompañe un momento hasta que se recomponga, si es que siente mal por alguna causa. Confíe en mí..., no tema. Puede apoyarse en mi brazo.
Ya habían llegado a la altura de la siguiente escalera mecánica que subía al segundo nivel de la estación. Ambos llegaron a ella y subieron sobre los escalones estriados y móviles de este ingenio mecánico. La escalera les había subido a la planta superior. Entonces ella le tomó del brazo, y en total silencio se dirigieron sin mediar palabra hacia la cafetería-restaurante de la terminal, la cual dominaba panorámicamente los andenes inferiores y un gran tramo de vías. Una vez dentro de este servicio hotelero se sentaron al lado del gran ventanal acristalado, y poco después sin presentarse siquiera, Siris exteriorizó su dolor y le expuso brevemente a su acompañante su problema personal. Necesitaba hablar con alguien. Le contó lo del fallecimiento de su padre, de la precariedad económica de su madre y hermanos..., también le comentó que a su padre le encantaba la historia, especialmente la griega, y que ella y sus hermanos tenían por ello nombres de la antigua mitología helena. Darío estaba en total silencio compartiendo ese dolor con un sentido y verdadero recogimiento de corazón. Recordando tal vez pasajes parecidos en su experiencia de vida.
- No se preocupe señorita...¿señorita?..., -le preguntó con mucho tacto de palabra y forma
- ¡Siris!. Mi nombre tal como le dije antes, es de origen griego. De una nereida, hija de Nereo, un dios mitológico del mar. Mi madre se llama María y mis hermanos: Eunice, Actea y Ganímedes. Las dos primeras son chicas de 13 y 11 años respectivamente y el pequeño Ganímides, un precioso niño de seis años. – y matizó a continuación: ¡por favor tuteémonos!
- De acuerdo Siris, como quieras. Me llamo Darío.
- ¿Darío?..., si mal no recuerdo es el nombre de un antiguo rey persa que fue muy grande en su tiempo. Que dejó una gran inscripción en la ladera de una colina. Lo estudié en mi carrera universitaria.
- Efectivamente así es.
Ella con toda familiaridad y cariño reconociendo el gesto de expresa amabilidad y cortesía de Darío hacia su problema personal, especialmente por escucharla respetuosamente, acercó sus labios al rostro del joven y le beso en la mejilla en señal de agradecimiento, reiterando de palabra el favor recibido.
- Gracias de nuevo
- De nada. Es mi deber como humano. No tiene ninguna importancia
El artesano se sintió un tanto halagado por tal muestra de afecto y continuó animando a la joven:
- Es natural todo lo que te ocurre, y en tu caso personal hay un gran problema añadido. Se nos exige demasiado. Se nos bombardea por la televisión y los otros medios de comunicación con falsos valores, que si... la vida es fácil, que todo es posible conseguirlo pagando tan sólo “x” euros al mes, etc., se nos pinta la existencia con bellos sueños pero casi imposibles de alcanzar. Por ello, a veces los sueños, aquí en este gran escenario: la gran ciudad, chocan con las realidades personales, se golpean con saña los unos a los otros , y esto rompe el equilibrio psicológico de muchas personas. Pero yo te digo que no debes preocuparte, mi joven amiga, te ayudaré a canalizar si es que me lo permites, esa fuerza joven, tus sueños, colocando pieza a pieza, trozo a trozo, el gran rompecabezas desordenado que ahora te produce tal consternación.
En eso llegó el camarero. Se llamaba Raúl da Silva, era brasileño. Muy simpático y agradable. Sentaba muy agradable el escuchar ese siseo fonético y rítmico que imponía a su lenguaje cuando pronunciaba ciertas palabras del castellano. Se dirigió a los dos amablemente, como era él y les saludó:
- ¡Hola Darío!... ¡hola señorita!
Posteriormente, mirando a su cliente habitual y también amigo, le hizo la pregunta que solía utilizar cuando le veía:
- ¿Qué tomarás hoy...., lo de siempre?
