Existe una conocida frase oriental que dice así: “si comienzas un largo camino, lo más difícil es dar el primer paso”...
He querido recordar esta sencilla oración para señalar que hay encerrada en ella una profunda sabiduría en tan limitadas palabras. Pero ello es totalmente cierto.
Tal como narré en otros escritos, tuve la gran fortuna en mi vida de conocer a Bernardino (Dino), y él fue un primer paso hacia el cambio de mi propia existencia, embargada por aquel entonces en temas más mundanos. Antes de aquel encuentro, no me paraba a pensar el por qué de muchas cuestiones. El mundo era para mí más sencillo, algo así como un gran y bello escenario, una gran despensa inagotable, donde al ser humano le estaba todo permitido en función de esa tan ahora cuestionada “racionalidad pensante”. La vida y las experiencias, y la posterior transformación de Dino, me llevó sin desearlo, y por fases, a adentrarme en el estudio de la naturaleza y por ello siguió mi amor y respeto hacia ella. Más tarde a la búsqueda de nuevos valores y de filosofías que enmarcasen esos pensamientos y sentimientos que en mí nacían, y como una correlación de hechos encadenados, me hizo contactar con otra gran persona que si lugar a dudas fue el siguiente y más concluyente paso en mi nuevo camino interno. Pude entonces constatar que lo que me estaba ocurriendo pudiera ser aquello de que... “cuando el discípulo está preparado encuentra a su Maestro. Siendo el Maestro el que elige y no el discípulo”..., tales vivencias fueron de tipo espiritual como después comprendí.
Todo comenzó al final de un largo y caluroso verano. En aquel tiempo y como siempre hago, estuve viajando por: La Rioja, Castilla-León, Cantabria, Aragón..., finalizaba el tiempo cálido y ya se alboreaba un nuevo otoño. Las mañanas de las últimas semanas de septiembre ya habían tomado el cariz húmedo que las caracteriza. El bosque castellano antes seco emitía olores saludables a moho, líquenes y a los más sutiles y exquisitos de los champiñones y hongos silvestres. Estas tierras interiores de la Península Ibérica y más frías que las litorales, se suelen adelantar unos meses en su producción de toda una rica y variada gama de setas, con respecto a otras comunidades peninsulares, como la Comunidad Valenciana en la cual resido. Tenía libre el lunes por la mañana y como estaba hospedado en Burgos decidí acercarme a la preciosa Cartuja de Miraflores, a pocos kilómetros de la capital. Conduje unos minutos paralelo al río Arlanzón y a un frondoso parque de grandes árboles que están plantados en esta parte de la ribera. Mi objetivo ese día era subir a La Cartuja y ver si la tierra estaba lo suficientemente húmeda como para ir a otro lugar más alejado que yo conocía, de anteriores incursiones recolectoras. Ascendí por la estrecha carretera asfaltada que conduce al monasterio. Llegué allí y aparqué junto a la tapia que protege la huerta de esta orden monacal. Observé que el lugar estaba muy tranquilo a esas horas, sobre las once de la mañana, creo recordar. Apenas tres o cuatro personas caminaban adentradas bajo la sombra de los árboles. Otra persona venía relajadamente hacia mí por el camino de tierra soleado, paralelo al muro del jardín, por el cual ambos paseábamos distendidamente. Cuando este caballero estuvo frente a mí, a pocos pasos, muy cortésmente me saludó:
- ¡Buenos días!-
Le miré y le respondí:
- ¡Hola, buenos días!...¡hace un sol magnífico!
- ¡Sí, en verdad que es una mañana brillante!... ¿viene usted de visita a La Cartuja o tan sólo a pasear por este hermoso lugar?..
