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lunes, 18 de abril de 2011

DÍA DE LA TIERRA, VIERNES 22 ABRIL 2011


                             



El Día de la Tierra, 22 de abril, es una celebración anual del medio ambiente que compartimos y el momento de evaluar la labor aún necesaria para proteger los dones naturales de nuestro planeta.


El Día de la Tierra no es una fiesta nacional. Si bien no existe una organización central, muchas organizaciones no gubernamentales trabajan para registrar las miles de actividades locales en escuelas y parques que marcan el día. El día de la Tierra es el día a día, donde debemos concienciarnos que nuestro Paraíso, se ha convertido en un estercolero, donde la Madre Gaia, sufre como ser vivo, no nos quejemos pues, cuando  se sacude de vez en cuando.... ante su lenta agonía y  destrucción...


El Día de la Tierra, comenzó en 1970 como una corriente de protesta, ha evolucionado hacia una dedicación global del medio ambiente y de nuestro compromiso con su protección. La historia del Día de la Tierra refleja el crecimiento de la consciencia ambiental en el transcurso del último cuarto de siglo, y el legado del Día de la Tierra es la noción inequívoca de que el medio ambiente es objeto de inquietud universal.

A pesar de que muchos seres humanos trabajamos con entusiasmo, amor y esperanza, para contrarrestar los efectos negativos de la violencia, el odio, la pobreza, el daño ecológico, ello es aún insuficiente para detener el proceso de deterioro que refleja el planeta.



Es, pues, una llamada a la solidaridad, a la colaboración y a la armonización de las actitudes individuales y colectivas de los seres humanos, para frenar la fuerza de la astuta energía, para frenar el proceso de global de la tierra, y su gradual deterioro, evitar que sus lágrimas sigan formando ríos desbordados, tsunamis incontrolados, vientos huracanados, volcanes resucitados, encontrar la armonía dentro de nosotros mismos, es cantarle una dulce nana y a la vez encontrar la armonía con sus elementos.



¡Hombre detén tus manos!, no tales los árboles, son necesarios para el H2o, generan problemas ecológicos, económicos y sociales, alteración irreversible en la diversidad biológica, deja el suelo expuesto a los agentes erosivos; en áreas semiáridas puede causar desertificación. Disminuye la infiltración del agua de lluvia debido a la falta de vegetación y a la disminución de la porosidad del suelo, lo que favorece las inundaciones. Altera toda la flora menor y la fauna, por lo tanto, a la diversidad biológica.



NO contamines las aguas, el agua es fundamental para todas las formas de vida, lo que la convierte en uno de los recursos esenciales de la naturaleza. Nuestra agua NO debe poseer materias orgánicas, gérmenes patógenos ni sustancias químicas.




NO maltrates a los animales, para hacer de sus pieles un bolso o abrigo que lucir con orgullo.





NO más contaminación atmosférica por gases o aerosoles, recuerda en aquellos tiempos, cuando respirabas llenando tus pulmones de aire puro, sintiéndote mucho más saludable.

Si NO has aprendido a reciclar, dirígete a tu Ayuntamiento más cercano, te darán la información necesaria, como separar los residuos: Plástico, vidrio,papel, cartón, materia orgánica, reciclando ahorramos energía, respetamos los recursos naturales y contribuimos a legar el mejor mundo posible a las futuras generaciones, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos..


                                  
Seguiría enumerando pero ¿qué te puedo decir que tú no sepas? Solo has olvidado tomar conciencia de todo cuanto le está afectando a nuestra Madre, y por ende nuestro Paraíso, pero nunca es tarde, cierra los ojos, siente su pulso, fúndete con ELLA, manteniendo una conexión directa con su entorno, disfruta de su generosidad, mirando el brillo de las estrellas, la intensidad de la luz del Sol, el movimiento de las nubes, el sonido de las aguas, el canto de los pájaros, el lenguaje de los animales. Las vibraciones de las plantas, la energía de las piedras, y desde esa armonía cántale una nana desde dentro de tus entrañas, con la fuerza de tu compasivo corazón.