Darío asintió con la cabeza. Raúl miró ahora a la joven modificando y embelleciendo la pregunta:
- ¿Y esta bellísima señorita tan preciosa y elegante que va a tomar en la cafetería gestionada por Raúl?
- Tomaré un té con limón y dos pastas para el té..., justo de aquellas que tiene en la vitrina del mostrador de pastelería.
- ¡Magnífico!. Buen acierto señorita. Son pastas brasileiras hechas por mi esposa...¡le encantarán!.
Se marchó a por el servicio. Ellos continuaban hablando. Regresó al poco rato con el pedido. Para ella llevaba una tetera humeante, la taza, los cubiertos y las pastas. Y para Darío lo que nuestro amigo solía tomar cada día a media tarde.
La chica miró que sobre las tostadas había una especie de crema o pasta extraña y curiosamente quiso saber que era aquello.
- ¿Qué es lo que llevan esas tostadas?
- Es crema de sésamo y en el recipiente de cristal hay mermelada de grosella negra. Puede que no sepas que el sésamo es quizás uno de los mejores alimentos que exista para el cerebro. Posee unos ácidos grasos o neurotransmisores que renuevan y revitalizan las células cerebrales y nerviosas de todo el cuerpo, incluso algunos creen que regeneran la médula ósea. Y la grosella negra, especialmente su aceite esencial, posee un agente bioquímico o catalizador que regenera el metabolismo hepático, pudiera decirse que lo rejuvenece. Aunque dicho elemento está en el aceite, mi opinión personal es que está también presente, pero en menor porcentaje en la mermelada, en el propio fruto, ya que es la misma planta. Y suelo acompañar esta llamémosle: “terapia alimenticia” con una tónica, porque dicha bebida lleva extracto de quinina, que es posiblemente el mejor remedio contra la malaria, actúa más o menos como una sustancia inmunológica, no tanto como la “equinnacea”, pero casi tanto como ella y por tanto aumenta las defensas orgánicas.
- Me parece interesante lo que me dices, ¿pero no será peligroso todo esto?..., me refiero a la automedicación
- Bueno..., no es automedicación en absoluto. No llego al extremismo de ser hipocondríaco siempre pensando en las enfermedades y los males que asolan a la humanidad. Ten presente que en la dosis adecuada todo es positivo. En el equilibrio como en toda cosa, está la sabiduría, el saber hacer. Yo tomo sólo una tónica al día que actúa en mí como de sustancia protectora e inmunológica natural. Pero no abuso porque sé que las sustancias vegetales, pese a lo que se diga, no son inocuas del todo,- y enfatizó con mayor volumen de voz: ¡el equilibrio!..¡el equilibrio!..., eh ahí la palabra clave.
Siris le miraba con atención. Darío comió sus tostadas untándolas con la negra mermelada. Bebió su tónica y después se comió el trocito de la corteza de limón que acompañaba la bebida tonificante. Antes de introducirse en la boca la rodaja de limón separó cuidadosamente la pulpa blanca de la corteza amarilla.
- Aquí, entre la corteza exterior de los cítricos y la pulpa interna comestible existe este tejido blanco y amargo, que sin embargo, posee otro más de esos “ladrillos biológicos” para construir un cuerpo sano y fuerte. Dicha sustancia tiene la facultad de reconstruir o regenerar las paredes de las venas y de las arterias corporales.
Conforme hablaba Darío, la joven iba sintiéndose más y más a gusto. Él simplemente era diferente. No hablaba del chismorreo televisivo o de los personajes deportivos de moda o de los artistas del cine o cantantes famosos tan asiduos en los medios informativos.. simplemente tenía otra onda.