- Bien... bueno..., ni una cosa ni otra. He venido especialmente para comprobar la humedad del suelo del bosque. Me encanta buscar rovellones, corrijo: níscalos, como aquí les llaman. Trabajo como representante, tengo la mañana libre y si veo que el suelo tiene el nivel adecuado de humedad, me acercaré mañana o pasado mañana a un bosque cercano a pocos kilómetros de aquí; el cual está justo al lado de una finca rural, una explotación agropecuaria, donde voy a hacer una demostración de mis equipos de desinfección ecológica del agua y limpieza de los edificios que componen dicha explotación.
- ¡Muy interesante eso de la desinfección ecológica!...¿es usted de Burgos?
- ¡No!. Soy de la Comunidad Valenciana, como habrá podido observar por mi acento al hablar el castellano.
- ¡Sí, lo he notado!. Pero por educación debía hacerle la pregunta. Me presentaré me llamó M.A., vivo en Santander, aunque provengo de Madrid. He venido a pasar unos días de merecido descanso a un pueblo de esta provincia, concretamente estoy en Quintanar de la Sierra. Fui allí a oxigenarme un poco, pero especialmente para descansar. Soy profesor de matemáticas. Un amigo venía a hacer unas gestiones a la capital y me pidió que le acompañase. Le dije que sí, pero con la condición que me dejase en La Cartuja, y que cuando terminase su trabajo que me recogiera, para volver ambos a Quintanar...¡a propósito, allí hay grandes bosques y puede que encuentre setas!...
- Sí, lo sé, gracias. Pero me pilla un poco lejos. Voy en dirección contraria, hacia Santander.
- ¡Lástima!
- Sí.. bueno..., no tiene importancia. Olvidé presentarme, me llamó J.V...., ¡encantado de conocerle!..., pero por favor no me hable de usted, soy algo más joven y eso me produce incomodidad.
- Entonces...¡encantado de conocerte J.V.!
La presentación se formalizó con un apretón de manos.
- ¿Qué te parece este paraje..., lo conocías con anterioridad?. Imagino que en Valencia tendréis otro tipo de vegetación, más adaptada al clima cálido y a la escasez de lluvia. Desafortunadamente todavía no la he visitado.
- Sí, allí el bosque suele ser de pinos. Por estas fechas está sequísimo. Este entorno me parece encantador, y respecto a que si lo conocía con anterioridad, te diré que sí. Suelo venir aquí cuando pernocto en la capital burgalesa. Aquí me relajo. Ya visité el monasterio por dentro la primera vez que me acerqué a este bello espacio natural. Me siento bien aquí, estudio los pasos que deberé dar los próximos días. Aprovecho para cargar pilar, para respirar profundamente lejos de la contaminación de la ciudad. Cuando se tiene que mostrar un nuevo producto industrial, un nuevo equipo, no te imaginas las dotes de persuasión y energía que se debe emplear para convencer a los posibles clientes. Todo lo nuevo, casi siempre, lo rechazan “a priori”, pero afortunadamente los que voy a visitar estos días son clientes nuestros y la cosa es más sencilla.
- ¡Tienes toda la razón!... siempre hay que luchar contra la inercia de las cosas. Contra la inamovilidad, especialmente del pensamiento... Yo cuando vengo a lugares como éste suelo emplear mi tiempo en meditar.
- ¿Meditar?, ¿te refieres a reflexionar sobre los temas de tu trabajo o vida?
- ¡No!. Para las cosas mundanas no pierdo el tiempo en estos lugares. Me refiero a meditar sobre conceptos e ideas más elevadas. Podríamos decir que lo que hago es una especie de oración focalizada..
- ¿Oración a quién o a qué?
- Veras J.V., ya que parece que estás en verdad interesado en el tema, me abriré un poco. La meditación que hago es una disciplina mental para comunicarme con la parte sagrada de mi mismo. Pero no exclusiva en mí, sino en todos los seres humanos. Sólo te diré que “todos somos iguales en esencia, pero no en Presencia”..
- ¿...?.