                       



REFLEXIONES PARA EL DÍA DE LA TIERRA




Aquellos que han tenido la fortuna de salir de nuestro planeta, nos referimos aquí a los astronautas –como se infiere de las palabras-, casi todos sin excepción han quedado sumidos en un silencio reflexivo profundo cuando desde el espacio han admirado la grandiosidad de la casa cósmica en que les tocó en fortuna nacer y vivir…




Hoy sabemos muchas cosas de nuestro planeta, de nuestra morada universal, pues cientos de “ojos tecnológicos” observan la Tierra desde todos los ángulos posibles: miden su temperatura, su campo magnético, la pluviometría de los bosques planetarios, los vientos, las nubes, el color del mar, la magnitud de los incendios, la extensión de desiertos y glaciares…; cual si imagináramos una hueste invisible de sabios doctores que observan y comentan sobre un paciente gigantesco, …sobre nuestro planeta.







Nadie o casi nadie desconoce su forma, su tamaño, la distancia que separa nuestra Tierra de sus hermanos los mundos planetarios de: Marte, Júpiter, Venus, etc., así como la radiación que nos llega tanto cósmica como solar…, pero pese a todo lo anterior seguimos desconociendo su verdadera esencia, su verdadera razón de ser…-o al menos miramos a otro lado cuando preguntas insidiosas y reivindicativas asaltan nuestra mente, nuestro raciocinio-… ese “mirar a otro lado” implica que algo de nosotros mismo no está de acuerdo con las patologías que aquejan a nuestra gran madre nutricia y de tan amplio y generoso corazón. Nos lo da todo sin pedir apenas nada, pero ese “darlo todo” no debemos buscarlo en la roca inerme y aparentemente muerta, debemos “sentir la vida”, debemos ver cómo se manifiesta Esa Vida invisible y que se diferencia en miles de millones de seres de todos los reinos que con nosotros habitan este roca esférica de vida en la cual habitamos.





Dramática y dolorosamente sabemos de la fragilidad de toda manifestación viva ahora que las “fiebres o fuerzas convulsivas” que aquejan al fuero interno planetario se transfirieron al exterior y los vómitos de dolor se expresaron en convulsiones sísmicas que agitaron los mares y elevaron olas gigantescas que incidieron y barrieron a pobres víctimas humanas indefensas. Nada de lo que ocurre, ocurre al azar, todo tiene una última razón o causa interna por muy dramático que pueda ser el efecto externo, pues tal ahora parece que el planeta no puede ya soportar por más tiempo las ingerencias infantiles y alocadas de algunos de sus hijos humanos y por algún lado tiene que explotar como así lo hace una madre humana muy amorosa pero a la cual el destino le deparó un hijo alocado de mente destructiva, en ocasiones debe reprimirle duramente aun cuando ello no esté dentro de sus principios personales ni modos de actuación normales…






La vida, la fragilidad de esto que llamamos cuerpos físicos, todo lo físico, no sólo de nuestro reino humano, sino de los otros reinos: vegetal y animal, es algo real, es algo palpable si apenas profundizamos en el estudio de la historia lítica de la Tierra…, así no nos sorprende ver épocas en las cuales casi todo la vida planetaria desapareció por completo. La ciencia arguye que esas destrucciones ocurrieron por la causa tal o cual, de índole: meteórica, volcánica, glaciaciones planetarias extensas, quizás por el impacto de mortíferos rayos cósmicos procedentes de la explosión de una supernova, llegada de rayos gamma, alfa, beta, rayos x, neutrinos, protones o neutrones de gran energía… etc., etc., -vaya usted a saber. Y cuando los investigadores estudian esas capas quizás de los fondos oceánicos donde esqueletos cálcicos de coral forman estratos tan fáciles de leer por los geólogos como las páginas de un libro para nosotros, perciben que puede haber existido varios miles de años en los cuales no existió ningún tipo de vida orgánica y sólo se depositaron limos y se fueron petrificando merced a la presión de los sucesivos estratos, hasta que apareció un “momento” en el cual todo volvió a prosperar de nuevo… nuevas formas, nuevas plantas, nuevos peces, nuevos artrópodos marinos, etc., empezando de cero y con la sensación de que allí y antes no había ocurrido nada…