Pareciendo adivinar lo que ella pensaba el joven dijo a continuación:
- Mira Siris, aunque veas en mí algunas cosas un poco raras, ten por seguro que te encuentras frente a un hombre honesto, honrado, medianamente inteligente y muy trabajador. Además soy también un singular hombre de negocios. Poseo mi propio taller de vidrio artístico, muy artesanal, lo confieso, pero me gano la vida bastante bien y me permito cierta libertad de movimientos. En ti también percibo a alguien especial, me has contado abiertamente, cosas muy personales sin apenas conocerme. No todos lo hacen. Te has abierto a mí. Desearía proponerte que fueras mi colaboradora, que trabajaras no para mí sino conmigo..., en estos momentos necesito a una persona ya que desde hace algo más de un mes, me quedé sin secretaria y hasta la fecha no he encontrado a la persona adecuada. Una persona que ordene mis papeles, lleve mi oficina, que atienda el teléfono cuando yo no esté, que recoja y envíe correspondencia y cosas por el estilo..., ¿tu que opinas?.
Mientas el hombre joven hablaba, ella le estaba escuchando con verdadero interés. Apenas escuchó las palabras sobre la posibilidad de trabajar con él un gozo interno comenzó a darle nuevas dosis de la vitalidad perdida en los últimos días. No sabía si saltar de alegría o no, ¿era posible tener tanta suerte, se preguntaba incrédula?.En su fuero interno, en el propio corazón, una débil voz interior le decía que tenía ante sí a un ser fiable y honesto, tal como decía. Todavía confusa por las palabras y las interrogantes que la asaltaban preguntó titubeando...
- ¿Y... en qué consistiría .... mi trabajo?
Raúl el camarero regresó en esos momentos a la mesa de los dos jóvenes llevando el cambio en el platito de vueltas y dos chocolatinas con publicidad de su establecimiento. De pronto hizo un gesto malabar como para materializar de la nada algo inexistente y “apareció” una hermosa flor blanca que llevaba oculta en la espalda, y ofreciéndosela a Siris le dijo: ¡para vosé senhorita!, en un correcto portugués. Era un precioso clavel que le agradó a la chica, la cual se sintió doblemente reconfortada y animada por tan bello gesto del camarero y por la transparencia de su nuevo amigo, al cual parecía conocer desde siempre.
Darío tomó las vueltas del platito y dejó algunas monedas sueltas como cambio. Sonrió y elevando el volumen de su voz casi convertida en una declamación teatral expresó:
- ¡Toma “ a gorjeta “ bribón! –señalando a continuación -..., las clases lingüísticas del idioma portugués-brasileño de mi amigo Raúl me resultan muy caras...., entre las consumiciones y las propinas del profesor no-académico Raúl da Silva, podría pagarme holgadamente dos carreras universitarias.
El camarero le miró, se dio por aludido y rió abiertamente. Cogió el servicio y limpió la mesa de los dos jóvenes y al marcharse contorsionó el cuello muy teatralmente, volteándolo exageradamente con desdén, pero con una muy visible sonrisa, para que todos los clientes de la cafetería se percataran que era una escenificación, una broma entre dos amigos, una caracterización hacia la llamémosle: ignorancia de su pupilo y amigo Darío.
Siris estaba gozando de la escena, de la teatralidad. Allí se sentía muy bien; ambos eran geniales.
Cada uno a su estilo. En su fuero interno sabía que ese era su lugar y su gente. Sentía, percibía, afloraba a ella, la humanidad de estos nuevos amigos que se reportaban mutuo afecto. Inspiró con fuerza a través de ambas fosas nasales tomando mucho aire en sus pulmones como para saborear el momento mágico y llegar a una relajación posterior.
Desde la mesa en la cual estaban sentados, Darío hizo un gesto de rotación con su dedo índice para que tras la barra lo comprendiese Raúl, el cual lo comprendió instantáneamente, poniendo un conocido “cd” de música brasileña en el equipo musical. Era el disco que tanto gustaba a su amigo. Cuando poco después comenzó a escucharse la cadencia poética y musical comentó a la joven...