No tenía ni idea de lo que acababa de decirme. Le miré. No parecía ni loco ni iluminado. Parecía una persona respetuosa y coherente, sin duda tendría sus razones para hablar así. Pero a mí todo aquello de partes sagradas o no, me daba un poco de miedo. Como decimos coloquialmente en mi tierra: “de repelús”. Se hablaba tanto de gurús, sectas..., que la verdad este tema prefería eludirlo en mi vida ya que me producía intranquilidad.
Pareciendo adivinar lo que yo estaba pensando, puntualizó mi nuevo amigo:
- ¡Tienes toda la razón al sentir temor!. Todavía hay demasiada credibilidad en las personas, que es aprovechada por falsos gurús y pseudomaestros. Lo mejor es que tu conciencia sea la guía de tu propia vida, ¡ese es el mejor camino!. Puede que sea más lento, pero te acercará a la verdad y..” a... tu... ritmo...” –separando y remarcando estas tres palabras-.
- Parece que adivinas todo lo que pienso. Justo me debatía internamente en el exceso de credibilidad de las personas. En momentos de inestabilidad emocional, al bajar la tónica psicológica, muchos se introducen en peligrosos caminos, dejándose guiar por un tío barbudo de aspecto muy místico, tal vez con traje blanco, con largas cadenas y collares un tanto esotéricos. Unos comienzan a darle a una pandereta o se ponen trajes exóticos y se autoengañan a sí mismos diciéndose que están en vías de la liberación. ¡Esto es sorprendente!. Se abandonan carreras provechosas, responsabilidades con los otros seres humanos y cuando más tarde descubren que se equivocaron, la sociedad no les acepta y estas personas terminan con gravísimos problemas de inadaptación social y personal, acabando muchos de ellos en las drogas.
- ¡Siempre fue así, J.V.!. Esto viene de lejos. Pero has hecho un análisis muy objetivo de la problemática presente.
- -¿Qué quieres decir con eso de que: -esto viene de lejos?-
- Verás..., creo que por tu profesión y modo de vida eres una persona instruida. También debes tener dotes psicológicas, por tanto te voy a dejar un enigma para que lo resuelvas. Si comprendes el mensaje entre líneas que te pregunto, continuaremos hablando, -si tu quieres, claro...-
Hoy tengo un poco de prisa, ya que dentro de un rato, sobre las doce viene a recogerme un amigo. Salimos para Quintanar a esa hora, puesto que hemos reservado mesa en un restaurante de la localidad. Después de comer iremos a hacer fotografías a la zona boscosa donde se encuentran las tumbas celtas. Bueno, en realidad no sé si son celtas o iberas, pero iremos allí... ¡ah sí!, como veo que llevas tu cuaderno de notas y un bolígrafo supongo... ¿no?, quisiera que tomaras nota de los datos que te voy a dar a continuación. Comencemos: Bien..., estudia en la Biblia, Ezequiel 40:5, Samuel 17:4. Después en el índice averigua las medidas en centímetros de los codos normales y los sagrados... ¿vas tomando nota?.
- Sí, sí..., puedes continuar...,¡adelante!
- Conforme. Posteriormente lee a Herodoto de Haliacarnaso, “El Padre de la Historia”, en su libro más famoso, “Los Nueve Libros de la Historia”. Busca en el libro primero los capítulos LXVII y LXVIII. Más tarde en el capítulo 178, que hace referencia a medidas y a ciertos misterios. Y por último averigua las medidas del codo real egipcio. Estos datos están en las grandes enciclopedias, especialmente los referentes a las medidas egipcias y griegas. Puede que encuentres interesante los datos que averigües. Si tienes tiempo, en días sucesivos podremos seguir hablando sobre esa pregunta que antes me has hecho..., ¿te parece bien?.