Esas reflexiones que acabamos de señalar deberían conducirnos no ya individualmente sino como grupo, como humanidad, a la íntima comunicación, a la íntima comunión con el “espíritu vital de la Tierra” –aunque éste algunos duden de su existencia- (tal no importa para lo que aquí estamos diciendo). La vida planetaria “per se” es algo más que los seres humanos… deberíamos dejar de mirarnos a nosotros mismos con esa exacerbada autocomplacencia creyéndonos el propósito y fin de la creación y el ombligo de toda evolución, tanto cósmica como planetaria… No somos sino algo más y como bien lo demuestran los hechos a los cuales hicimos referencia un poco antes, a la Tierra no le importaría estar sin los “pesados de sus hijos humanos” durante 3 ó 4 milenios… ¿antes lo estuvo, no? No somos el ombligo del mundo y ese mandato bíblico de que todo es para nuestro disfrute (animales, plantas, etc.) debería ser reescrito pues “no existe religión, libro o ley, superior a la verdad”, y ésta nos señala que el camino actual debe ser evaluado, las cartas de navegación deben ser reestudiadas pues el derrotero de esta navegación no es el correcto, existen “demasiadas vías de agua” y las bombas de achique se están averiando de una u otra forma. Son demasiado los que intentan “aprovecharse”, del árbol caído (del dolor ajeno), de la desgracia humana, de la desdicha del humano hermano o del hermano animal (de menor conciencia) pero que merece vivir como nosotros mismos… Todo, absolutamente todo, debe ser reescrito, el sistema actual hace aguas por todos lados y las filosofías e idearios de los status quo son corsés demasiados estrechos que están ahogando al mundo, a sus culturas, a sus gentes y a los otros seres vivos. Vivamos, pero dejemos vivir…






El planeta Tierra es sólo un punto diminuto en uno de los brazos galácticos muy alejados del centro de mayor luz y mayor poder galáctico. Vamos en un vagón de tercera cuyas ruedas crujen de dolor por falta de atención. Esto no implica tampoco que por ser tan humildes no seamos dignos –antes al contrario… debería regresar a nosotros el sabio sentido común de las gentes sencillas de hace apenas 200 años que amaban la tierra, sufrían y morían por excesivo agotamiento y cansancio, -eran los antiguos campesinos-, pero amaban el suelo que pisaban. Seguían sus costumbres milenarias, sus ciclos naturales…, pero todo aquello se perdió en pos de una revolución industrial que algunos inferirían que fue también cultural…, el amor a la Tierra, a toda la creación, se derivó en amor hacia el dinero y con este cambio de derrotero, con esta nueva y joven singladura se perdió el norte que antaño nos guiara… Sin embargo la Tierra continúa esperando, sigue impertérrita su camino hacia las estrellas esperando nuestro despertar, esperando que nosotros los humanos e hijos suyos, elevemos de una vez por todas, nuestra conciencia en un corto pero dificilísimo camino e intento interno…, que dejemos de actuar con el estómago y comencemos a pensar con el corazón…y ahí en el terreno del corazón cabe todo aquello que late y lleva sangre, vida y espíritu (energía) como nosotros aun cuando esta vida, esas vidas, naveguen por las aguas dulces o marinas, pisoteen las extensas praderas, se encaramen a los árboles tropicales o vuelen en todos los cielos planetarios y sigan mostrándonos la verdadera razón de ser del ser humano renacido y nuevo… aquél o aquélla que cual como dijera una vez el Maestro de Judea: “…para llegar a mí deberéis nacer de nuevo…”…, ---nacer una nueva conciencia en el ser humano---, ¡¡eh ahí el reto que en el Día de la Tierra debería ser conseguido!!
j.s.v.