- Esto, lo de las propinas, son minucias. Lo importante es el trato de palabra. El respeto a la dignidad del interlocutor. No importa si está reconocido socialmente o no lo está, que tenga o que no tenga un alto estatus. “Todos... – como sabiamente expresó el gran dramaturgo irlandés Bernard Show, a través de las palabras de su personaje en la obra “Pygmalion”-....”todos poseemos nuestra propia chispa divina”, lo que queda en verdad al marcharnos de este mundo, son las obras de afecto y de amor, de cariño y compasión, que damos a otros seres vivos, sean o no sean humanos. Eso es lo que realmente tiene valor en el mundo del espíritu. Especialmente las obras de altruismo amoroso hacia toda vida y hacia todo ser.... Eh ahí la cuestión....
La música rítmica carioca, pasó a una cadencia diferente, los intérpretes Mutinho y Toquinho, que hoy pudieran considerarse unos “clásicos” interpretaban las estrofas de su conocida obra: “Escravo da alegria”...


..Eu que andava nessa escuridao
.. de repente foi me acontecer
.. me roubou o sono e a solidao
.. me mostrou o que eu temia ver
.. sem pedir lecença nem perdao
.. veio louca para me enlouquecer
.. vou dormir querendo despertar
.. para depois de novo conviver
.. com essa luz que veio me habitar
.. com esse fogo que me faz arder
.. me dá medo, vem me encorajar
.. fatalmente me fará sofrer

Ando escravo da alegria
Hoje em dia, minha gente,
Isso nao e normal
Se o amor é fantasia
Eu me encontro últimamente
Em pleno carnaval...,



los clientes de la cafetería prolongaban sus silencios o sus palabras en afinidad vibracional e inconsciente con la música y las estrofas de la obra. Mientras tanto Siris, pensó prolongadamente y al fin, rompiendo sincrónicamente el silencio en el interludio entre una obra y otra, reflexionó las últimas palabras de su acompañante y comentó:
- Lo que me dices me ha gustado..., pero volviendo al tema laboral...¿realmente en qué consistiría mi trabajo diario?
- Como antes te expliqué; en redactar facturas a máquina, llevar la contabilidad muy sencilla de mi empresa, atender al teléfono, ir al correo... y cosas así ¿te parece bien?
Volver a preguntar lo que ya se había hablado no surgía tanto de la desconfianza personal de Siris ante Darío, sino más bien al desconocimiento específico de esta tarea profesional y por ello un tanto avergonzada señaló:
- Es que no sé escribir bien a máquina. Apenas tuve tiempo de estudiar mecanografía. Manejo un poco el ordenador pero de forma un tanto rudimentaria y autodidacta... y de contabilidad no sé nada.
- No tiene importancia. Lo que realmente necesito es tu disposición interna, si deseas o no deseas adaptarte al nuevo ritmo. Al principio te aseguraré por media jornada y subvencionaré tus estudios de perfeccionamiento laboral en clases nocturnas en una buena academia de ofimática y gestión contable, pero todo ello con una sola condición... –hizo un lapsus para comentar algunos conceptos que quería que quedaran claros en el corazón de la joven-..., mira Siris, yo creo mucho en las auténticas relaciones humanas. Pienso, como muchas personas de buena voluntad de todo el mundo que, “los repetidos sufrimientos a que nos sometió el agitado y doloroso siglo XX, nos han enseñado, por fin, que las relaciones humanas deben fundamentarse en motivos más profundos y espirituales que en una simple cuestión de conveniencia e intereses para ambas partes”.... – señalando a continuación: “pudiera decirse que estas últimas palabras definen mi filosofía de vida”...., lo digo para que veas la transparencia de mi ser.
La joven pensó durante un instante lo expresado por Darío y con cierto miedo preguntó:
- ¿Qué condición?