- Creo que me parece bien. Los datos ya los tengo apuntados en la agenda. Veremos si dispongo de tiempo para investigar en la biblioteca todo lo que me has señalado. Pero no sé si podré volver mañana y los días sucesivos, a encontrarme contigo. Si bien es cierto que tengo cierta libertad de movimientos y horarios, me debo a las visitas pactadas por mi empresa, las cuales fueron hechas previamente por teléfono.
Ante mis últimas palabras M.A. pareció no darles importancia y puntualizó con seguridad: - Yo de todas formas volveré mañana sobre estas horas. Exactamente a las once en punto estaré aquí de nuevo. Recuerda que lo hago por ti y no por mí. Vengas o no vengas te estaré esperando... ¿qué te parece mi ofrecimiento, J.V.?.
Lo cierto es que no tenía excusas. No sabía que decir. La situación era un tanto incómoda. Por una parte me sentía atraído ante este nuevo reto en mi vida, y por la otra sentía inseguridad.
- La verdad es que no se qué decir. Me has dejado perplejo con esos enigmas que no entiendo que puedan significar. De todas formas, aunque no puedo prometerte nada, haré lo posible por venir mañana temprano.
- Ese... “quizás”, entre comillas, es suficiente para mí. Ha sido un placer haberte conocido en persona... ¡Hasta mañana J.V.!.
- También a mí me ha encantado conocerte. Pero recuerda que me debo a mi trabajo y compromisos.
Sonrió... Con el pulgar y el anular se ajustó sus grandes gafas de montura cuadrada. Volvió a mirarme y por último me estrechó la mano. Seguidamente comenzó a caminar en dirección a la puerta principal de La Cartuja, alejándose de mí.
El tiempo había pasado volando. Yo me sentía sorprendido por todo lo ocurrido. Apenas acababa de conocer a esta persona y es como si la conociera de siempre. Me había dado unos datos un tanto extraños que yo tenía bien apuntados. Esperaba tener correctamente los números referidos. Me dejaba con una interrogante mayor y aceptaba como un hecho el que yo regresaría al día siguiente. En mis cavilaciones vi que llegaba un elegante automóvil. Paró, se abrió una puerta y M.A. se introdujo en él. Antes de cerrar la puerta habló con el conductor y señaló hacia mí indicándole algo. Posteriormente se despidió afectuosamente con la palma de la mano muy abierta y cerró la puerta de su lado. Poco después el coche dio la vuelta y se alejó por el camino asfaltado por el cual acababa de llegar.
¿Qué hacer?..., me quedé un rato paseando mientras volvía a releer los apuntes escritos que me fueron dictados muy rápidamente. Ezequiel... Samuel... Herodoto “ Los Nueve Libros de la...”... ¡menudo lío!. Codos normales..., codos reales..., pero parecía que todo estaba bien apuntado.
Después de haber leído todo lo escrito, seguí caminando por el bosquecillo paralelo donde poco antes se hubo marchado M.A. Para ir más libre dejé la agenda que siempre solía llevar conmigo, en el interior de la guantera de mi coche. Siempre me gusta llevar una libreta, agenda o cuaderno de notas. Tomo ideas, escribo pensamientos momentáneos, así me ayuda en mi trabajo. También hago bosquejos y apuntes pictóricos con lápices de colores, de aquello que veo y deba ser plasmado por su belleza o singularidad. Ya en el interior del vehículo el referido cuaderno me alejé de allí y me adentré en el bosquecillo algo más grande que está enfrente de la tapia de La Cartuja, comprobando que efectivamente tenía la humedad requerida para el nacimiento de setas silvestres. Poco después fui al otro más amplio bosque que comienza detrás del monasterio y que se extiende por kilómetros, llegando a la misma conclusión de que la tierra presentaba similares características de humedad y temperatura. El lugar adonde yo debería ir a recolectar estos sabrosos frutos del bosque, se adelantaba unas dos semanas a este lugar, tenía un microclima singular, todo lo cual indicaba que dónde yo conocía, las setas estarían saliendo por todas partes. Si tenía suerte como otras veces podría llenar al menos dos cestas grandes de mimbre que llevaba en mi maletero. Cuando los viajes hacia esta provincia coincidían de mediados de septiembre hasta mediados de octubre, solía regresar a Valencia con una buena provisión de estos suculentos alimentos vegetales. Recordando tales cosas, vi unos vistosos dientes de león, ortiga verde mayor y celidonia que crecían muy apegados a los muros de La Cartuja. Me agaché y cogí semillas de estas especies. Los introduje en sendos estuches plásticos de películas fotográficas. Puse la etiqueta que identificaba: especie, zona de recolección y fecha de recogida y con estos “tesoros del bosque” entré en mi auto, lo puse en marcha y partí hacia la cercana ciudad de Burgos. De camino hacia ella, recordé que todavía tendría tiempo de acercarme a la biblioteca pública antes de que la cerrasen.
Ya en la ciudad aparqué mi coche en la calle Martínez del Campo, a pocos metros de la catedral gótica, junto a una bella mansión. Salí del vehículo y me dirigí hacia la biblioteca. Llegué a la misma, entré y busqué por secciones el lugar donde estaban las grandes enciclopedias, la Biblia y otros libros de consulta. Comencé a ojear...: “ a ver... codo griego..., codo romano..., Biblia de Ferrara “seys codos có el codo y puño...”, Biblia de Collins (UK) “The length of the measuring rod in the man´s hand was six long cubits, each of which was a cubit and a handbreadth”... veamos. Primer Libro de Samuel, “... el músico pastor David, antes de convertirse en rey se enfrentó con su honda al campeón de los filisteos, Goliat de Gat...cuya estatura era de seis codos y un palmo (Sam 17:4). Después busqué los datos egiptológicos, encontrando la toponímia antigua y el valor en milímetros de cada referencia, codo (Meh).... o, x....mts., palmo (Shesep) ..... x mts., dedo (Yeba)...... x ctms., vara (Jet)....x mts., río (Iteru) ..... x kms., todos los datos me iban sorprendiendo cada vez más; no salía de mi asombro, ¡cómo era posible tal tamaño en un ser humano!. Busqué ávidamente en “Los Nueve Libros de la Historia” y allí Herodoto por su parte hablaba de los codos griegos. De las medidas de las murallas de Babilonia, pero lo más sorprendente estaba en los capítulos LXVII y LXVIII. ¿eran ciertos los tamaños de los antiguos héroes?, ¿en verdad existieron?. Seguramente la ortodoxia científica haría caso omiso de estos datos tal como ocurrió cuando se ridiculizó a Heinrich Schiliemann afirmando que Troya sólo era una creación poética de Homero. Entonces se afirmó que Schiliemann era un loco y un visionario, pero él no hizo caso, abandonó una prometedora carrera en los negocios, tomó la gran fortuna amasada y con la piqueta buscó la verdad hasta encontrar las ruinas de la ciudad de Troya, y ... un ¡fabuloso tesoro!. Todo lo que siguió a este suceso fue un camino trillado, más técnico pero más sencillo. El recuerdo de ese alemán genial me hizo recapacitar sobre lo que tenía ante mis sorprendidos ojos. Tomé la calculadora, multipliqué siete codos por 0,462, dándome una altura de 3,234 mts, esto era una medida, pero si la misma la multiplicaba por la otra, entonces siete codos me daba 3,661 mts., y eso que no añadía el palmo... ¡sorprendente!... ¡increíble!... ¿qué me había querido decir M.A.?.. y ¿quién era esta persona tan versada en estos temas un tanto extraños?...y ¿para qué me dio estas pistas?---, la verdad es que me sentía intrigado. Salí como un sonámbulo de la biblioteca con muchos datos en mi cuaderno de notas, y con el dibujo esquemático/comparativo y a escala, de tales seres humanos con el hombre de hoy. La gente al verme hablar sólo pensaría que estaba loco. De camino a mi automóvil iba diciendo en voz alta: increíble.... increíble..., una y otra vez.