- Que no me dejes tirado a la primera de cambio, ni cuando hayas alcanzado un buen nivel profesional. Creo en ti, porque como te he dicho, aun cuando existirá una relación jefe – empleada; por encima de todo ello están los principios éticos que definen mi vida. Que en vía a esta ética del ser humano, de las auténticas relaciones entre los hombres, me des tu palabra de honor, de que al menos estarás conmigo tres años. Llevando mis papeles y organizando mis números. Te iré pagando cada vez más hasta llegar a lo que le corresponde a una buena profesional. Conforme mi empresa tome prestigio tu crecerás a mi lado. Si llegado el tiempo que ahora establecemos como condición, decides marcharte, no te lo impediré y lo comprenderé, aunque me duela. Pero antes de abandonarme observa el mundo laboral de tu alrededor, habla con otras personas, sondea la realidad del mercado y de las verdaderas oportunidades de mi trabajo específico, valorando lo que puedes perder si decides abandonarme en su día. Tu misma decidirás y no yo. Solamente te advierto que tengas cuidado al elegir y no te dejes embaucar con los efímeros espejismos de tal o cual “gran empresa”. Escucha a tu corazón, él te guiará.....
Hubo un silencio bastante prolongado por ambas partes. Al fin el empresario artesano expuso abiertamente lo que pudieran ser las dificultades futuras.
- Quiero que sepas, por si decides trabajar conmigo, mis llamémosle “ideas personales”, no ya mi filosofía de vida en cuanto a la relación con otras personas sino algo más íntimo, más profundo..., ya que éstas las percibirás o surgirán en un trato cercano, muy estrecho... – y prosiguió: “por mi especial trabajo artesanal, no llevo escudos o barreras mentales para que oculten a los que están muy cerca de mí, lo que soy o lo que siento. Trabajo con cristal de colores transparentes, y eso es trabajar con luz,- física-, pero luz al fin y al cabo. Necesito meditar y tener momentos de intensísimo recogimiento espiritual..., ya perdí a una buena colaboradora que tuvo miedo a la luz..., hoy la luz da miedo y las gentes prefieren ver su reflejo en lo patético, oscuro y doloroso, tan expresado en muchas películas de violencia o de fenómenos paranormales, etc., antes que aceptar la belleza y sencillez del espíritu visto como realmente es, es decir, por el lado positivo, no todas las personas, pero sí muchas de ellas”...
- ¿a qué te refieres?..., ¿no acabo de entenderte?
- Veras... hago diseños para templos, iglesias y centros de meditación, terapias de sanación, etc. Son motivos espirituales, que evocan lo Divino en el ser humano. No creo en una religión ortodoxa, en una doctrina concreta ni en unos ministros que sean los únicos canales por donde nos llega la inspiración y amor de “lo alto”., si es que esto pudiera determinar lo Eterno en el hombre. Pero sí creo que existen hoy unos Seres que desde nuestra concepción pudieran parecernos “superhumanos”, pero que antes fueron como tu o como yo. Que se ha dicho, a veces con demasiada teatralidad y superstición, que puede que pronto, tal vez a principios del siglo XXI (en el cual estamos ahora), aparecerán en la vida pública, se exteriorizarán, si la humanidad consigue expresar más altas cotas de amor, cooperación y hermandad. La gente cree más en “Ellos” de lo que suele confesar, de lo que por temor evita expresar externamente, para que no se burlen de ellos y de su aparente “credulidad religiosa”, incluso dentro de los países considerados como “ateos”..., a tales Seres se les denomina Maestros Ascendidos. Pertenecen a una Jerarquía Espiritual de Grandes