Las horas que pasaron después de aquel descubrimiento fueron intranquilas. Pasé la noche dando vueltas en la cama sin apenas dormir. El hotel quedaba en la calle perpendicular a la estación del ferrocarril. Creo que escuché pasar a todos los expresos y mercancías nocturnos. ¿Qué debía hacer el día siguiente para poder volver a ver a M.A.?. Tendría que buscar una excusa coherente con el cliente al cual iba a visitar esa mañana, así como informar a mi empresa. Dormí intranquilo un tiempo indefinido. Al finalizar la noche casi al alba abrí la persiana y justo en ese momento un petirrojo madrugador estaba apostado en la varilla metálica del balcón, desde allí hacía vuelos cortos hasta el césped húmedo del jardincillo que esta en esa calle para procurarse algún suculento insecto. Regresaba una y otra vez a este curioso mirador, esta escena le recordó a mi estómago que tenía apetito. Me dirigí a la ducha, me afeité, me lavé los dientes y poco después totalmente despejado y reconfortado por el agua muy caliente, bajé a desayunar al comedor todavía vacío a horas tan tempranas.
-¡ Hola Miguel!, ¡Buenos días!... ¿en qué lugar me puedo sentar?..
- ¡Hola J.V.!. Te he preparado aquella mesa del fondo junto a la columna, con todo lo que te gusta para desayunar. Ya sabes que la casa conoce tus costumbres..., son muchos años.
- Sí, tienes razón. Ya son años de vernos las caras. ¡gracias por tener lista una mesa!. A propósito, como no hay nadie en el comedor a estas horas, salvo nosotros dos, ¿no te importaría traerme el teléfono inalámbrico para llamar a un cliente y después a mi empresa?.
- ¡Por supuesto que no!. Faltaría más.
Miguel salió del comedor. Regresó al instante con un inalámbrico de bello diseño. Se separó prudencialmente de mí para no curiosear en mis conversaciones. Era un excelente profesional. Minutos después yo ya había llamado a mi empresa y al cliente. A este último le dije que por una cuestión urgente, no podría ir en esa mañana a su explotación, y que si no le importaba que fuera el miércoles por la tarde. Al cliente no sólo no le importó sino que se sintió aliviado, ya que el sábado le habían llamado diciéndole que el martes, es decir el día que yo le llamaba, iría un camión con pienso para los animales, también en ese mismo día debería pasar una cuba para recoger los purines de su cabaña porcina e incluso el veterinario de la Diputación Provincial pasaría a inspeccionar las reses y vacunarlas contra un posible virus que se había detectado en otras granjas de reses vacunas, ¡todo el mismo día!. Este granjero me informó que se sentía algo aliviado pues no me podía atender como correspondía y en verdad le estaba haciendo un favor. Así pues, todo se conjugaba para que yo tuviese el martes libre y toda la mañana del miércoles, insólito pero cierto. Tenía un día y medio para mis cosas.
Hasta aproximadamente las diez de la mañana, estuve en una cafetería que miraba al paseo burgalés, El Espolón, como así se denomina este bello parque. Me tomé mi segundo café con leche de la mañana, muy caliente. Miraba al paseo y vi todavía la brigadilla de limpieza municipal baldeando el pavimento y retirando papeles, vaciando papeleras y barriendo las hojas secas de las plataneras y abedules. Me pregunté porqué se denominaba platanero a estos árboles rudos un tanto feos y que están plantados por doquier, en cualquier ciudad española. La verdad es que no lo sabía. Salí de la cafetería, crucé el río Arlanzón y fui a coger mi coche aparcado en la calle de mi hotel, al otro lado de la ciudad. Partí de allí y me dispuse a ir de nuevo a La Cartuja de Miraflores. Recordé que debía enviar unos datos por fax. Aparqué momentáneamente frente a Correos e hice dicho trámite. A partir de ese instante tenía toda la mañana para mí.
El sonido un tanto afónico y frío de la campana de La Cartuja me recordó que ya casi eran las once. Sin duda dicha campana no tenía la proporción correcta de bronce para que sonara correctamente y con el timbre acostumbrado de 22 partes de estaño y 78 de cobre, algo se había hecho mal... –no sé-...
El sol iluminaba este también soleado día de septiembre. Utilicé el mismo camino de tierra junto a la tapia del monasterio para caminar relajadamente como el día anterior. Vi un pinzón real que comía insectos a pocos palmos de mis pies en el césped natural del lugar. Salvo unas ruidosas y atrevidas urracas, nadie rompía el encantador silencio que yo saboreaba con deleite. Justo eran las once y cuarto cuando volví a ver el coche que el día anterior se llevó a M.A.; paró y vi salir solamente a una persona, un varón de unos 40 años, más alto y delgado que M.A., probablemente era el desconocido que acompañaba a este mi nuevo amigo. Me miró de lejos y se dirigió hacia mi. Al llegar a pocos metros me saludó muy cordialmente:
- ¡Hola... buenos días!,, ¿eres J.V. el nuevo amigo de M.A.?
- ¡ Sí, soy yo!, buenos días...
- Verás, me envía nuestro común amigo para advertirte que tardará un poco. Tuvo un pequeño problema y me envió a mí para decirte que vendrá sobre las doce. Lo traerá un taxi. Yo debo irme ya a Quintanar de la Sierra. Me ha dicho que perdones este pequeño contratiempo.
- ¡Gracias por avisarme!..., no tiene importancia. Lo esperaré paseando por este bello entorno..
- Una cosa más ¿serías tan amable de llevarlo de regreso a Quintanar con tu coche?. Es que yo tengo dificultad para regresar a recogerlo esta tarde.
- No, en absoluto. No es ningún problema. Tengo el día libre. Será un placer.
- ¡Muchísimas gracias!
- ¡De nada!
- Bueno..., ya nos veremos.. ¡adiós!
- ¡Adiós! –y el desconocido se alejó hacia su vehículo. Se montó en él y dando la media vuelta regreso por la carretera que le había traído.
Casi habían pasado unos cincuenta minutos, cuando escuché el sonido característico de un motor diesel mal ajustado o viejo. Los taqués se escuchaban ruidosamente y el ronqueo del tubo de escape señalaba que un vehículo movido por el aceite pesado estaba subiendo la última rampa del camino asfaltado. Efectivamente era un diesel. Un singular taxi burgalés un poco viejo pero robusto, -de los de antes-. Si hubiese pertenecido a la familia equina, éste sería el equivalente a un poderoso percherón. Paró enfrente de la puerta principal de La Cartuja. Vi a M.A. pagando al taxista. Le comentó algo divertido y el conductor rió estrepitosamente. Se despidió de él y salió del taxi.
- ¡Hombre...J.V.!. Ya veo que has podido venir. Sabía que harías lo imposible por volver. Me alegro mucho por tu decisión.
Fue entonces cuando utilizó por vez primera este singular saludo que siempre repitió cuando nos veíamos, pasadas unas horas, unos días, meses u años. ¿sería para recordar a mi mente subconsciente estos gratos momentos?...¿estas vivencias de los primeros días?. Pienso que sí, él no hacía nada sin pensarlo previamente.
- ¡Hola M.A.!
- ¿Pudiste averiguar los enigmas que te señale ayer?
- ¡Por supuesto!..., sabrás que me han sorprendido. Es extraordinario lo que has hecho que averigüe. Aunque no entiendo el por qué de esta búsqueda que tu me has provocado...¿qué propósito tienen los datos que me has dado?