Almas, las cuales alcanzaron la liberación de las limitaciones de la carne. Pero por amor a la humanidad, se quedaron aquí para ayudarnos. Todos Ellos y Ellas, son discípulos de Cristo, ese Gran Ser Solar, el cual prometió que también vendría con Ellos, -no al final de los tiempos-, que han desvirtuado las malas interpretaciones de la Biblia tan manipulada a través de los siglos, por el poder eclesiástico afín al poder político de los tiempos y los otros testimonios de buena fe pero sin consistencia veridica, sino al final de esta quinta raza raiz actual: la denominada Aria, a la cual pertenece en gran porcentaje, la actual humanidad. Finalizará la etapa que dejó a medias en Palestina... Si es cierto que resucitó ¿dónde está... te lo has planteado alguna vez?... ¿a la derecha del Padre?..., ¿acaso el Padre es como nosotros?... menuda mentira perfectamente orquestada para alejarnos al Maestro de nuestro entorno humano y situarlo en la distancia inalcanzable de la “Divinidad”. Se retiró del mundo...- sí es cierto-, ¿pero acaso, esa “derecha espiritual” no podría estar situada en un lugar santificado y de retiro y meditación en cierto lugar de los Himalayas, Altai, los Andes...?, ¿ y por qué no ahí?. Es sorprendente lo que las interpretaciones de unos pocos que se consideran a sí mismos como la “elite teológica” de la humanidad han podido hacer para desvirtuar la verdad en los últimos milenios, en el conjunto social, para disfrazar los hechos reales...., como te dije, esto no significará el fin del mundo, como fanáticos creyentes o no creyentes han intentado boicotear utilizando solapadamente el miedo a lo desconocido. Sino por el contrario, es un mensaje de esperanza y colaboración para una Nueva y Mejor Humanidad que regenerará todos los estamentos de la vida pública, social, económica, religiosa, educativa, científica, artística... y nos conducirá a una Gran Civilización... ese era su gran sueño, lo que El denominaba: La Nueva Jerusalén....¿es que no sabemos leer entre líneas?... Estos Grandes Hombres y Mujeres y Su Maestro, El Cristo, colaborarán personalmente con los dirigentes de todas las actividades antes mencionadas, no para desplazarlos, ya que no es ese el fin por el cual se manifestarán públicamente -que no teman dichos dirigentes, ante un Ser o Seres de tal magnitud espiritual que dejaron muy atrás cualquier tipo de ambición o protagonismo personal-. Su legado espiritual más importante, es que a la vez que intentarán apoyar el desarrollo de una nueva sociedad más justa, bella y equitativa, es recordarnos que también somos almas, y que la muerte, -como tal, no existe-, sino el cambio o transmigración de “ese principio vital denominado vida” de un cuerpo gastado y envejecido a otro joven. Y que posterior al tránsito conocido como: la muerte física y después de un tiempo de merecido descanso en el mundo subjetivo que podríamos denominar, por no tener otras palabras, como: “espiritual”, por no saber como definirlo mejor, en ese “lugar” de “sueño sin ensueños” regresaremos a la existencia física de nuevo. Ya que en verdad somos seres luminosos o espirituales revestidos con cuerpos terrestres, y todos pasaremos en sucesivas vidas, por experiencias en otros cuerpos cada vez más perfeccionados, hasta conseguir la perfección final que Ellos y Ellas, expresaron por completo...Cuando un cuerpo agota todos sus recursos, sus elementos regresan a la tierra, esa es la ley de la naturaleza o materia, -como quieras llamarla-, pero no es la ley del espíritu, que como te estoy explicando, en realidad somos nosotros.