- El propósito último ha sido despertarte, querido J.V., solamente despertarte..
- ¿Para despertarme..., de qué?. Creo que estoy muy despierto.
- Aparentemente así es. Pero sólo aparentemente..., quiero decir: “estás despierto en el plano físico, pero hay más planos además de éste en que ahora nos vemos y tenemos el ser”...
- ¿.....?, ¿a qué te refieres?
- Provoqué un enigma en ti. Ayer te dije que siempre fue así, para señalarte que hubieron otras razas en la Tierra, anteriores a la nuestra. Esos seres, no son fruto de la fantasía; existieron en realidad, aunque en un pasado remoto. La ciencia de los números es uno de los más acertados caminos para acercarnos a la Verdad, que es uno de los conceptos “per se” de lo que las gentes conocen o interpretan como Dios o Deidad. Pero El “El Absoluto”, en su Divina Gloria, nos ha dejado pistas, pocas, pero inteligentísimas huellas para los que saben ver detrás de las apariencias religiosas, filosóficas, históricas o empíricas de una época. Los prejuicios son fruto de la conciencia externa de lo que nosotros denominamos: “mente racional”. La razón pura debe ir más allá de sus propias creencias, más allá de la costumbre o moda imperante en una época para luchar contra lo dicho..., y convencerse a sí misma. Los números son impersonales y un tanto asépticos, por ejemplo si un cubo de oro puro de un metro de lado pesa x cientos de kilos, significa que si lo medimos con otras medidas que por ejemplo quieran decir: 2,2 codos reales, el peso será el mismo. Esto es lo de lo que estamos hablando, los conceptos en que se expresan las magnitudes según la época pueden ser diferentes pero la realidad permanece. El investigador se da cuenta que dichas magnitudes transformadas a escalas métricas actuales son similares, aunque expresadas con otras palabras. Podemos interpretar verazmente por ejemplo lo que los antiguos escribas egipcios narraron con respecto a la capacidad en litros de un silo de grano en el alto o bajo Egipto o los hectolitros del río Nilo por minuto.
- Creo que voy siguiendo tu razonamiento y lo que me quieres decir.
- ¿Entonces J.V.,que conclusiones has sacado?
- Pues..., yo diría casi sin ninguna duda, que muchísimos investigadores a través del tiempo se han dado cuenta que al leer intensa y pacientemente textos bíblicos, papiros egipcios, relatos un tanto velados del pasado, que existen crípticas pistas, pequeñas claves que coinciden en señalar que hubo o hubieron, alguna raza o razas de seres humanos gigantescos con respecto a nosotros.
- ¡Así es!. Como bien indicas, tanto los griegos, como los egipcios, así como los primigenios redactores de la Biblia, nos hablan de lo que la humanidad ha intuido y que todavía permanece en el folclore de muchos lugares, que no es sino una recreación festiva de antiguos mitos, de antiguas realidades, ¿de dónde si no, proviene la tan común fiesta de gigantes y cabezudos en culturas tan distantes y dispares del planeta?. La mente materialista argüirá miles de conclusiones en contra. Unas serias, otras más irónicas, pero el hecho real permanece inalterable. Es ese “algo” que ha quedado en la mente subconsciente de la raza humana actual. Son legados de la antigüedad. Piensa que debemos remontarnos a casi 800.000 años atrás, que es cuando se presume ocurrió el último y definitivo hundimiento del continente atlántico o Cultura Atlante.
- ¿Te refieres que la Atlántida existió en realidad?
- ¡Por supuesto que existió!. Esos pequeños restos, de los cuales se habla entre líneas, son los últimos vestigios de lo que fue la raza atlante e incluso una anterior denominada: lemur. Todo ello está escrito en la memoria indeleble del Planeta accesible a todos aquellos que elevan su conciencia a la vibración requerida y pueden leer por sí mismos la existencia de estos pueblos antiguos, pero no primitivos.