Siris no ya no le oía, sino que le escuchaba con algo más que sus oídos, y sus ojos iban más allá del cuerpo y se enfocaban imaginativamente en otro lugar ajeno a ese espacio-tiempo en el cual ambos estaban coloquialmente hablando. Y como para quitar importancia a lo escuchado, señaló con aliviada distensión:
-¿Ah..., es eso?... Yo también creo que soy un alma traída de otro lugar de este planeta. En ocasiones soñé que vivía una vida diferente en unos valles hermosos. Ese sueño se ha repetido reiteradamente en mi existencia. En mis propios estudios pude leer la vida de Buda, en un trabajo que se nos pidió sobre religiones comparadas y sus expresiones artísticas. Pienso como tu, que Cristo nunca se marchó de aquí, aunque aparentemente así lo hiciera. Mi padre, pese a ser un simple agricultor, era muy instruido, era autodidacta. Siempre llevaba algún buen libro en su tractor, el cual leía en sus breves momentos de descanso entre tareas. Desde niña siempre me dijo que me imaginase el mundo como un espacio compartido interdimensional, y que para comprender ese concepto, imaginase lo de las dimensiones como algo así como una gran mansión señorial, con muchísimas cámaras y distintos pisos. Nosotros, los humanos estaríamos en la planta baja, y El (El Maestro) y Sus Hermanos Mayores (o bien alejados en una habitación de una galería lejana de la planta baja), lo que podría ser una pequeña aldea desconocida en Los Himalayas, o bien en una planta más elevada; un iluminado y espacioso piso superior, separado del ruidoso ajetreo nuestro de aquí abajo, pero que en dicha mansión existía una disimulada, y también iluminada escalera, que Ellos podían utilizar cuando lo deseaban, pudiendo estar en cualquiera de los dos lugares expresados.
La joven Siris se calló un instante, recapacitó sobre la anterior propuesta laboral de Darío y respondió:
- Respecto a tu oferta.... ¡puedes contar conmigo! - y con una renovada energía e ilusión preguntó a continuación: ¿cuándo empezamos?
- Mañana mismo comenzarás si así lo deseas.
Los acontecimientos que siguieron a la incorporación de la joven, no ya referidos solamente al mundo laboral sino al estrecho trato con su nuevo jefe y gran amigo, sucedieron...
Siris llamó a su madre y hermanos contando todo lo ocurrido y la suerte que había tenido encontrando a esta persona honesta en su camino. Días después les envió un dinero que generosamente le anticipó Darío por su trabajo todavía a tiempo parcial. Poco después se trasladó a vivir a la buhardilla que estaba sobre la planta baja del taller artístico. El respeto, trato cortés, cordialidad y profesionalidad de su nuevo jefe en todo tiempo fue excepcional e intachable. Jamás hizo éste, insinuación alguna ni pidió nada a cambio. Ella, la mujer, por si misma, se dio cuenta un día, poco más de un año de su reincorporación en la empresa, de que amaba a este hombre. Consultó con su familia y al tiempo su madre pudo ser trasladada a la ciudad, para conocer al joven, por haberse recuperado sustancialmente, encantándole la presencia de Darío y su humanidad.
Lo que sucedió meses más tarde fue la creación de una nueva familia basada en el respeto y admiración mutua entre la nueva pareja. En la paridad de objetivos internos y externos, con muchísimo amor y cariño abiertamente expresados, La empresa como tal prosperó. Cierto es que hubieron como en todo lo nuevo, momentos de dificultad, pero fueron esporádicos y de poca intensidad y por poco tiempo, ya que nunca faltó trabajo en la cartera de pedidos de este artista más que artesano. Darío se vio en la necesidad de ampliar la plantilla cogiendo a dos nuevos operarios, realizando todo el equipo humano, hermosísimas vidrieras, auténticas obras de arte para catedrales, iglesias y edificios públicos, religiosos y privados.
La familia se unificó definitivamente y legalmente, y la madre y los tres hermanos de Siris se quedaron todo el tiempo con ella y con Darío, el cual pidió la mano de la joven formándose un matrimonio de gran amor, cuyo fruto posterior fueron tres hijos...
Hoy la familia, años después de todos aquellos acontecimientos brevemente expresados, vive en uno de los pueblos periféricos de la gran urbe: Madrid, en un lugar maravilloso, una casa preciosa y amplia, rodeada de la hermosa naturaleza, con la espalda siempre blanca del Guadarrama a lo lejos y este matrimonio se cree bendecido continuamente por esos “Seres Elevados” y que siempre dicen, están cerca de sus corazones...

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